A Alejo Vidal Quadras le quisieron segar la vida con el disparo en la cabeza de un sicario, por fortuna algo incompetente, hace un par de semanas siguiendo, con bastante probabilidad, las órdenes de algún tirano siniestro. Las noticias sobre el estado de salud de Alejo son esperanzadoras y eso me anima a escribir unas líneas sobre lo que Vidal Quadras ha significado para cualquier español que no haya sucumbido a los encantos mitológicos de su patria chica, mejor dicho, a los diversos cuentos que han inventado los políticos miopes y oportunistas que pretenden erigirse en los representantes únicos de sus pequeñas y pretenciosas naciones con el inequívoco objetivo de eliminar de ellas todo lo que se oponga a sus pretensiones de control total. Esos nacionalismos que son sinónimo de ridícula mediocridad y de fanático sectarismo han tenido en Alejo a un enemigo implacable, lúcido, valiente, divertido y temible.

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Yo tengo la fortuna de haber podido ser amigo de Alejo y he podido comprobar su enorme notoriedad, cómo, pese a que ningún aparato oficial haya puesto el menor interés en la terrible noticia que ha supuesto la tentativa de asesinarle, las gentes más sencillas y alejadas de la refriega política hablaban por todas partes de él, con cariño y preocupación. Siendo, por tantas razones, un auténtico aristócrata, ha alcanzado ese nivel de popularidad que no siempre se concede por méritos. Un solo ejemplo bastará para acreditarlo: el día anterior a su atentado había estado tomando un café con él en una de esas gasolineras de carretera y semana y medio después, al volver a pasar por allí, el empleado me preguntó si sabía cómo se encontraba don Alejo y me dijo que se había quedado muy impresionado por su entereza al ver cómo se mantuvo en píe tras recibir el disparo.

Esa popularidad de alguien en verdad excepcional es algo que mueve al optimismo en momentos tan graves y oscuros como los que estamos viviendo. Una de las cosas que distinguen a Alejo es que ha sido un científico competente antes de ser una figura pública y ese amor por la libertad intelectual y por el rigor lógico que caracterizan el trabajo del buen científico Alejo los ha llevado a la vida política, un terreno en el que, por el contrario, abundan las simulaciones y las mentiras, el lenguaje confusionario y las patadas a la lógica más elemental.

Alejo es el arquetipo de político comprometido con la libertad, con la irrenunciable suya en primer lugar, que no se somete a prejuicio ni a ninguna disciplina que no sea la de una rigurosa exigencia intelectual y moral

Siendo un catalán de generaciones nunca se dejó arrastrar por las interesadas monsergas del nacionalismo pujolista, al servicio de fer país, el lema que Pujol empleaba para expulsar a España de Cataluña, para hacer un país monolingüe y amparar una cultura excluyente, y Alejo se convirtió en una auténtica pesadilla para el personaje. Como recordaba días atrás Francesc de Carreras, Vidal-Quadras pasará a la historia como el primer diputado que dijo en el Parlamento de Cataluña que él no era nacionalista y que Cataluña no era una nación, algo insoportable para los promotores del negocio del separatismo catalán que ahora se encuentra en pleno florecimiento gracias a la colaboración entusiasta del PSOE, no sólo de Pedro Sánchez.

¿Qué necesidad tenía Alejo de meterse en tales aprietos? Muy sencillo, su determinada voluntad de resistir a los mitos sin fundamento y su decidida oposición a todo lo que significase una burla a la libertad individual, al derecho a pensar por propia cuenta, su apuesta por la sociedad civil frente al estatismo y su creencia en que la única manera de conseguir riqueza y alcanzar el mayor beneficio para todos está en la libertad económica y en la competencia civilizada típica de las sociedades abiertas. Sus adversarios han estado siempre claros, el socialismo demagógico de la izquierda y el estrecho nacionalismo que busca anonadar al individuo libre en una sociedad unánime sometida al dictado de ayatolahs que engañan al público haciéndoles creer que solo ellos defienden sus intereses y creando enfrentamientos artificiales con el enemigo exterior, con España en el caso del miope y falsario nacionalismo catalán.

No contento con tan abigarrada gavilla de contrarios, Alejo no vaciló a la hora de ayudar a otros que se enfrentaban con obstáculos de enorme envergadura  en su lucha por la libertad política durante su larga etapa en el Parlamento europeo. Aquí su aguda inteligencia no se paró a valorar los riesgos que correría apostando por el apoyo decidido al grupo de iraníes que, disperso por el mundo, trata de oponerse a la tiranía del integrismo religioso de los chiíes persas. Es muy fácil, como se sabe, que la mano asesina que quiso enviarle a mejor vida proceda de semejante paraíso. Pero Alejo no vaciló ni un minuto en abrazar una causa tan razonable por remota que pudiera parecer y el éxito le ha acompañado en esta tarea al haber logrado rescatar a esa oposición al integrismo religioso de los clérigos iraníes de las listas internacionales en que figuraban como terroristas, algo que los mandamases de Teherán no le han perdonado.

Muchas noticias sobre Alejo lo califican como expolítico, pero apenas puedo imaginar un apelativo tan poco adecuado. Alejo no tiene en la actualidad ningún cargo, eso es cierto, pero es pura miopía confundir a los políticos con los que ejercen un papel pautado, demasiado pautado casi siempre, dentro de las instituciones. Alejo es político por los cuatro costados, la política, la actividad más noble al decir del gran Burke, le sale a borbotones de la cabeza y el corazón. No persigue nada personal, menos aún lo que ya tiene, la notoriedad y el cariño de tantos, sino algo mucho más importante: que aprendamos a ser más libres y mejores, que sepamos amar a nuestra España con esfuerzo, con pasión, pero con inteligencia, sin desmayo.

Frente al funcionario de parte que busca el condumio y el pesebre, siempre a la espera por si cae alguna comisioncilla no del todo vergonzosa, Alejo es el arquetipo de político comprometido con la libertad, con la irrenunciable suya en primer lugar, que no se somete a prejuicio ni a ninguna disciplina que no sea la de una rigurosa exigencia intelectual y moral y que no está dispuesto a dejar en las exclusivas manos de nadie la tarea de construir una democracia mejor, fuerte y admirable. No vivimos tiempos propicios a la retirada y somos multitud los que anhelamos con firme esperanza que Alejo se nos haga visible de nuevo, que su palabra no desmaye y que con su esfuerzo y el de otros muchos la España que merecemos no se aleje por más tiempo del horizonte.

Foto: Ave Maria Mõistlik.

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J.L. González Quirós
A lo largo de mi vida he hecho cosas bastante distintas, pero nunca he dejado de sentirme, con toda la modestia de que he sido capaz, un filósofo, un actividad que no ha dejado de asombrarme y un oficio que siempre me ha parecido inverosímil. Para darle un aire de normalidad, he sido profesor de la UCM, catedrático de Instituto, investigador del Instituto de Filosofía del CSIC, y acabo de jubilarme en la URJC. He publicado unos cuantos libros y centenares de artículos sobre cuestiones que me resultaban intrigantes y en las que pensaba que podría aportar algo a mis selectos lectores, es decir que siempre he sido una especie de híbrido entre optimista e iluso. Creo que he emborronado más páginas de lo debido, entre otras cosas porque jamás me he negado a escribir un texto que se me solicitase. Fui finalista del Premio Nacional de ensayo en 2003, y obtuve en 2007 el Premio de ensayo de la Fundación Everis junto con mi discípulo Karim Gherab Martín por nuestro libro sobre el porvenir y la organización de la ciencia en el mundo digital, que fue traducido al inglés. He sido el primer director de la revista Cuadernos de pensamiento político, y he mantenido una presencia habitual en algunos medios de comunicación y en el entorno digital sobre cuestiones de actualidad en el ámbito de la cultura, la tecnología y la política. Esta es mi página web