Aumento alarmante de la pobreza. Extensión generalizada de la miseria, cientos de miles de venezolanos obligados a emigrar para poder huir del hambre en su país. Instalaciones sanitarias mugrientas, sin personal ni medicamentos, una moneda que ni siquiera merece ese nombre, descensos escandalosos en la productividad del país. Para mantenerse en el gobierno, Maduro y sus secuaces toman como rehenes a su población y suprimen cualquier oposición.

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Venezuela es uno de los mejores ejemplos posibles si pretendemos explicar por qué el socialismo, a pesar de las mejores intenciones, no solo no puede superar la pobreza, es el sistema perfecto para aumentarla. La política de Chávez primero y Maduro después se basa en la lucha contra la propiedad privada y la libre disposición privada sobre los medios de producción. Desactiva el mecanismo de precios del mercado; regula, ordena y paraliza el proceso productivo. Corrompe mediante grilletes legales el mercado laboral, impide mediante la imposición igualitarista todo intento de iniciativa privada destinada a procurar el bienestar propio. La superación socialista de la pobreza no cuenta entre sus herramientas con el aumento de la productividad a través del intercambio libre y voluntario de habilidades y productos, sino que busca alcanzar sus metas únicamente mediante la distribución forzosa de beneficios sociales. La pobreza queda así apenas disimulada tras el anonimato obligatoriamente silencioso de unos ciudadanos cada vez más dependientes del Estado y los caprichos de sus líderes.

La producción económica de Venezuela no solo se ha reducido drásticamente durante las décadas de socialismo bolivariano, sino que también se ha creado una élite burocrática y corrupta que se beneficia y enriquece en el sistema. En el socialismo real no se enriquece quien es rentable e innovador, sino quien se sienta al mando de las palancas del poder y distribuye los recursos que el estado sustrae de los sectores productivos de la sociedad.

El experimento de Venezuela es demoledor en sus resultados: los altos ingresos procedentes del petróleo permitieron que el trabajo de destrucción económica permaneciera invisible durante mucho tiempo. Pero ahora, y precisamente por tratarse Venezuela de un país enormemente rico, queda más claro lo que realmente es el socialismo: una maquinaria de destrucción de valores y generación de pobreza, que en última instancia lleva a la gente a la servidumbre política y a un país democrático a la dictadura.

Los socialistas de todos los partidos afirman, fieles a la teoría de Karl Marx de la plusvalía y la explotación, que el sistema actual es un cartel capitalista, en el que la mano de obra recibe poca recompensa por su trabajo y se produce un trasvase de riqueza de los pobres a los ricos. Ludwig von Mises, siguiendo las ideas de Böhm-Bawerk sobre la subjetividad del valor de los bienes, se dio cuenta de que la capacidad creativa del hombre es el origen de su voluntad, sus valoraciones sobre las cosas y su conocimiento. Cualquier sistema que se base en la coerción violenta contra el hombre actuante, socava su capacidad creativa. Tanto el socialismo, como cualquier sistema de pseudo-mercado corporativista intervencionista, se basan en la coerción.

Los intervencionistas sostienen ser capaces de dirigir el mercado a través de la coerción y/o la intervención. Pretenden, mediante el uso de tipos de interés y medidas de política monetaria, corregir el endeudamiento desmesurado de las economías mundiales al tiempo que incentivan artificalmente el mercado. Este cálculo económico socialista cojea. Mises se dio cuenta de que semejante presunción necesita de lo que él llama” información de primera mano”.

Sin embargo, esta información de primera mano no puede aparecer en un sistema socialista, basado en la coacción y, en consecuencia, impide total o parcialmente el intercambio voluntario. Para comprender esto necesitamos entender la distinción entre el mundo subjetivo de cada uno de los individuos, el “mundo ordinal”, y el mundo exterior de las valoraciones, el “mundo cardinal”. El mundo cardinal se evidencia a través de los precios de mercado en unidades monetarias. El puente indispensable entre esos dos mundos es el acto voluntario de intercambio interpersonal. Si evitamos con planificación -y la necesarias violencia y coerción para implantar el plan- la acción libre del hombre, no se produce el intercambio voluntario. Por lo tanto, destruimos la conexión entre el mundo ordinal y el cardinal, suprimiéndose así la subjetividad de los precios, la disposición individual a pagar y, por lo tanto, la “información de primera mano”. El cálculo económico se hace imposible.

Para Mises, la idea socialista implica un “error intelectual”. Es obvio que es imposible en la práctica organizar una sociedad por la fuerza, ya que es imposible que el órgano de control tenga toda la “información de primera mano” necesaria. Las soluciones de los socialismos reales siempre han sido la opresión y la hipervigilancia ideológica de sus “planificados”. A pesar de que el organismo planificador es consciente de que no puede conocer los efectos reales de lo planificado, realiza una apreciación económica o matemática de este. Los nefastos resultados de todos los intentos históricos de llevar con éxito a la práctica una economía planificada en tales términos queda manifestada en la historia de fracasos de todos esos países que han intentado interpretar el llamado socialismo real. Los procesos sociales tales como el mercado no se pueden planificar, tal y como dejó claro Friedrich August von Hayek más tarde al definir su “orden espontáneo”.

Pero no solo de pan vive el hombre… y los venezolanos claman también porque les sean devueltas sus instituciones, su libertad, su democracia. Tras décadas de adoctrinamiento en la mentira según la cual más socialismo es más libertad, les resultará muy difícil despegarse de los vicios aprendidos. Desnudarse de la Constitución vigente, un engendro chavista. Recapacitar y darse cuenta de que podemos tener socialismo y libertad en muy diversos grados de interacción, pero es imposible tener más socialismo y más libertad al mismo tiempo. Es como aguar vino en una barrica: el vino tendrá una mayor o menor proporción de agua, pero es imposible aumentar en la barrica la cantidad de vino y agua a la vez. Cuanta más agua socialista le añadan a su democracia liberal (si la consiguen), más aguada quedará su libertad.

El socialismo es impracticable. Lo es porque cualquier ideología que pretenda planificar los procesos sociales o influenciar éstos mediante medidas políticas traducidas en coerción, anula cualquier posibilidad de crecimiento y progreso: elimina la creatividad motriz. Todo sistema socialista va contra la naturaleza humana y es extremadamente antisocial. Solo cuando hemos entendido cómo ocurre la creación de valor y cómo surge la prosperidad y que ello requiere no solo libertad política, sino también económica, solo entonces seremos capaces de entender por qué el experimento (enésimo) socialista en Venezuela ha fracasado y ha dejado a los venezolanos sumidos en la más dura de las pobrezas.