Un conocido editor y periodista español contó públicamente en cierta ocasión que, antes de abrir su diario digital, tuvo que hablar con todos y cada uno de los grandes empresarios españoles para solicitar su permiso y apoyo. Desgraciadamente, demasiados diarios tienen la dudosa costumbre de halagar y publicar buenas noticias de quienes les premian con publicidad mientras critican y vilipendian, a veces injustamente, a quienes no lo hacen. En Disidentia no hablamos con ningún gran empresario para comenzar este proyecto; nunca pensamos hacerlo. Nuestro criterio sobre cualquier entidad intentará ser siempre riguroso, objetivo, con independencia de si es anunciante o no. Porque básicamente buscamos financiar nuestros gastos con el pequeño mecenazgo de quienes nos siguen.

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El lector: el nuevo contrapoder

Es absurdo creer que el viejo paradigma informativo puede cambiar si el público sigue dejando en manos de los escasos grandes anunciantes, de la publicidad institucional (política) y de las subvenciones discrecionales, así como de las operaciones financieras en los despachos, la supervivencia de un medio de información, porque quien paga manda. Pensamos que el lector puede romper este círculo vicioso integrándose por fin en la ecuación financiera y convirtiéndose, mediante pequeñas aportaciones, en el nuevo y verdadero contrapoder.

Pero ¿qué es exactamente Disidentia?

Disidentia cubre un hueco que hoy por hoy no cubren los diarios convencionales. Se trata de un diario especializado en análisis y opinión para el lector no conformista, crítico, con inquietudes culturales, con inclinación a participar, a discutir racionalmente, a expresar sus criterios. Es un producto diseñado en España, pero dirigido a cualquier lector del mundo hispanohablante que no se conforma con una opinión perecedera, del día a día, escrita de forma improvisada o al calor de una impresión o confidencia. Está pensado para quien huye de la polémica superficial, esa que se entretiene en lo banal, en la espuma de la actualidad, en el debate meramente partidista, mientras olvida lo fundamental: aquello que es relevante en el medio y largo plazo.

Apóyanos, hazte Mecenas Disidente

En Disidentia hallará análisis que mantienen criterios y enfoques muy distintos a los que acostumbra a encontrar en los medios convencionales: análisis rigurosos, no partidistas, productos del pensamiento lateral, una visión inédita, más allá de los caminos trillados, de las consignas, de los lugares comunes. Y no es porque en otros medios no existan pensadores o analistas de calidad. Por supuesto que los hay.

La prensa y las redes clientelares

El problema es que, en casi todos los países de habla hispana, el poder y la prensa fueron tejiendo una red de relaciones clientelares, de intercambio de favores y confidencias, que dificultó el desarrollo de una opinión independiente. Y entorpeció la difusión de todo análisis que molestase a cualquier grupo de presión influyente, no sólo los económicamente poderosos; también aquellos blindados por la tiranía de la corrección política.

El clientelismo y el conformismo fueron destruyendo la autonomía de la prensa, señalando un camino tentador para aquellos que no poseían suficiente coraje para arriesgar, para intentar vivir exclusivamente del mercado, de los lectores. Se forjó así un sector mediático dependiente de las ayudas públicas o de los favores prestados a potentes grupos empresariales, que tendió a la autocensura, a evitar temas y enfoques comprometidos. En consecuencia, el objetivo principal de muchos empresarios mediáticos convencionales no fue tanto hacer negocio como ejercer “influencia”, esto es, convertir la información en moneda de cambio para que gobernantes y empresas contribuyeran, directa o indirectamente, a los ingresos del medio.

Al igual que el periodismo tendió a desarrollar una dependencia excesiva del poder y los grupos de presión, también hubo columnistas que, aun disponiendo de conocimiento y capacidad, descubrieron que resulta mucho más rentable mantenerse dentro de lo establecido, abstenerse de romper los tabúes, evitar quebrantar las tácitas normas de lo políticamente correcto. Porque escribir a contracorriente, justo lo que dicta la conciencia y la razón, suele cerrar muchas puertas, implica muchas veces quedarse solo. Es enorme la tentación de adherirse a la estela de algún colectivo o facción pues en muchos países “es menos importante lo que conozcas que a quién conozcas”. Nadando a favor de la corriente se consigue acceso a altavoces mucho más potentes, una mejor difusión, más relevancia e ingresos más elevados… pero siempre a costa de renunciar a la independencia y romper el compromiso de honestidad intelectual que es el vínculo natural que debe unir al columnista con su público.

Recuperar la independencia

El modelo ideal, el más compatible con una sociedad abierta, pasa por una opinión independiente del poder y de los grupos de intereses, un medio que viva de sus lectores y se deba a ellos. Pero esta opinión independiente encuentra bastantes dificultades para abrirse paso. Allí donde impera la dinámica de grupos, se valora muy poco la ecuanimidad. Muchos arrojan a la hoguera al no alineado acusándolo de favorecer al enemigo pues, ya se sabe, “quien no está conmigo… está contra mí”. En un entorno de facciones, cerrado a cal y canto, el no afiliado suscita desconfianza, sospecha; es la persona que no acata órdenes, consignas ni directrices, el tipo que, a la postre, encontrará todas las puertas cerradas.

 

Y, sin embargo, la opinión rigurosa, no partidista, constituye un elemento imprescindible, un valor crucial para el público. La cruda información de los acontecimientos oculta la trasera del escenario: es la mera punta del iceberg de algún proceso social, político o económico que permanece entre bambalinas, esperando ser desvelado. Los simples datos no dicen nada relevante si no existe un esquema interpretativo detrás, un marco analítico, una estructura de pensamiento donde encajar las noticias. Es ahí donde la información cobra significado, donde revela su verdadera trascendencia. Por eso, en DISIDENTIA ofreceremos un esquema argumental diferente, más coherente, útil y desinteresado que las machaconas consignas que suelen repetirse en los medios. Aproveche: será un buen lugar para navegar a contracorriente.

Liderar la opinión pública

Como todo medio, buscaremos la influencia. Pero no creemos que la prensa influyente sea aquella que recibe favores de empresas o partidos a cambio de buen trato informativo. Ni la que marcha a remolque de lo políticamente correcto. Es la prensa libre de ataduras, con renovada mentalidad, consciente de su enorme responsabilidad con la sociedad, con el público, comprometida con los problemas de la sociedad. En definitiva, la genuina influencia se ejerce hoy día con razones y argumentos, esto es, liderando la opinión pública.

Para mantener su independencia, Disidentia sólo se financiará con publicidad puramente comercial y con las aportaciones voluntarias de los lectores y de las personas que tengan a bien colaborar para apoyar ideas y principios en los que creen, que deseen cooperar por la satisfacción de leer unos análisis que no encontrarán en otros medios. No pretendemos ser completamente objetivos ni neutrales pues cada articulista posee su propia y subjetiva vara de medir. Pero sí aspiramos a mantener el rigor, aplicando la misma vara en cualquier circunstancia, el mismo rasero a cualquier acto, con independencia de la persona o grupo que lo lleve a cabo. No encontrará aquí reservas, tabúes ni oportunismos. Ni siquiera intentaremos decirle lo que usted quiere escuchar… más bien aquello que nunca ha escuchado.

Muchas gracias por leernos

Apóyanos, hazte Mecenas Disidente