El tema de los adoctrinamientos impuestos y abusos de poder por parte de quienes llevan por bandera la ideología progre-identitaria (feminismo, defensa de colectivos LGTBIQ+, teoría crítica de la raza, etc.; lo que se suele llamar “ideología woke”, utilizando el término en inglés) es tema usual en Disidentia y de interés para sus lectores. Es una lacra que afecta actualmente a la mayoría de las naciones occidentales, del llamado “mundo libre”. Aquí, a modo de presentación de un nuevo libro publicado en inglés sobre tal cuestión, se incluye la traducción al español de su prefacio. Una obra con contribuciones de 25 coautores de 11 naciones diferentes, académicos e investigadores en su mayor parte –entre los que se encuentran dos de los escritores habituales de Disidentia: González Quirós y yo mismo— que relatan la mengua de la libertad de expresión en las universidades o centros de investigación.
Traducción al español del prefacio del libro «Diversity, Inclusion, Equity and the Threat to Academic Freedom» (Imprint Academic, Exeter, Reino Unido; septiembre de 2022), López Corredoira M., Todd T., Olsson E. J. (Eds.):
En los últimos 30 años se han producido cambios radicales en el mundo académico. La política y la ideología de la diversidad, la inclusión y la equidad (DIE) han llegado a influir gradualmente o incluso a dominar lo que se puede hablar, investigar y enseñar en las instituciones de enseñanza superior. La magnitud del problema se ha manifestado recientemente con la formación de grandes redes de científicos y académicos comprometidos con la defensa de los principios de la libertad de expresión y la investigación independiente: la Academic Freedom Alliance (AFA, EE.UU.), Academics for Academic Freedom (AFAF, Reino Unido), Academic Rights Watch (ARW, Suecia) y Netzwerk Wissenschaftsfreiheit (Alemania), por nombrar sólo algunas.
No cabe duda de que no debe tolerarse la discriminación por razón de sexo, raza, etnia, religión o convicciones políticas. Esto es cierto, en particular, para la investigación y la educación académicas, donde las personas que solicitan un programa educativo o un puesto académico deben ser evaluadas exclusivamente en función de sus méritos y logros académicos. Por lo tanto, cabría esperar que las políticas que hacen hincapié en el DIE no sólo acogieran las normas científicas en el ámbito académico, sino que promovieran su cumplimiento. Sin embargo, sorprendentemente, no siempre es así. En los últimos años, estas políticas han conducido a un resultado totalmente opuesto, es decir, a una situación en la que, por ejemplo, la lealtad a una «identidad de grupo» se considera cada vez más relevante a la hora de evaluar la idoneidad de un individuo para el estudio o la investigación académica, lo que contrasta con el famoso dictamen del líder de los derechos civiles Martin Luther King de que todos merecemos ser juzgados no por el color de la piel, sino por el contenido del carácter.
Esta desafortunada evolución, que contradice el espíritu mismo de la investigación y la enseñanza superior, ha ido acompañada de un ataque sin precedentes a la libertad de expresión, otra de las piedras angulares de la actividad académica profesional, sin la cual las universidades, tal como las conocemos, se asfixiarán lentamente pero de modo seguro. Mientras que los principios del DIE sugieren prima facie una tolerancia fundamental hacia todos los puntos de vista, el DIE ha puesto cada vez más a la ciencia en general bajo la sospecha de ser un instrumento de la supuesta lucha de poder omnipresente entre los (múltiples) sexos y las diversas razas. Los criterios por los que se considera tangible (o incluso sistémica) la supuesta discriminación imperante por razón de sexo o raza suelen basarse más en sensibilidades subjetivas que en cualquier argumento sólido y basado en pruebas empíricas. Inevitablemente, cualquier defensor de la política del DIE debe recurrir, al menos en parte, a la investigación sesgada o a la censura, ya que, por su renuncia al empirismo, sus argumentos son cada vez menos sostenibles desde un planteamiento racional.
Para cumplir su misión educativa, las universidades y los institutos de investigación debieran ser políticamente neutrales y atenerse estrictamente a las normas científicas establecidas
Los principios del DIE se han incorporado a las políticas y los valores fundamentales de las universidades de todo el mundo, obligando prácticamente a los investigadores y profesores a evitar temas y suprimir resultados que puedan considerarse contrarios a estas políticas. Cualquier crítica corre el riesgo de ser vista como una prueba contundente de incumplimiento de esas mismas políticas. El efecto es una cultura del silencio en la que los académicos son cada vez más reacios a hablar en contra de las políticas del DIE por miedo a las posibles consecuencias.
Para cumplir su misión educativa, las universidades y los institutos de investigación debieran ser políticamente neutrales y atenerse estrictamente a las normas científicas establecidas. El actual menoscabo de estos preceptos fundamentales no es un problema que se vaya a solucionar por sí solo. Por el contrario, creemos firmemente que se necesita urgentemente una acción coordinada para contrarrestar los excesos de la política identitaria en el mundo académico y que dicha acción debe involucrar a personas de todo el espectro político.
Muchos se han pronunciado recientemente sobre estos problemas. Nuestro propósito aquí es reunir en un solo libro algunos de los casos más notables, con materiales originales o reeditados, para que el lector pueda ver que se trata de una tendencia omnipresente y no de quejas aisladas. Los ensayos aquí contenidos muestran experiencias y observaciones personales, ilustrando el abuso de poder, la censura y la caza de brujas en muchas universidades y centros de investigación de todo el mundo.
Este libro contiene 26 capítulos de 25 coautores y un equipo de investigación de 11 países diferentes. La gran mayoría de los autores describen sus experiencias personales trabajando en el mundo académico, mientras que otros pocos abordan los problemas sociológicos de la ciencia y el mundo académico en general. Las contribuciones están escritas en un estilo periodístico accesible a un amplio público, más que como documentos técnicos para especialistas. No se trata de demostraciones científicas de una determinada hipótesis, ya que las ideologías o sus refutaciones no pueden demostrarse; presentan, más bien, un panorama de los absurdos y el sufrimiento humano a los que han dado lugar estos desarrollos en nuestra sociedad occidental.
Este libro está dividido en cinco bloques temáticos o secciones, aunque esta división no es estricta y muchos de los capítulos tocan también temas tratados en otros bloques. Para ayudar al lector en la clasificación de los distintos capítulos, hemos etiquetado cada uno de ellos con una lista de temas tratados. Téngase en cuenta que nuestra misión como editores ha sido recoger artículos relacionados con el tema y que no respaldamos todos los puntos de vista reflejados en los distintos capítulos. Por supuesto, los autores han sido totalmente libres de expresar sus opiniones y hemos evitado cualquier interferencia en sus mensajes.
La primera sección trata del «feminismo y la integración de la perspectiva de género». Salzman nos cuenta que a los feministas se les permite negar la libertad de expresión académica, negar la publicación de pruebas científicas e intimidar a los científicos y suprimir las conclusiones científicas que no les gustan. Arpi describe cómo las universidades suecas se convierten voluntariamente en un comisariado de una visión unilateral y simplista de la justicia social en lugar de adherirse a la búsqueda de la verdad. En su reseña sobre el mundo académico de la música y las orquestas, Malmgren opina que los grupos de presión y los activistas intentan alcanzar la utopía de la equidad de género sustituyendo la discriminación histórica en una dirección por la discriminación contemporánea en la otra. Goldstuck y Polychronakos ilustran en capítulos separados sus años de experiencia como investigadores y profesores en áreas de la salud. Goldstuck señala que el wokismo, sobre todo el feminismo y la defensa de la identidad transexual pero también la identidad racial, están realizando una especie de gaslighting en las sociedades occidentales y empujando contra la razón y la lógica. Polychronakos se asombra de que ya no puedan llamarse «trastornos» los casos de órganos genitales que no son claramente identificables como masculinos o femeninos, sino «diferenciación». También señala, por ejemplo, que criar a un hijo como niño o como niña se considera que representa «concepciones anticuadas y estereotipadas del género y la crianza». Nuestro editor, Todd, describe cómo los activistas transgénero se han puesto en contra de algunas feministas «críticas con el género», echándolas de sus puestos porque se adhieren al principio del sexo dimorfo/binario. Podríamos ignorar o criticar estas ideas, pero el problema, señala Yafaev, es que la libertad de ignorarlas o criticarlas está muy restringida. La ideología woke se ha ido imponiendo progresiva e insidiosamente en el mundo académico a lo largo de la última década y se ha convertido en una doctrina dominante; se impone realmente en el mundo académico y se acepta como un artículo de fe, dice Yafaev en su capítulo sobre el #metametoo, que compara la situación con el antiguo régimen de la URSS. Solo unos pocos países de la civilización occidental se han librado de esta ideologización del mundo académico: Hungría, por ejemplo, tomó la drástica decisión de eliminar los estudios de género de la lista de programas de máster aprobados, argumentando que no sirven para nada y son ideología más que una ciencia objetiva. En una contribución que invita a la reflexión, Fiamengo considera que otros países occidentales deberían seguir su ejemplo.
Una segunda sección está dedicada a los temas de raza y etnia, otra cuestión sobre la que muchos intelectuales han temido hablar ante los prejuicios de lo políticamente correcto. Pero hay autores que dicen basta a la conformidad con la mentira, como Mac Donald, que describe un panorama pesimista en el que las universidades norteamericanas admiten, contratan y promocionan a todos los estudiantes negros que pueden sin tener en cuenta sus méritos o su cualificación, un efecto de la feroz guerra de ofertas entre las universidades por las minorías infrarrepresentadas. Como observa Krauss, no sólo se contrata a personas sin méritos por el mero hecho de pertenecer a un grupo minoritario, sino que hay científicos muy productivos cuyas becas han sido rechazadas no por motivos científicos, sino porque sus propuestas de diversidad no estaban suficientemente detalladas. Los investigadores también son apartados de sus puestos cuando deciden estudiar cuestiones que incluyen la relación entre la genética humana y la capacidad cognitiva. Sin embargo, no todos los lugares del planeta están dominados por estos movimientos ideológicos. Forest y Agoh señalan algunas notas interesantes de optimismo en la sociedad japonesa, donde el wokismo, el feminismo radical y la teoría crítica de la raza no tienen mucho futuro, posiblemente debido a los antecedentes filosóficos y religiosos tan diferentes de esa sociedad.
Sabemos que hay muchas más personas que han expresado ideas similares, y muchas otras que querrían expresar su opinión pero que, en su mayoría, no se atreven a hacerlo por miedo a posibles represalias o a poner en peligro sus carreras
La tercera sección describe los programas del DIE en el mundo académico y las distorsiones de la realidad que inspiran. Labelle nos recuerda que la ideología del DIE no ve a las personas como individuos, sino como miembros de grupos compartimentados según rasgos inmutables. En el proceso, se apoyan y aplican medidas que son en sí mismas el epítome de la discriminación. Los programas del DIE promueven en realidad la división, la exclusión y la desigualdad basadas en rasgos inmutables. Además, Fiamengo, en su segunda contribución, descubre, al analizar algunos documentos de universidades como la de Berkeley, que existe la intención de purgar de los campus universitarios a las personas que no son de izquierdas, incluidas las mujeres y las personas de color. Otro ejemplo de exclusión en nombre de la inclusividad viene de uno de los editores, López-Corredoira, que explica que la Unión Astronómica Internacional (IAU de las siglas en inglés; la asociación de astrónomos más importante del mundo) ha impuesto una ideología woke, sin dejar espacio a los astrónomos que no la aceptan. Todas estas acciones políticas conducen, escribe Saltzman, a la muerte de la meritocracia y a la admisión en las universidades de estudiantes y de bajo rendimiento y potencialidades, que son financiados porque su sexualidad, o su raza, o su género, están estadísticamente «subrepresentados» en relación con su presencia en la población general. ¿Es esto bueno para la ciencia y las universidades?
Una respuesta habitual de los defensores del DIE a cualquier cuestionamiento de sus argumentos es la censura o incluso la hostigación o intimidación en el lugar de trabajo. Esto se ilustra en la Parte IV de nuestro libro: La charla de Strumia en el CERN (Conseil Européen pour la Recherche Nucléaire) en 2018 que llevó a la suspensión de su trabajo de investigación allí (narrada por él mismo); la rescisión de una beca de visita ofrecida inicialmente a Peterson en la Universidad de Cambridge (Reino Unido), en solidaridad con los activistas del DIE (narrada por él mismo); la censura de un conferenciante, Flemming Rose, invitado a dar una charla sobre libertad de expresión en el mundo académico en 2016 en Sudáfrica (en el capítulo de Benatar); una charla de Abbot cancelada por el MIT tras la presión de las redes sociales, que le hace pensar que la ideología woke es esencialmente de naturaleza totalitaria: intenta acorralar la totalidad de la existencia humana en un estrecho punto de vista ideológico y silenciar a cualquiera que no esté de acuerdo; un intento de censurar una conferencia organizada en Alemania sobre la familia y la violencia doméstica en la que se mostraba cómo la violencia doméstica es un fenómeno simétrico, perpetrado por igual por ambos sexos (descrito en el capítulo por el proponente del evento, Amendt, y el organizador, uno de los editores, Todd); Boghossian renunció a su puesto en Portland State –como describe en su capítulo autobiográfico— tras el continuo sabotaje a su actividad intelectual librepensadora por parte de la facción de la justicia social en su universidad. No obstante, en el último capítulo de este bloque, Domingos da motivos para cierto optimismo al mostrar que la mayoría de los intentos de cancelación acaban en fracaso. El verdadero talón de Aquiles de la cultura de la cancelación es su corta capacidad de atención. Una vez que han intimidado a alguien para que se someta, pasan a la siguiente víctima.
Un último bloque de capítulos analiza aspectos más generales de la supresión de la libertad de expresión en el entorno académico. El equipo de investigación de Civitas hace un análisis muy útil de las universidades del Reino Unido, mostrando que la mayoría de ellas sufrieron algún tipo de represión de la libertad de expresión en relación con los temas del DIE –Cambridge, Oxford, Londres y el Imperial College de Londres están entre los más restrictivos. Corremos un grave peligro cuando quienes ejercen el poder político imponen a la sociedad creencias y normas de conducta fundamentadas en aquél, según González Quirós y Díaz Pardo de Vera. Gibert Galassi trata de entender las razones por las que se ha instalado la cultura del victimismo en la academia, y la confusión de la democracia con la mediocracia. Escribe sobre el mundo académico en Chile, pero sus reflexiones podrían considerarse relevantes a nivel mundial. Por último, Erik Olsson (también editor) explica su opinión sobre la actual disminución de la libertad de expresión en el mundo académico en una cultura dominada por valores femeninos y blandos. La ponencia de Olsson se presentó como una conferencia invitada en un renombrado instituto de investigación. Irónicamente, sólo dos horas después de su publicación, recuerda Olsson en un epílogo, la grabación de vídeo fue retirada de Youtube por violar las políticas de igualdad del instituto, en confirmación directa de su tesis principal.
Sabemos que hay muchas más personas que han expresado ideas similares, y muchas otras que querrían expresar su opinión pero que, en su mayoría, no se atreven a hacerlo por miedo a posibles represalias o a poner en peligro sus carreras. Esperamos que estos capítulos nos ayuden a todos a darnos cuenta de que no estamos solos en nuestras observaciones, y a animar a otros profesores e investigadores a expresar sus reservas sobre las maquinaciones de los grupos de presión del DIE dentro del mundo académico. El miedo a las represalias no es una opción en un mundo en el quien calla otorga el crecimiento del monstruo, promoviendo el potencial de sistemas estatales totalitarios comparables a las distopías orwellianas. Creemos que existe una amenaza clara y presente para la libertad académica y que debemos utilizar los instrumentos legales que aún tenemos a nuestra disposición para protegerla, o vivir para lamentarlo y obligados a guardar silencio.
Al final, no resolveremos el problema sólo documentando el estado de la cuestión, pero hacerlo servirá para: 1) manifestar que, además de los guerreros de la justicia social, en nuestras universidades y centros de investigación también hay personas que observan y piensan y no se dejan coaccionar por los primeros; 2) crear conciencia y resistencia a las políticas mal concebidas del DIE basadas en versiones radicales de la política de identidad que poco o nada tienen que ver con los valores y la integridad académicos. Creemos que la universidad y los institutos de investigación deben ser políticamente neutrales y adherirse estrictamente a los métodos científicos establecidos.
Es de destacar que nuestra intención no es substituir una corriente de pensamiento ideológica por otra diferente. Aunque las ideologías woke se originan principalmente en la política de izquierdas, no estamos defendiendo ninguna posición en el espectro político. De hecho, sostenemos que es necesario remediar la politización del mundo académico y fomentar la supremacía de un discurso ilustrado, basado en la evidencia y la racionalidad, que no tenga miedo de debatir cualquier dimensión del pensamiento. Una agenda política que lo impida acabará teniendo el efecto contrario que pretende; la clave de la sociedad antidiscriminatoria es un debate abierto sobre todos los factores que pueden o no contribuir a la discriminación. Silenciar cualquier debate de este tipo es eliminar el camino hacia la comprensión de los factores que benefician o perjudican la justicia social.
Como indica el acrónimo, la versión actual de la ideología «DIE» (morir en inglés) no será eterna. Esperemos que este libro sea una contribución útil, junto con otras obras similares, que pueda inspirar una nueva época de cambios dentro del mundo académico.
El libro «Diversity, Inclusion, Equity and the Threat to Academic Freedom» (ISBN–13: 978-1788360845, precio en Reino Unido: 14,95 £) está a la venta en diversas librerías físicas o por Internet: Imprint Academic (Reino Unido), Amazon-Reino Unido, IberLibro, Amazon-España u otros.
Foto: Mercedes Mehling.
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