Entre muchas reformas, el decreto incluye: uno, derogación de la ley de alquileres, para que el mercado inmobiliario vuelva a funcionar sin problemas, y alquilar no sea una odisea. Dos, derogación de la ley de abastecimiento, para que el Estado nunca más atente contra el derecho de propiedad de los individuos. Tres…”.

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Javier Milei había asumido ocho días antes la presidencia de Argentina. Desgranaba así, una por una, 30 de las más de 300 medidas que buscan darle la vuelta al sistema económico argentino.

Antes de hacerlo, el presidente hizo una exposición de motivos a los que los políticos no nos tienen acostumbrados. Primero, porque habla de los políticos en tercera persona. Segundo, porque es muy difícil ver a un representante político abrazar el liberalismo con ese convencimiento y esa desenvoltura. Y tercero, porque incluso entre los liberales no es habitual hacer un análisis político de tan hondo calado.

Milei compareció acompañado de todo su gobierno. Parecía un tenor rodeado de un coro, entonando una canción fúnebre. El decreto comienza proclamando que hay situación de “emergencia pública” en materia económica, financiera, fiscal y social

“Después de décadas de fracasos, empobrecimiento, decadencia y anomia, hoy comenzamos formalmente el camino de la reconstrucción”. No habla de cambiar el rumbo del kirchnerismo, fase superior del peronismo, sino de desmantelar legal, económica e ideológicamente a este último.

Limpiar los establos de Augías fue siempre un trabajo hercúleo. Pero Milei se ha dispuesto a hacer bueno el mito. Para ello, como el hijo de Júpiter, va a tener que desviar la corriente de un Río. No necesariamente el Río de la Plata, pero sí la corriente ideológica que asola el país, y que le ha llevado hasta donde está. Vamos, que no basta con un decreto, aunque arrastre a más de tres centenares de grilletes en la economía argentina.

No ha citado a Friedrich A. Hayek, pero ha dicho esto: “Un grupo de burócratas, sentados en una oficina, pueden planificar las vidas de millones de seres humanos. Considerando sus deseos, capacidades, preferencias, y circunstancias. Es una doctrina que considera que los políticos, en consecuencia, son omnipresentes, omniscientes y omnipotentes. Es decir, que en esencia, es una doctrina que considera que los políticos son Dios”.

Nosotros sabemos que, ni por conocimiento, ni por poder, qué más quisieran, ni por perfección moral, se acercan a Dios los políticos. “Pues bien, nosotros hemos venido a decirles que los políticos no sólo no son Dios, sino que son la causa de nuestros problemas”. Y los ha mencionado uno a uno. El problema fiscal que deviene en inflacionismo, que deviene en un mayor problema fiscal. La incesante lucha del peronismo contra la riqueza de los argentinos, que contra todo pronóstico ha llevado a la pobreza a la mayoría. En fin, un apocalipsis económico y social que llamamos progresismo, y del que se escapan la clase política y los empresarios asidos al poder, que acumulan fabulosas fortunas.

Todo ello resulta de lo más conveniente. Porque en esas condiciones parece adecuado renovar el discurso contra la desigualdad que les mantiene a ellos nadando en la abundancia y al pueblo argentino dialogando con el hambre.

Milei compareció acompañado de todo su gobierno. Parecía un tenor rodeado de un coro, entonando una canción fúnebre. El decreto comienza proclamando que hay situación de “emergencia pública” en materia económica, financiera, fiscal y social. En su segundo artículo, declara que “el Estado Nacional promoverá y asegurará la vigencia efectiva, en todo el territorio nacional, de un sistema económico basado en decisiones libres, adoptadas en un ámbito de libre concurrencia, con respeto a la propiedad privada y a los principios constitucionales de libre circulación de bienes, servicios y trabajo”. Y el tercero, que el Estado promoverá “una mayor inserción de la República Argentina en el comercio internacional”. Todo un programa político, en tres artículos.

El decreto restituye la libertad de precios; pone fin a todo tipo de controles máximos y mínimos. Deroga una ley de alquileres que ha separado las viviendas de las familias que las necesitan. Hace lo propio con la Ley de Abastecimiento, quizás la última ley aprobada en vida de Perón, y que impide el libre juego del mercado para la provisión de bienes de primera necesidad. Desaparece la Ley de Góndolas (palabra que se refiere a las estanterías de los supermercados), y que imponía limitaciones a lo que pueden ofrecer los mercados a sus clientes. Había, hasta ahora, una Ley Compre Argentino que no es necesario detallar. Desregula el mercado laboral, con el objetivo de que las condiciones de trabajo las fijen sindicatos y directivos, en el ámbito de la propia empresa.

En materia sanitaria, el decreto introduce la receta electrónica. Y prevé que se pueda recetar el genérico, y no una marca. Es una medida que “es anti casta sindical y anti casta empresaria”, dicen desde el gobierno, y que se espera que rebaje los precios de los medicamentos en hasta un 90 por ciento. También liberaliza el sector del turismo.

Ha convertido a todas las sociedades del Estado en sociedades anónimas. Ahora, pasarán a estar controladas por los órganos reguladores y, por supuesto, podrán quebrar. Por otro lado, ofrece un marco legal a la privatización de Aerolíneas Argentinas, para que acabe en manos de sus trabajadores. Me pregunto con qué argumento van a luchar los socialistas contra esta privatización.

No se ha destacado mucho, pero de un plumazo se ha cargado el curso legal. Los argentinos podrán realizar contratos en monedas que no sean el peso (léase dólares), y los jueces no podrán obligar a una de las partes a satisfacer las cláusulas en la degradada moneda nacional. También abre la puerta a que se extiendan las transacciones en bitcoin.

Estas son sólo una parte de las medidas que ha adoptado, y que a su vez son únicamente una porción de lo que espera poder sacar adelante. Prevé adoptar nuevas desregulaciones en materia laboral, y una reforma fiscal que aún no conocemos. Pero para ello tiene que contar con el Parlamento. Los grupos que le apoyan tienen una pequeña mayoría en el Congreso, pero están en minoría en el Senado.

Hasta ahora, la eficacia de su acción política es total, pero porque ha actuado por decreto. Lo puede hacer en una situación de emergencia; por eso el primer artículo la proclama. Pero ahora tendrá que negociar con los distintos grupos políticos para acercarse a su modelo de lo que puede ser una Argentina más libre.

El riesgo que corre el proyecto de Milei es que se produzca una hiperinflación, lo que no es en absoluto descartable. No es lo más probable, quizás, pero puede llegar a presentarse. Mas, si sujeta y elimina el déficit, y aguanta la inflación, tiene opción de que la parte de su programa que pueda implementar cambie lo suficiente la economía del país como para darle la vuelta a la actual miseria. En dos años se renuevan la mitad del Congreso y un tercio del Senado. Si se ha vuelto a ganar la confianza de los argentinos, también en el Parlamento, puede ser el comienzo de un vuelco al sistema político de los que marcan época.

La portada del diario argentino Página 12 retrata al presidente argentino sentado frente a la mesa que recoge los papeles del decreto, y sus gafas. Javier Milei mira al frente, serio, desafiante. A diferencia de la realidad que, esperamos, reflejen sus páginas interiores, el economista está solo. Tiene una aparatosa corona sobre su cabeza. Y por cima de la escena, dos palabras: “Mi ley”. Pero “su ley” lo que hace es abrir la mano que asfixia a los argentinos en sus interacciones económicas. Elimina las disposiciones por las que los políticos habían sustituido las decisiones de los ciudadanos por las suyas propias. Luego la realidad es la contraria que lo que sugiere la portada.

Foto: Delia Giandeini.

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