Schiller introduce una interesante distinción entre lo que él llama el genio sentimental y y el genio natural. El genio natural es capaz de producir obras literarias que parecen producidas por la propia naturaleza. Esta es la razón por la cual resultan siempre actuales y se configuran como inagotables fuentes de sabiduría. Sin duda uno de los grandes genios naturales de la historia es el historiador y militar ateniense Tucídides, autor de la majestuosa Historia de la guerra del Peloponeso. Probablemente se trate del primer gran tratado de geopolítica, cuya actualidad resulta a todas luces sorprendente. En el famoso libro V se contiene un episodio popularmente conocido como el diálogo de Melos que constituye una de las ejemplificaciones más logradas del llamado realismo político.

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En el Tucídides nos narra, con gran libertad creativa, un episodio histórico menor de la llamada guerra del Peloponeso que enfrentó a Atenienses y Espartanos por la supremacía política y militar de la Hélade. En dicho episodio se dramatiza un encuentro de los diplomáticos atenienses con las autoridades políticas de la pequeña isla en el mar Egeo, colonizada por los lacedemonios. Dicha isla por su vinculación demográfica con la ciudad de Esparta y por sus vínculos económicos con la llamada confederación de Delos deseaba mantener su neutralidad en el conflicto que se estaba desarrollando a finales del siglo V a.c entre las dos ciudades estado más poderosas de la antigua Grecia. Atenas, como talasocracia que aspiraba al control absoluto de la vida económica, política y militar de Grecia, no podía permitir que una pequeña isla desafiara su poder imperial por lo que decidió enviar una misión diplomática a la isla con una misión muy clara: doblegar la voluntad de Melos de permanecer neutral y obligarla a unirse a la confederación ateniense so pena de verse reducida a escombros caso de que finalmente rechazara el ofrecimiento ateniense.

Desde finales de los años 60 del pasado siglo, cuando las élites intelectuales europeas sucumbieron ante los cantos de sirena de la autocracia maoísta, no vivía el mundo un idilio semejante con una de las más crueles y despiadadas dictaduras que existen en el mundo

En un brillante ejercicio de dramatización literaria Tucídides pone en boca de los atenienses una serie de argumentos que éstos proponen a los melios conforme a los cuales éstos últimos no tendrían más remedio que aceptar la hegemonía ateniense. En dicho parlamento se contiene la esencia de lo que brillantemente Gustavo Bueno caracterizó como una forma de imperio depredador. En su obra España frente a Europa establece una distinción entre imperios generadores e imperios depredadores. Bueno señala que no se trata de tipos puros, pues en toda concreción histórica del modelo imperial se encuentran rasgos de ambas categorías conceptuales. El imperio depredador se caracteriza por mantener relaciones de explotación con las sociedades políticas que con él se relacionan.

Tucídides en su caracterización del parlamento de los diplomáticos atenienses presenta las exigencias de la talasocracia ateniense como derivadas de la propia naturaleza de las cosas. Aunque los atenienses parecen presentar “razones” que avalan su pretensión de someter a los melios a sus designios imperiales en realidad lo que hacen es presentar una situación de puros hechos consumados. Da un tanto igual que los melios atiendan o no a las “razones “que les presentan los atenienses en cualquier caso la pequeña isla del Egeo va a ser sometida, ya sea por la fuerza de las palabras o por la fuerza de las armas. La “sotena” (liberación en griego) de Melos pasa necesariamente por la sumisión pacífica o violenta de la voluntad de los melios al plan que los atenienses les han trazado ya de antemano.

Entre las razones que esgrimen los atenienses se encuentra el hecho de que éstos se configuraron como un imperio pues fueron capaces de derrotar al imperio más poderoso de su tiempo, los persas, mientras que los melios son un diminuto estado que no ha alcanzado gloria militar alguna. Esta derrota sobre los persas les da, según afirman los atenienses, el derecho a “dominar” al resto de las ciudades griegas.

Por otro lado, los atenienses afirman que los imperios no pueden tolerar que otros estados se muestren neutrales pues la propia aceptación de la existencia de estados neutrales se podría interpretar como una muestra de debilidad del propio imperio frente a sus enemigos y sus propios aliados.

El foro de Davos 2021 ha tenido el tema del gran reinicio tras la pandemia como lema de este año. Un foro de Davos que pretende establecer las coordenadas de las relaciones políticas, económicas y culturales de los próximos años. En esta edición el discurso del sátrapa chino Xi Jinping ha constituido el marco de referencia sobre el que se ha articulado todo el proyecto de reformulación de las relaciones económicas e internacionales que nos pueden deparar los próximos años, tras la superación de la pandemia. El pomposo discurso de Xi Jiping Construir un nuevo patrón de desarrollo para lograr el beneficio mutuo ha sido presentado por la mayoría de los medios de comunicación como un ejemplo de vuelta al multilateralismo globalizador frente al paréntesis autárquico que ha supuesto el trumpismo. También se ha presentado como un programa político y económico para los próximos años que busca aprovechar la coyuntura planteada por la pandemia para acometer cambios económicos y medioambientales que permitan superar a la humanidad algunos de los grandes retos que esta afronta. Ya se trate de la desigualdad generada por el capitalismo, el desafío del cambio climático o un nuevo marco para las relaciones internacionales presidida por el establecimiento de un sistema de gobierno global. Un gobierno donde las principales organizaciones internacionales, varias potencias políticas (entre ellas China) y grandes corporaciones velen por los intereses comunes de la especie humana. Una tecnocracia en toda regla capaz de ejercer un verdadero despotismo ilustrado sobre nuestras vidas sin que nuestros representantes políticos alcen su voz en defensa de nuestras libertades. Existe un paralelismo inquietante entre el discurso de Xi Jiping y el parlamento de los embajadores atenienses frente a los melios. Aunque nuestros medios de comunicación de masas quieran presentar el discurso de Xi Jiping como una invitación a un escenario idílico de paz mundial, más bien se trata de la antesala de un estado de guerra si no nos sometemos a la realpolitik del gigante asiático

En el discurso de Xi Jiping China reclama su derecho a gobernar el mundo, como hacía Atenas, porque ha vencido en una guerra. En el caso de Atenas se trataba de su victoria sobre los persas, en el caso de china se trata de su supuesta victoria sobre un virus, cuyo origen y difusión sigue siendo un misterio a día de hoy.

China también reclama su derecho a erigir su autoritario y opaco modo de gestión de la pandemia en modelo a seguir por parte de todos aquellos países que deseen también superar la pandemia. Una pandemia cuya difusión a escala planetaria parece colocar a la potencia asiática en una posición privilegiada en la escena internacional. Un virus que al mismo tiempo que reafirma la hegemonía china sobre el mundo está destruyendo los fundamentos económicos y políticos del mundo libre.

El modelo chino de capitalismo de estado depredador y de socialismo político autoritario se está erigiendo en una nueva forma de imperialismo depredador que supone una amenaza incuestionable para el mundo libre, especialmente ahora que el coloso norteamericano, con la nueva administración de Joe Biden, parece renunciar a ejercer su papel de líder indiscutible del mundo libre.

Desde finales de los años 60 del pasado siglo, cuando las élites intelectuales europeas sucumbieron ante los cantos de sirena de la autocracia maoísta, no vivía el mundo un idilio semejante con una de las más crueles y despiadadas dictaduras que existen en el mundo. Un régimen tiránico y opresor capaz de internar en campos de reeducación a partes enteras de su población (por ejemplo, los uigures) o de ejercer la censura más férrea sobre cualquier opinión crítica con su autoritario modo de gestión sin que la comunidad internacional se escandalice. Un estado que ya amenaza sin ningún tipo de miramientos a todos aquellos que cuestionan la opacidad con la que su gobierno ha gestionado la pandemia de la COVID-19. Lo más inquietante sin duda es el papel que están jugando las llamadas Big Tech en el blanqueamiento de la tiranía china. Unas Big Tech que dicen velar por la libertad y los derechos humanos cuando silencian opiniones conservadoras y cristianas en las redes sociales pero que permiten al mismo tiempo la obscena ostentación del autoritarismo chino en las redes sociales por ellas controladas.

Estas redes sociales ejercen hoy en día el papel que antaño desempeñaron los embajadores atenienses frente a los melios y que nos invitan a aceptar la dominación de una tiranía como si de un hecho natural se tratara.

Foto: Wendelin Jacober


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