Pau Luque Sánchez ha hecho una denuncia del nacionalismo catalán desde las páginas del diario El País. Iba a decir que cualquier día veremos un artículo en el diario de Sánchez defendiendo la libertad de expresión, pero resulta que este segundo artículo se ha publicado en el susodicho. Está escrito por Daniel Gascón y se titula Cuida la libertad y la verdad se cuidará a sí misma. Una buena idea a fuer de vieja.

Publicidad

Pero no quiero desviarme, que tenemos a Pau Luque diciendo cosas sobre el nacionalismo catalán. Por ejemplo, dice que conseguir que los catalanes no hablen como catalanes, si es en español, “es deslegitimar su forma de hablar”. Bien, podría seguir por este camino de llevar sus argumentos al ámbito de los nacionalismos españoles (catalán, vasco…), pero tampoco querría conducir yo a equívocos. Así que deshagamos el que acabo de crear: Luque no tiene en mente a los catalanes hispanohablantes, sino a los extranjeros de fe islámica.

Para ellos sómos átomos organizados y suspendidos sobre una península. Individuos sin comunidad propia, ¡qué fascistada de idea!

A Pau Luque le molesta que Vox haya registrado una proposición no de ley que pretende “suspender los expedientes de adquisición de la nacionalidad española, las autorizaciones de estancia y residencia y prohibir la entrada en España de inmigrantes procedentes de países de cultura islámica, en tanto no se pueda asegurar su correcta y pacífica integración en nuestro territorio”.

Bien, criticar una propuesta de Vox es como el chiste: “Mira, he hecho este puzle en sólo ocho días / …pero si sólo tiene 25 piezas / Ya, pero pone de 3 a 6 meses”. En fin, que era fácil. El partido de Santiago Abascal siempre lo pone fácil. Incluso en su gran tema, y con mayor claridad en éste, que es el de la inmigración, se muestra populista, carente de un análisis complejo, y pueril. ¡25 piezas en ocho días! Lo interesante de la respuesta de Luque Sánchez es que él se mantiene en el mismo nivel de análisis.

Por supuesto, no habla de extranjeros ni de españoles, excepción hecha del fútbol. (“¿Cómo, ha hecho la mención racista de Yamal y Williams?”. Sí, la ha hecho). Tampoco habla de emigrantes e inmigrantes. Asesina los prefijos, como es reciente costumbre. Sólo hay migrantes. El prefijo “in” implicaría que hay un aquí nuestro, y que de algún modo son “ellos”. Y eso es precisamente lo que se quiere negar. No somos nadie. O Pau no lo es; o propone que no lo seamos. ¿Españoles? ¡Quiá! Como mucho, flotamos, es un decir, sobre un territorio que administrativamente se llama España, qué le vamos a hacer, no le vamos a cambiar el nombre de un día para otro.

El caso es que no hay un nosotros. Como mucho, un “nosotros-estábamos-antes-que-tú-en-esta-tierra”. Pues un “nosotros” histórico, o político, “muy probablemente nunca ha existido”, dice como si se hubiera conformado con la LOGSE, o como si fuera un alumno aventajado de la Ley Celaá.

Para Pau, la raza es lo suficientemente importante como para destacarla como un elemento diferenciador. Pero lo que no existe es una comunidad política o histórica española. Es curioso cómo los socialistas de todos-los-partidos-que-confluyen-en-el-PSOE acaban igual: negando la consistencia de las relaciones sociales, la realidad de las instituciones heredadas, la sustancia del pasado precipitado sobre nosotros y que nos hace sentir que formamos parte de una comunidad tan actual como varias veces centenaria.

No. Para ellos sómos átomos organizados y suspendidos sobre una península. Individuos sin comunidad propia, ¡qué fascistada de idea!, que hablan del resto en primera persona, aunque sea del plural. No pasa nada. Si tenemos que ser los liberales quienes les enseñemos que esa idea de los individuos atomizados y sin relaciones sociales sustantivas, reales y comunes es una solemne tontería, se lo decimos y punto.

Ya decía Friedrich A. Hayek que los socialistas nos habían quitado a los liberales una palabra que debía ser nuestra: “socialismo” como reconocimiento de que las sociedades son reales, sustantivas, y de que los individuos, que es verdad que somos los únicos que pensamos, lo hacemos a partir de una cultura compartida, que nos marca, nos condiciona y nos define. Nosotros, por ejemplo, somos españoles. Españoles, Pau. Decía el poeta que ser español es de lo único importante que se podía ser en la vida. Pero como era otro socialista, cuña de la misma madera, no se le ha hecho caso. Pero aquí tenía razón.

No somos nadie, no hay un nosotros, pero Pau quiere que lo haya. Esperaremos a que los diez primeros nombres más comunes en el territorio-España sean árabes para que Pau se sienta cómodo y diga: ahora sí. Ahora tenemos un “nosotros” que no es como el que teníamos. Que es así de contradictorio, a mí no me digan.

Juega con las normas pueriles de Vox, y con el lector, que se mueve en las mismas claves. Lo que critica el escritor Luque es la idea de integración. ¿Cómo vamos quienes estamos aquí por azar a obligar a los que vienen de fuera, que por fin son personas con costumbres, ellos sí, y hay que respetarlas, ellas sí, cuando nosotros, ¡que ahora sí somos nosotros! somos unos despreciables ex colonizadores?

Sólo que, claro, no se trata de que crean en la Santísima Trinidad, ellos, que llaman politeístas a los católicos. Se trata de que cuando acusen a alguno de ateo, quien lo oiga no tema por su vida. O de que el hecho de ser mujer no te convierta en un ser inferior. O que si piensas así, porque tienes todo el derecho de pensar así si vienes de fuera tanto como si eres español, que tus ideas no se manifiesten en un comportamiento contrario no sólo a las leyes sino a las normas de convivencia. Se trata de que si el mercado laboral español, o las regulaciones empresariales, son tan progres que te impiden ganarte la vida en España, intentes superar esas dificultades legalmente o te vayas del país, pero no elijas la vía rápida del crimen.

Vox corta por lo sano. ¿Qué podemos esperar de ellos? No se les ha ocurrido que hay que facilitar el trabajo, librándolo de condicionamientos insuperables como el salario mínimo. No han pensado en que España sea el país más fácil del mundo en montar una empresa. Porque así los inmigrantes, que son in-migrantes, podrán prosperar e integrarse. Nah. Decimos a los españoles que los echaremos, a ver si éstos nos votan y echamos nosotros a Sánchez del poder. Por supuesto, nadie va a echar a los millones de inmigrantes ilegales que viven en España.

En este juego de prestidigitación en el que cualquier lector atento ve la bola en todo momento, Pau Luque se acaba liando. Hay un nosotros, pero no lo hay. Él propone uno distinto, que es el que vendrá, pero sólo si llegan los otros, que no sabemos por qué son otros si no hay un nosotros.

Da igual. No hemos escrito en El País para demostrar nuestra capacidad de análisis, sino para decir que la idea de integrarse es fascista. No es el único, además. Sergio del Molino también ha escrito en el mismo diario. Él comienza con el alegato racista de Yamal. Bien está. Ya se lo quita de en medio y puede escribir su artículo. España no se parece a España, dice. Pero Sergio del Molino sí se parece a Sergio del Molino, qué le vamos a hacer. Al menos lo es para decir una obviedad: los nacidos en territorio español son españoles. ¡Españoles, Pau, como tú y yo, como nosotros!

Foto: Alex Mihai C.

¿Por qué ser mecenas de Disidentia? 

En Disidentia, el mecenazgo tiene como finalidad hacer crecer este medio. El pequeño mecenas permite generar los contenidos en abierto de Disidentia.com (más de 2.000 hasta la fecha), que no encontrarás en ningún otro medio, y podcast exclusivos. En Disidentia queremos recuperar esa sociedad civil que los grupos de interés y los partidos han arrasado.

Ahora el mecenazgo de Disidentia es un 10% más económico si se hace anual.

Forma parte de nuestra comunidad. Con muy poco hacemos mucho. Muchas gracias.

Become a Patron!