Ministra de Justicia de Hungría desde julio de 2019 hasta el 31 de julio de 2023, Judit Varga dimitió de su cargo para anunciar su candidatura como cabeza de lista del partido gobernante Fidesz a las elecciones europeas de 2024.

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Usted ha sido ministra de Justicia durante los últimos cuatro años y la cara más visible del Gobierno húngaro en Bruselas. ¿Por qué decidió presentarse a las elecciones europeas y encabezar la lista electoral de Fidesz al PE en 2024?

El primer ministro me preguntó por qué quería dejar el cargo si las cosas iban bien. Lo estaba haciendo todo bien. Pero la verdad es que como ministro diriges una oficina 24 horas al día y no puedes ocuparte de los asuntos políticos como te gustaría. Y ahora quiero centrarme en las elecciones europeas, especialmente en el movimiento conservador, y tener tiempo para viajar, difundir nuestros puntos de vista y mostrar la alternativa al votante europeo. Hay una buena alternativa húngara y también pro europea para dirigir las instituciones europeas que puede tener éxito. Esto es lo que quiero transmitir a los ciudadanos europeos para que ayuden a la derecha conservadora a ganar la mayoría el año que viene.

Judit Varga
Judit Varga.

Después de las llegadas masivas de inmigrantes a la isla italiana de Lampedusa, Giorgia Meloni y Ursula Von der Leyen dieron una rueda de prensa. La presidente de la Comisión Europea mostró de nuevo su incapacidad para afrontar la realidad y cada vez son más los que creen que la UE no tiene solución. ¿Cree que es posible cambiar la Unión Europea?

Soy optimista y creo que tenemos una oportunidad, sobre todo si mostramos a los ciudadanos cuáles son las consecuencias de la inmigración ilegal y masiva. Para eso necesitamos una fuerte presencia en los medios de comunicación, y además en este momento los principales medios apelan a los sentimientos y no a la racionalidad. Los países mediterráneos están sometidos a una enorme presión emocional al ver a niños muriendo en el mar, pero si eres un responsable político, tienes que enviar un mensaje diferente y responsable. El problema con el paquete migratorio que se está negociando ahora es la filosofía subyacente; una filosofía de fronteras abiertas y envío de cartas de invitación. El mensaje que hay que enviar es: no hay posibilidad de asignación, por favor, no vengas. Si un país necesita mano de obra, puede hacerlo por la vía legal, y para eso están las embajadas, los consulados y los programas de cooperación con terceros países. Lo que no es justo es hacer compartir la carga a países que no han estado presentes en el Tercer Mundo, ni tienen un vínculo histórico con su pasado. Nunca formamos parte de esas decisiones, así que ¿por qué deberíamos tener alguna responsabilidad al respecto? Esta es una postura centroeuropea y también húngara. Nunca hemos aceptado enviar cartas de invitación al mundo y no compartiremos la culpa por ello. La UE dispone de suficientes activos para gestionar este problema, como los instrumentos financieros para llegar a acuerdos con terceros países para detener, no gestionar, la migración. El principio subyacente debería ser cambiar por completo y decir: No, lo fundamental es no venir aquí. Todo lo demás es palabrería.

Vemos un mal ejemplo en el PPE, que abandonó sus principios por un oportunismo a corto y a medio plazo. Pensaron que como los liberales eran dominantes, tenían que seguir su narrativa y rechazar todos sus principios, desde el cristianismo a las políticas de familia, para mostrarse a favor de ideas progresistas

Como dice, la presión emocional es enorme. Si no aceptas las fronteras abiertas, se te hace responsable de lo que le sucede a los inmigrantes.

Los políticos que apelan a nuestras emociones son responsables de las personas que se sientan en esos botes, porque les han hecho la señal para que vengan a Europa. Un mensaje equivocado desde nuestra perspectiva. Y en la política de migración no necesitamos compromiso, sino tolerancia. Yo tolero la política de migración de otros países, pero espero respeto para mi política de migración. Necesitamos que se respete nuestra posición. Esta debería ser la forma europea de tratar con los problemas. Respeto mutuo.

Hubo una intervención muy buena de un diputado griego sobre el tráfico de personas y la criminalidad en el Mediterráneo, en la que defendió que hasta que no acabemos con esas actividades, hasta que no mandemos el mensaje a las ONG de que son los Estados miembros los que deciden quién entra y quién no, siempre tendremos este problema. Hungría ha demostrado en tierra, con una fuerte protección física, que se puede parar la inmigración ilegal. Y en el mar también es posible, como demostró el periodo de Salvini como ministro del interior.

Salvini tiene un nuevo juicio por esta causa a primeros de octubre, en el que el actor multimillonario Richard Gere acudirá como testigo en su contra.

En Hungría tomamos medidas legales para proteger nuestras fronteras, que han sido denunciadas por la Comisión Europea, y pronto sufriremos multas diarias por no cumplir determinadas sentencias, básicamente de varios miles de euros al día. En realidad, es un tema de campaña muy bueno: por proteger a Europa hay que pagar una multa. También hemos introducido los puntos críticos para evitar lo que se llama «migración secundaria». Si quieres entrar en Hungría desde Serbia, no puedes presentar la solicitud de asilo en la frontera, tienes que hacerlo en el consulado de Belgrado, y allí se decide si se acepta o no. Porque una vez dentro de la UE, si la decisión no se toma antes del breve plazo, que nunca es el caso, los solicitantes de asilo son libres de moverse dentro del espacio Schengen. Esta medida también ha sido denunciada y está en el Tribunal Europeo, y perderemos. Lo más gracioso es la hipocresía, porque luego te enteras de que los alcaldes belgas se quejan de los problemas que causa esta migración secundaria y piden una solución. La solución está aquí: No traigamos el problema a Europa. Pero con este paquete migratorio de la UE es imposible porque va en contra de los intereses europeos y es una amenaza para su cultura.

Me gustaría decir a los votantes europeos que no es una cuestión de humanidad. La migración económica no es un derecho humano, el asilo desde una zona de guerra sí lo es. Un país vecino de una zona de guerra debe acoger refugiados, como ha hecho Hungría con Ucrania (ya se han recibido 1,2 millones de solicitantes de asilo desde el inicio de la guerra), pero cuando hablamos de migrantes económicos que vienen de tierras lejanas y han pasado por muchos países seguros, desde el punto de vista legal es absurdo.

Tenemos el ejemplo reciente de Bielorrusia y Polonia, donde la inmigración ha sido empleada como un arma de desestabilización por el régimen de Lukashenko.  En España sufrimos habitualmente la presión de Marruecos y el caso italiano también parece premeditado. ¿No cree también que hay que acabar con ese mito, con esa mentalidad ingenua, de que la inmigración siempre es buena?

Es una mentalidad hipócrita que no quiere ver la realidad. Y ahora es el momento, con las elecciones europeas, de que nuestros ciudadanos elijan libremente. Tenemos que utilizar todos los canales, las redes sociales, para eludir a los grandes medios de comunicación y mostrar la realidad. Una vez más, debemos estar unidos, independientemente de nombres, líderes de partidos o grupos. Hay diferentes sensibilidades en la derecha europea, pero en mi humilde romanticismo húngaro pondría unas palabras en la bandera de la derecha europea: No a la inmigración, no al género, no a la guerra, no al imperio europeo sino a los Estados nación libres. Son palabras muy sencillas, luchemos juntos para que esta misión se cumpla y consigamos el mayor número posible de votantes. Tenemos que generar el impulso necesario para que los ciudadanos se sientan realmente animados de que estamos unidos en torno a esos principios, independientemente de dónde te sitúes realmente en la derecha. Creo que todos los partidos de derechas deberían tener esto en sus mensajes, porque muestra a los ciudadanos que hay una opción, que se puede elegir a alguien que dice lo que yo pienso. En Hungría, Fidesz siempre ha nombrado el problema en el momento adecuado. Cuando vimos que la inmigración no era buena para nuestros ciudadanos, lo dijimos, y no nos importaron las consecuencias ni la presión mediática.

Es muy importante tener la “zona de poder central”, así es como la llamamos, que en un contenido intelectual significa que ante diferentes retos, como el género, la familia, o la migración u otros fenómenos, nuestro movimiento político busca las respuestas adecuadas que se identifiquen con nuestra identidad cultural. Le pondré un ejemplo, si preguntas en Hungría si es mejor vivir de subsidios y tener hijos, o vivir de tu trabajo y tener hijos con reducciones fiscales, obviamente la respuesta correcta es vivir en una sociedad basada en la familia y el trabajo. Y nosotros identificamos nuestro movimiento político con esta respuesta normal y correcta. Y aunque a muchos no les guste ni yo ni mi partido, está a favor de la respuesta que damos. Si preguntamos a los húngaros si la familia es importante, el 99% responderá que sí, y llevamos muchos años introduciendo la familia en el centro de nuestras políticas. Lo mismo ocurre con la inmigración, hemos dicho que no es buena y que hay que frenarla. ¿Qué puede decir la oposición? ¿Qué es buena cuando la mayoría de los húngaros, incluidos muchos de sus votantes, la rechazan?

Un ejemplo sería el referéndum contra la propaganda de género que se celebró en Hungría el mismo día de las elecciones generales. Creo que el número de personas que votaron contra esta propaganda superó a los que votaron por Fidesz.

Así es. Tres millones de húngaros votaron por Fidesz, pero 3,7 millones votaron contra la propaganda de género. 700.000 votos que no nos eligieron a nosotros, pero sí a nuestra política contra la ideología de género. Creo que es una buena estrategia y comportamiento en política: darse cuenta de qué es lo que necesita la sociedad. Esta es nuestra receta para tener una política conservadora exitosa. Hay que hablar sin rodeos y que la derecha esté unida. Enfrentar a la derecha no debería ser una estrategia.

Las diferentes sensibilidades y posturas, por ejemplo en el caso de la guerra en Ucrania o por conflictos nacionales entre países, hacen muy poco probable la unión de las derechas europeas en un único grupo, pero, ante la grave situación que estamos viviendo, ¿cree es posible superar esas diferencias y establecer una colaboración efectiva en unos pocos puntos comunes?

Hay que poner las cuestiones importantes primero y no preocuparse por las divisiones internas. A la hora de formar los grupos hay reglas estrictas que seguir y es sobre todo un paso más táctico y matemático. Pero el primer paso es conseguir el mayor número de votos posible y este es el mensaje que quiero transmitir a cada líder político, porque nuestro interés está en conseguir está dinámica durante la campaña europea. Creo que se puede conseguir, o de lo contrario nada cambiará. Si los europeos no quieren más inmigración ni propaganda de género en las escuelas, tienen que ir a votar. Tenemos que hablar de soberanía, del interés estratégico europeo, y de cómo proteger nuestra forma de vida, porque eso es lo que está en juego. A los ciudadanos europeos hay que preguntarles si les gusta cómo viven hoy día y explicarles que está en peligro. Hay un verdadero peligro cultural y en 100 años no se podrá reconocer a Europa.

Haré todo lo posible por difundir este mensaje y creo que las políticas húngaras son un buen ejemplo. En la derecha europea tenemos diferencias internas de opinión respecto a las relaciones con Rusia, aunque eso estaba presente antes de la guerra. Por razones geopolíticas y geográficas recibimos su energía, queremos ser libres de esa dependencia, pero necesitamos más tiempo y por eso no apoyamos las sanciones a la energía. Polonia tiene una historia diferente y la respetamos. Más allá de estas diferencias, la alianza entre Polonia y Hungría permanece intacta. Seguimos manteniendo una cooperación profesional muy buena cuando se trata de los problemas reales. Así que recomiendo algo a nuestra oposición, en cualquier lugar de Europa y de Hungría: no vayan al funeral de la amistad entre Hungría y Polonia porque está floreciendo y seguirá muy activa.

En ambos casos se trata de defender los intereses nacionales, que es lo que se supone que debe hacer un gobierno.

Es lo normal. Si no te respetas a ti mismo cómo esperas que los demás te respeten. No comparto muchas de las políticas que, por ejemplo, sigue Alemania, que pretende imponer sus valores en política exterior, con las consecuencias que eso va a traer en sus negocios, pero son decisiones de un gobierno elegido democráticamente. Nosotros creemos que hay que ser más pragmáticos en las relaciones con terceros países. Lo que sí podemos ofrecer a los ciudadanos europeos es una alternativa mucho más racional y con un uso más respetuoso de las instituciones, y las elecciones europeas nos ofrecen la posibilidad de cambiar el equilibrio de poder, porque si no, tendremos más de los mismo: más inmigración, más euro federalismo. más estructuras supranacionales, y la UE caminará hacia su desintegración. Algo que ya comenzó con el sistema de tomar decisiones ignorando los intereses de los Estados miembros. Todo eso está trabajando contra la unidad y el interés europeo, contra todo el continente, sus raíces cristianas y el espíritu de colaboración y consenso. La UE cada vez se parece más a una compañía multinacional que se apoya en ONG financiadas internacionalmente. y cuyos políticos se comportan como marionetas porque son vulnerables a los medios de comunicación. ¿Es este el mundo en el que queremos vivir o daremos espacio a la soberanía, el interés nacional y la colaboración respetuosa?

Antes mencionó que enfrentar a la derecha no debería ser una estrategia. Desgraciadamente, eso es lo que ocurrió en las últimas elecciones en España, donde el Partido Popular atacó a su único posible aliado, VOX. ¿Qué receta le daría a la derecha española para ser una alternativa de éxito?

La receta es ser honesto cueste lo que cueste, pero antes de eso tienes que saber que necesita la sociedad española, y tal vez la sociedad española no es como la húngara, que tiene su propia mentalidad y tradiciones. Hay que ser leal con tus principios, aunque seas estigmatizado y atacado, porque a largo plazo se demostrará que eres una alternativa que funciona. Para eso hace falta que los políticos tengan una cierta mentalidad. Y vemos un mal ejemplo en el PPE, que abandonó sus principios por un oportunismo a corto y a medio plazo. Pensaron que como los liberales eran dominantes, tenían que seguir su narrativa y rechazar todos sus principios, desde el cristianismo a las políticas de familia, para mostrarse a favor de ideas progresistas. Cedieron toda su narrativa porque pensaron que ganarían más en las elecciones y con el tiempo se ha demostrado que no funciona porque al final están perdiendo la carrera. Mire lo que ha pasado en Alemania. No se puede importar el producto que hacen en Bruselas y hacérselo tragar a tus ciudadanos, que es lo que los liberales han hecho siempre en Hungría. El espíritu húngaro es que somos quienes somos, hacemos nuestro propio producto y lo llevamos a donde se toman las decisiones.

Foto: Helena Lopes.

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