En 2021 el gobierno de Kyriakos Mitsotakis introdujo un conjunto de reformas del mercado laboral que permitía que hubiera jornadas de 10 horas, dentro del reparto de 40 horas semanales. La posibilidad de que empresarios y trabajadores pudieran pactar un reparto de las horas diferente del de las ocho diarias puso en pie de guerra a los sindicatos y a Syriza.

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Ahora Mitsotakis ha impulsado una reforma más audaz: abre la posibilidad de que empleados y empresarios pacten semanas de trabajo de seis días, para un total de 48 horas semanales.

No es una opción válida para toda la economía. Sólo se permitirá en algunos sectores que tienen que operar 24 horas al día y necesitan que haya turnos de trabajadores. Y las horas que superen las 40 semanales supondrán un aumento del sueldo por hora del 40%. Lo que quiere evitar el Gobierno es que haya empresas que, ante la falta de trabajadores cualificados, no puedan responder a picos de trabajo, teniendo a esos empleados en la plantilla. De hecho, sólo se puede acordar cuando haya una carga extra de trabajo.

El ministerio de Trabajo le queda grande a Yolanda Díaz, que desconoce minuciosamente todo lo que debe tener en cuenta un ministro de empleo. Le quedaría mejor un cargo talla XS, como una concejalía de bailes regionales

Lo que quiere el gobierno no es sólo que haya empleados que trabajen, produzcan y cobren más, sino permitir que aflore a la economía regulada muchas horas que se trabajan en negro y, por tanto, no aportan ingresos al fisco.

Mitsotakis merece cierto crédito por lo que se refiere a la gestión económica. Llegó al poder en 2019 y renovó su mandato el año pasado. Cuando llegó al poder, su gobierno debía 1,8 veces el valor de la producción nacional. Al año siguiente la deuda alcanzó el 207%, porque la economía se desplomó un 9,3% en plena pandemia. Pero es de los países en que más rápido baja el peso de la deuda, que ya cae por debajo del 162%. Ha recuperado la inversión extranjera, las familias ahorran de nuevo, pero le está costando recuperar el crecimiento, por más que supere con creces el de la eurozona. El desempleo supera por poco el 10%, y la tendencia es a la baja.

La medida va a facilitar que unas cuantas empresas puedan reaccionar a los aumentos de demanda de sus clientes, y para que miles de familias puedan mejorar sus ingresos. No va mas allá. Pero ha llamado mucho la atención porque va en contra de la ideología oficial. Esa ideología que dice que tenemos que producir cada vez menos, y que tenemos que trabajar menos horas.

Esta ideología se deshace como un terrón de azúcar si tenemos en cuenta varias afirmaciones incontrovertibles.

  1. El salario depende del valor que aporta el trabajador. En términos técnicos se dice que el salario depende de la productividad marginal. Y, por ser más precisos, del valor descontado de la productividad marginal. (Descontado por el interés, porque al trabajador se le paga hoy por un servicio que no madurara y adquirirá valor hasta el futuro).
  2. Con la misma productividad por hora, si trabaja más ganará más. Si trabaja menos, ganará menos.
  3. Un mismo trabajador puede ser más o menos productivo en función dónde trabaje: si el proceso de producción es de mucho valor o el empleado cuenta con un capital que lo haga más productivo, sus horas de trabajo aportarán mucho valor, y su sueldo será alto. Ejemplo: un conductor de una cosechadora. Si trabaja con poco capital, de modo que sus horas de esfuerzo rinden poco, tendrá un sueldo o unos ingresos bajos. Ejemplo: un campesino de la época romana.
  4. La mejora de los sueldos depende de la mejora en la productividad, y ello depende de la inversión en capital. Cuanto más invierta una economía, más crecen los salarios.
  5. Con una mayor productividad, aumenta la renta. La renta se puede dedicar a un mayor consumo o a un mayor ahorro o a ambos.
  6. El tiempo de ocio, como explicó Eugene von Böhm-Bawerk, es una forma de consumo. De modo que si el trabajador aumenta el consumo lo puede hacer tanto adquiriendo más bienes y servicios como teniendo más tiempo de ocio (trabajando menos).

Una persona o una familia que aumenta su productividad puede reaccionar de tres maneras: a) aumenta su tiempo de ocio y mantiene o mejora su nivel de vida en otros aspectos, b) mantiene sus horas trabajadas y aumenta su renta monetaria, o c) aprovecha que sus horas son más productivas para trabajar aún más horas. Qué es lo que haga depende de sus preferencias, y la teoría económica no puede decir nada al respecto.

La ministra del paro y vicepresidenta de Pedro Sánchez, Yolanda Díaz, ha dicho que va a obligar a empresas y trabajadores, en 2025, a que las jornadas no superen las 37,5 horas semanales, pero manteniendo el sueldo. Parafraseando a Fedea, es como si Yolanda Díaz decreta que los líderes del sindicato bicéfalo lleven una camisa XS. Obligarles a hacerlo no les va a hacer más delgados, como reducir el número de horas no va a hacer a los trabajadores más productivos por hora.

La medida afectaría a dos de cada tres trabajadores que faenan más de 37,5 horas semanales (no a los empleados públicos, a quienes se les cae el boli a las 36 horas), según Fedea. Aumentaría los costes a las empresas sin aumento de productividad. Empeorará en un primer momento la rentabilidad y competitividad de las empresas españolas, y lo acabarán pagando… los trabajadores. Los costes salariales se ajustarán a los niveles que restituyan la rentabilidad, y los empleados acabarán cobrando menos por trabajar menos.

El ministerio de Trabajo le queda grande a Yolanda Díaz, que desconoce minuciosamente todo lo que debe tener en cuenta un ministro de empleo. Le quedaría mejor un cargo talla XS, como una concejalía de bailes regionales, o ser CCO (Chief Coffee Officer) de una tienda de reprografía. Pero es lo que tenemos.

Ajustar a los empleados el tiempo que pueden dedicar a mejorar su situación es cualquier cosa menos una medida en favor de los trabajadores. Mejor sería, como en Gran Bretaña, Países Bajos y Alemania, no imponer un límite máximo y dejar que empresas y trabajadores negocien las condiciones de trabajo. Todas.

Foto: La Moncloa – Gobiernode España.

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