Juan Rodríguez Garat es almirante retirado. Durante los 47 años de su carrera militar, de los que pasó 24 años embarcado, mandó tres buques de superficie y diversas unidades navales colectivas de España, de la OTAN y de la UE. Entre 2016 y 2018 fue almirante de la Flota y, al pasar a la situación de reserva, director del Museo Naval y del Instituto de Historia y Cultura Naval. Garat es especialista en comunicaciones y diplomado de Estado Mayor en el Reino Unido, y tiene un máster en Estudios de Defensa por la Universidad de Londres. Posee la Gran Cruz del Mérito Naval, de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo y de la Guardia Civil, además de otras once condecoraciones militares nacionales y extranjeras. En septiembre publicó su primer libro, “Tambores de guerra. Contra el desarme moral y militar de España”, en el que analiza el panorama geopolítico mundial y hace una llamada de atención a la sociedad española, que parece dormida ante la volátil situación internacional.

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Almirante Juan Rodríguez Garat
Almirante Juan Rodríguez Garat.

Usted participa a menudo en debates y publica artículos sobre lo que está pasando en Ucrania. Curiosamente, la mayoría de los militares retirados que hacen lo mismo defienden la práctica invencibilidad del ejército ruso o que todo en la guerra va “según el plan”.

Eso decía Putin todos los días, hasta que dejo de decirlo. Hay que tener en cuenta que hay mucho incompetente en las Fuerzas Armadas, como en todos los lados, pero, aparte de eso, nosotros hemos vivido una época, en los últimos años del Pacto de Varsovia, en la que se publicaban informes de inteligencia estadounidenses sobre el material soviético enormemente exagerados y que se creaban por razones políticas para justificar gastos de defensa, desarrollo de nuevas armas, etc. Sin embargo, para la gente informada el mito se acabó después de la caída del Pacto de Varsovia y cuando se pudo ver el estado real de las unidades soviéticas. Por ejemplo, el Mig-25 que aterrizó en Japón o el presunto AEGIS ruso (sistema de combate naval), que era muy parecido a sistemas que en España ya habíamos desguazado hacía 20 años. Muchos militares siguieron esta evolución, pero no todos y algunos prefirieron seguir creyendo lo que les habían contado de jóvenes.

Desgraciadamente, mucha gente prefiere oír mentiras que le gusten a la verdad, y decir que la culpa es nuestra y no del que quiere matarnos. Parece que la verdad no debe estropear un buen relato, pero hay que procurar que la sociedad esté bien informada

Sin embargo, esta visión está muy presente en los medios de comunicación.

En realidad, es una minoría a la que se le da juego porque generan noticias. Recuerdo que en un programa me preguntaron si iba a haber una guerra nuclear o química, cuando contesté negativamente, el periodista me dijo: “Entonces, ¿qué le cuento a mis oyentes?”. Estas voces, como la del famoso coronel Baños, que vive muy bien vendiendo libros a base de anunciar el fin del mundo, ofrecen un producto de entretenimiento que tiene mucho público. Estos vendedores del desastre y el “rusoplanismo” saben perfectamente que no es verdad, pero es entretenido y rentable.

Volviendo a los mitos, uno de los más repetidos es el de la superioridad del nuevo armamento ruso frente al occidental, pero los hechos de esta guerra nos dicen lo contrario.

Es obvio. Rusia perdió el tren de lo que se llamó RMA (Revolución de Asuntos Militares) porque el boom de la informática cogió al Kremlin tras la caída del Pacto de Varsovia y arruinado por la competición por la guerra de las galaxias con Reagan y la derrota de Afganistán. Rusia dividió su presupuesto de Defensa entre diez y estuvo así quince años, lo que le ha llevado a un claro retraso tecnológico y no sólo en los sistemas de armas. Nadie de los que hoy no paran de alabar el armamento ruso compraría un ordenador ruso, una televisión rusa o un teléfono móvil ruso. Todos sabemos que Aeroflot, hasta que empezó la invasión, volaba con Airbus y con Boeing. Además, hay una evidencia que es el rendimiento del material de procedencia soviética y luego rusa en los conflictos de Oriente Medio. Recuerdo mi estupefacción, cuando era teniente de navío, porque a los misiles antiaéreos rusos en el valle de la Becá los habían destruido los aviones israelíes sin sufrir ni una baja. Y ha vuelto a suceder ahora con los S-300 y los misiles israelíes. La diferencia de material es más notoria cuanto más electrónica hay en el aparato, y el armamento ruso está muy por debajo del occidental e incluso del material fabricado por la industria ucraniana, que, a pesar de la guerra, ha sido capaz de producir drones superiores a los rusos.

Lo que también llama la atención es el desprecio por la vida de incluso sus propios soldados; hay muchos casos, difundidos por los canales rusos, de soldados recién alistados que en dos semanas ya han caído en el frente y que prácticamente no han recibido entrenamiento.         

He tenido ocasión de trabajar con ellos y he visitado barcos de guerra rusos y del Pacto de Varsovia que en lugar de ordenadores tenían cucarachas. Durante la “Operación Atalanta” [operación militar contra la piratería en el mar frente al Cuerno de África iniciada en diciembre de 2008], los rusos eran conocidos porque si hundían un barco pirata no recogían a los náufragos, y los barcos de la UE han tenido que recoger a veces náufragos de barcos rusos porque sencillamente no le dan valor a la vida, ni a la propia ni a la ajena. Lo estamos viendo en Ucrania. Además, en esta guerra Rusia está reclutando entre lo más bajo de su sociedad, desde criminales a personas de las zonas más pobres del país, y no les importa si viven o mueren. Pocos moscovitas han caído en el frente, y menos aún los hijos de las élites. A largo plazo, esto debería hacer daño a la campaña rusa; todo depende de lo que el pueblo ucraniano sea capaz de aguantar.

Tras el permiso para el uso de misiles occidentales sobre territorio ruso, ha comenzado una nueva campaña de amenaza nuclear por parte de Rusia. Stalin dijo que el arma nuclear era un arma que no se podía utilizar, ¿cree que Putin opina lo contrario?

No, de hecho, Putin ha dicho lo mismo en varias ocasiones, aunque al día siguiente diga lo contrario. Putin sabe que una guerra nuclear no se puede ganar, y Xi Jinping y Modi, que son los que le sostienen económicamente, se lo han dicho públicamente. Lo que Putin quiere, y esto es así en todas las guerras, es celebrar un triunfo en las calles de Moscú, como hacían los antiguos romanos, y una guerra nuclear le privaría de eso. Putin no es un suicida y por eso la guerra nuclear está descartada. Lo mismo se puede decir del uso de un arma nuclear táctica en el frente de batalla, tendría que utilizarlo en el Donbás, es decir, según su visión, en territorio ruso y pondría en su contra a toda la comunidad internacional, incluidos sus aliados. Todo esto no son más que amenazas periódicas que no convencen a los gobiernos occidentales porque poco a poco van cruzando todas las líneas rojas, pero Putin tiene la esperanza de que amedrentando a la sociedad sean los propios pueblos de Occidente los que presionen a sus gobiernos para que le dejen bombardear Ucrania a placer. Creo que eso no va a pasar, pero, por supuesto, Putin no deja de intentarlo.

La respuesta de Rusia a los primeros ataques en territorio ruso fue el uso del misil “Oreshnik” contra la ciudad de Dnipro. El uso de este misil, ¿no es como matar moscas a cañonazos? ¿Supone un cambio real en la guerra?

Este misil es de alcance intermedio, pero es que Rusia está utilizando misiles balísticos como el Iskander, que puede llevar cabezas nucleares, desde el primer día de la guerra. También el Kinzhal, que se presentó como un misil hipersónico capaz de destruir a los Patriots, aunque eso no sucedió y los Kinzhal son derribados como los demás. Los misiles balísticos funcionan como balas de cañón y un misil como el Oreshnik, que Putin presenta como nuevo, pero seguramente es una evolución de un modelo anterior, alcanza su blanco mucho más rápido. Como están concebidos para llevar armas nucleares, no tienen mucha precisión y, aunque Ucrania no dispone de armas para detenerlos, su daño no va a ser mayor del que ya han causado los Iskander. En realidad, este misil no va cargado de explosivos, va cargado de miedo. Después de que Putin dijera que iba ir a la guerra contra la OTAN, algo tenía que hacer. Desde luego, no es rentable ni va a hacer más daño que un misil mucho más barato, es un arma de propaganda que busca amenazar y asustar a los ciudadanos desinformados de Occidente.

A pesar de estas amenazas, los hijos de la élite rusa siguen viviendo lujosamente en capitales de Occidente.

Así es. Y todos los propagandistas del Kremlin en Occidente que están continuamente hablando del apocalipsis viven en capitales que serían arrasadas en caso de guerra nuclear. Es decir, ni siquiera ellos se lo creen, pero es que, además, llevamos más de dos años y medio escuchando estas amenazas y han perdido toda la credibilidad. Desgraciadamente, mucha gente prefiere oír mentiras que le gusten a la verdad, y decir que la culpa es nuestra y no del que quiere matarnos. Parece que la verdad no debe estropear un buen relato, pero hay que procurar que la sociedad esté bien informada.

No obstante, este bombardeo de propaganda, ¿no sirve para que muchos ni siquiera se planteen, a pesar de las evidencias, que hay una guerra híbrida contra Occidente?

Así es. Ya hay muchos casos en los que se conoce la injerencia rusa. En España, sabemos de las conversaciones de Puigdemont con el Kremlin durante el proceso en Cataluña y también sabemos que Rusia va a ayudar a cualquier movimiento que debilite a España. Esto no es nada nuevo y lo hacen otros países, y si Estados Unidos puede debilitar internamente a Rusia lo hará, pero ha ido a más como consecuencia de la guerra y tenemos hackeos, sabotajes o crisis migratorias provocadas desde Rusia en Finlandia o Bielorrusia en Polonia. Cuando hablamos de desinformación, hay demasiados españoles y occidentales que se creen que esto es un bulo y es todo lo contrario.

Antes mencionaba que Occidente cruzaba todas las líneas rojas, sin embargo, parece que siempre se llega tarde, como han denunciado muchas veces los ucranianos. ¿Cuál cree que es la razón?

Mi impresión, después de casi tres años de guerra, es que Occidente está dispuesto a dar a Ucrania todo lo que necesite para resistir, pero no para ganar la guerra, porque tiene más miedo a la derrota de Putin que a la continuidad de la guerra. No por las amenazas nucleares, sino porque la Federación Rusa acabe como la Unión Soviética y sus armas nucleares acaben en manos de pequeños Estados. El final soñado de esta guerra para Occidente es una Rusia que se retire gradualmente de Ucrania, como hizo Nixon en Vietnam, pero teme una caída sin control de Putin.

Pero ante esa prudencia, Rusia no deja de subir las apuestas. La entrada de Corea del Norte en la guerra, que no está provocando las alarmas que debería, es una amenaza enorme para la estabilidad mundial.

Sí, es cierto. Rusia se ha pasado al lado oscuro de la humanidad y Putin se ha acercado a Kim Jong-un, a pesar de que firmó la última tanda de sanciones a Corea del Norte en la que se afirma que Corea del Norte se preocupa más de comprar armas que de alimentar a su población. Kim Jong-un no ha cambiado un ápice su postura, pero Putin se ha hecho su amigo y se ha desplazado al lado oscuro. Lo mismo ocurre con Irán, otro país del que está recibiendo armas, aunque Putin no lo admita. También ha reconocido al gobierno talibán y, poco a poco, está llevando a Rusia al estado de nación paria, con la diferencia de que tiene gas y petróleo para vender a todo el mundo, 6.000 armas nucleares y derecho de veto en el consejo de seguridad de Naciones Unidas.

El aspecto militar es menos relevante, con más de 1.000 bajas al día, el envío de 10.000 norcoreanos es la cosecha de diez días de la guerra. Es una cifra tremenda que, a la larga, puede ser demasiado para el pueblo ruso. No obstante, la relación con Corea del Norte es humillante para Rusia, como también lo es su relación con China, a la que Rusia se ha subordinado. Hace poco, Putin presumía de que sus nietos habían aprendido a hablar chino y yo me pregunto si con sus predecesores no hubiera sido al revés.

Foto: Godot13.

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