Tras Armenia Occidental y Najicheván, ésta se convierte ahora en otra tierra histórica de los armenios de la que han sido exiliados por el imperialismo pan-turco. Al igual que en 1920, la toma del poder es el resultado de acuerdos entre Turquía y Rusia, y sobre Armenia se cierne una amenaza aún mayor: la ocupación de Syunik.
El 28 de septiembre, el presidente de la República de Artsaj, Samvel Shahramanyan, elegido para ese cargo apenas 18 días antes, firmó un documento sobre la liquidación de ese Estado no reconocido internacionalmente con efecto a partir del 1 de enero de 2024.
Artsaj es el nombre histórico armenio de Nagorno-Karabaj. Así se llamaban estas tierras en la antigüedad, cuando Armenia florecía como imperio bajo Tigranes el Grande. El nombre histórico fue restaurado por las autoridades de Nagorno-Karabaj en 2017. El humillante acto de liquidación se firmó para que la población pudiera salir libremente (aunque ni siquiera eso se aplica a todos), ya que Artsaj está rodeada por fuerzas azerbaiyanas desde diciembre de 2022. Ocurrió con la aprobación de Rusia, a pesar de que el entendimiento firmado en noviembre de 2020 para poner fin a la Guerra de los 44 Días establecía que las tropas rusas de mantenimiento de la paz garantizarían la seguridad de los armenios en Artsaj.
No cabe duda de que el éxodo de los armenios de Artsaj, después de vivir allí durante más de dos milenios, es un acto de limpieza étnica
En pocos días, más de 100.000 personas abandonaron Artsaj, casi toda su población. No tenían elección, ya que ningún armenio podía sentirse seguro en un país donde no sólo el odio hacia los armenios es la norma, sino que el poder lo ostenta uno de los regímenes totalitarios más absolutos. Azerbaiyán está gobernado por la dinastía Aliyev, establecida por el padre del actual presidente.
Heydar Aliyev comenzó su carrera en la década de 1940 en el NKVD, y más tarde sirvió durante muchos años como jefe del KGB en Azerbaiyán, antes de convertirse en líder de la República Soviética de Azerbaiyán y luego en viceprimer ministro de la URSS. Apartado del poder durante la era de la perestroika de Gorbachov, regresó como “padre de la nación” después de que Azerbaiyán proclamara su independencia. Su hijo Ilham, educado en Moscú, heredó el poder según los principios asiáticos del despotismo “republicano”, y en 2017 nombró vicepresidenta a su propia esposa Mehriban. Según informes internacionales, los estándares de derechos humanos y libertad de los medios de comunicación en Azerbaiyán se encuentran entre los más bajos del mundo.
Por tanto, a los armenios les cuesta creer que el régimen de Aliyev les ofrezca garantías de protección frente a la opresión étnica, política y religiosa, dado que los propios azeríes no pueden esperar que se respeten sus derechos básicos.
Por cierto, más de una docena de disidentes azerbaiyanos han sido encarcelados por protestar contra la agresión de su país a las tierras armenias. Sin embargo, la gran mayoría de los azeríes se han empapado de la ideología nacionalista, cuyos elementos integrantes incluyen el odio a los armenios, el elogio de los crímenes cometidos contra ellos y la negación del derecho de Armenia a existir como Estado. Incluso a los niños de guardería se les enseña que un armenio es un enemigo al que hay que matar.
Las autoridades de Azerbaiyán, al iniciar la operación para hacerse con el control de Artsaj, emitieron a su vez un comunicado sumamente cínico en el que, por un lado, “animaban” a la población de la región a quedarse y ayudar a crear un “Azerbaiyán multiétnico”, mientras que, por otro, amenazaban con perseguir a cualquiera que actuara en detrimento de Azerbaiyán. Cabe dudar de si un solo armenio de Artsaj no estaría incluido en esa categoría.
Por lo demás, nadie podría esperar un juicio justo en ningún caso. Continuando con su farsa, Azerbaiyán lanzó un sitio web para armenios con información sobre la “reintegración”. Sin embargo, los únicos que se han quedado en Artsaj son los que no pueden marcharse porque, de todos modos, serán detenidos por los azeríes. Varias personas ya han corrido esa suerte, entre ellas tres generales. El ex ministro de Asuntos Exteriores David Babayan sucumbió a la presión psicológica y se entregó a Azerbaiyán.
La historia de los asesinatos cometidos contra los armenios es muy larga. Pocos años después del genocidio armenio perpetrado en 1915 por el Imperio Otomano, que se estaba desmoronando, tuvo lugar el exterminio de armenios en Bakú, como se describe en la novela de Stefan Żeromski Primera Primavera. Además, en marzo de 1920, los azeríes asesinaron a 20.000 habitantes armenios de Shushi, el corazón histórico de Nagorno Karabaj. Los que no fueron asesinados se salvaron huyendo, por lo que los armenios, que habían dominado esa ciudad, desaparecieron completamente de ella durante los 72 años siguientes.
En febrero de 1988, en respuesta a las demandas de los armenios de Nagorno-Karabaj para que esa región entonces autónoma se anexionara a la República Soviética Armenia, los azeríes llevaron a cabo el primero de una nueva serie de pogromos, asesinando a unos 200 armenios en Sumgait. Este suceso se considera la causa directa del inicio de la lucha armada de los armenios de Karabaj contra los azeríes. Más tarde vinieron las masacres de Ganja, Bakú y Maraga, así como la operación conjunta soviético-azerbaiyana Anillo, cuyo objetivo era expulsar a todos los armenios de Karabaj. El objetivo que no se consiguió entonces, debido al colapso de la URSS, se ha logrado ahora.
El asesinato con hecha de un hombre dormido
En la ejecución de sus crímenes, los azeríes decapitaban con frecuencia a sus víctimas (a menudo mientras aún estaban vivas). Estos casos se produjeron, por ejemplo, durante la guerra de 2020. Además, en febrero de 2004, durante unas maniobras organizadas por la OTAN en Hungría en el marco del programa Asociación para la Paz, un teniente azerbaiyano q alue participaba en ellas, Ramil Safarov, utilizó un hacha para asesinar al oficial armenio Gurgen Margaryan, por la noche, mientras la víctima dormía. El único móvil del crimen fue el hecho de que la víctima era armenia. Safarov fue condenado a cadena perpetua por un tribunal húngaro, pero en 2012 fue extraditado a Azerbaiyán, donde debía seguir cumpliendo su condena. En lugar de ello, fue recibido en el aeropuerto como un héroe, y posteriormente fue elogiado por las autoridades en múltiples ocasiones por su “heroico” acto de patriotismo: matar a un hombre dormido con un hacha.
Llamar “separatistas” a los armenios de Artsaj y compararlos con otros miniestados no reconocidos establecidos en el antiguo territorio soviético es absurdo. Y hablar de la “devolución” de Artsaj a Azerbaiyán es una muestra aún mayor de ignorancia histórica. El territorio nunca formó parte de un Estado independiente llamado Azerbaiyán, ni sus habitantes (o sus antepasados) fueron nunca ciudadanos de dicho Estado. No se asentaron allí mediante movimientos migratorios, sino que han vivido allí desde la antigüedad. Así lo confirma la rica cultura material de los armenios y la casi total ausencia de la correspondiente cultura azerí.
Entre los monumentos más antiguos destacan las ruinas de Tigranakert, una de las capitales fundadas por Tigranes el Grande en el siglo I a.C. Por toda la zona hay khachkars, las cruces de piedra que los armenios erigen en todos los lugares donde viven. Proceden de diversas épocas. Ahora, sin embargo, prácticamente podemos decir que “había”, porque han sido eliminadas en las zonas tomadas por los azeríes, y los cementerios y monasterios armenios se enfrentan a un destino similar.
Hay innumerables en Artsaj. Los más importantes son Dadivank, Gandzasar y Amaras. El último de ellos data del siglo IV, aunque fue restaurado en su forma actual en el XIX, tras la destrucción causada por las invasiones de los mongoles en el siglo XIII, Tamerlán en el XIV y los turcos en el XVI. Las fuentes medievales afirman que el monasterio fue fundado por el propio San Gregorio el Iluminador, el hombre que hizo que Armenia se convirtiera en el primer estado del mundo en adoptar el cristianismo, en el año 301. También alberga la tumba de San Grigoris (nieto de Gregorio el Iluminador). Sin embargo, es especialmente notable por ser el hogar de Mesrop Mashtots, el monje erudito que creó allí el alfabeto armenio.
El monasterio de Gandzasar data del siglo XIII, aunque hay constancia de monjes armenios viviendo en ese lugar ya en el siglo X. Fue fundado por el gobernante armenio del principado de Khachen, Hasan-Jalal Dawla. Éste era uno de los cinco estados vasallos armenios creados en el Artsaj medieval (que abarcaba no sólo la zona del posterior Nagorno Karabaj, sino también algunas regiones vecinas), y su capital era Shushi.
Estos estados dependían inicialmente del reino armenio de Bagratid, pero tras su caída en el siglo XI pasaron a manos de diversos gobernantes, y en el siglo XVI se convirtieron en un feudo persa. Desde su fundación, Gandzasar fue el centro del cristianismo armenio en Artsaj. Dadivank, a su vez, era el lugar de enterramiento de los príncipes de Khachen. Según la tradición armenia, fue fundado por San Dadi, alumno de San Tadeo Apóstol, de quien se dice que cristianizó la región en el siglo I. El monasterio se menciona por primera vez en el siglo IX, y su estructura actual data del XIII.
Estos edificios ya no están habitados por monjes armenios. Dadivank está dentro de la zona tomada por Azerbaiyán en 2020, cuando los monjes que quedaban allí debían ser protegidos por las fuerzas de paz rusas.
Sin embargo, en septiembre, los rusos comunicaron a todos los clérigos armenios en Artsaj que no se podía garantizar su seguridad, y que los rusos no reaccionarían si los azeríes intentaban secuestrar a alguno de ellos. Uno de los últimos en ser evacuados a Armenia fue el padre Hovhannes, que en 2020 declaró que defendería el monasterio de Dadivank (del que era prior) hasta el final, con la Biblia en una mano y una pistola en la otra. Los azeríes llevaron a cabo un ataque con drones contra su casa, cercana al monasterio, hiriéndole gravemente.
Se calcula que hay más de 4.000 monumentos históricos armenios en Artsaj, de los cuales 370 son iglesias. En 2020, los azeríes tomaron el control de 1.450 monumentos, entre ellos 161 iglesias. Se desconoce su destino, ya que los extranjeros (por no hablar de los armenios) no pueden entrar en estos lugares.
Privar a las minorías de su identidad
Azerbaiyán afirma ser “multiétnico y multiconfesional”, pero los hechos cuentan una historia completamente distinta.
Las minorías étnicas lezgin y talysh se quejan de opresión y privación de su identidad nacional (por supuesto, tales acusaciones las hacen los emigrados, ya que en el propio Azerbaiyán se enfrentarían a la cárcel), mientras que otros grupos étnicos son pequeños y de origen turco. Los azeríes son musulmanes chiíes, pero su afición a decapitar armenios es de origen étnico y no religioso, y la brutalidad es una antigua tradición nacional. Lo mismo ocurre con la destrucción de monasterios y khachkars, que se lleva a cabo por su asociación con los armenios.
Por esta razón, en la región históricamente armenia de Najicheván, que pasó a formar parte de la República Soviética de Azerbaiyán en 1920 como resultado de los acuerdos turco-soviéticos, no quedó ni un solo armenio (a pesar de que constituían el 40% de la población en 1920), y miles de khachkars -los más antiguos databan del siglo IX- fueron destruidos. También se eliminaron la mayoría de los rastros de armenios de Armenia Occidental, que -según el proyecto del presidente estadounidense Woodrow Wilson- debía formar parte de una Armenia independiente tras la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, la breve existencia de la Primera República Armenia terminó gracias a un acuerdo entre la Rusia bolchevique y la Turquía de Atatürk en 1920, por el que Rusia concedió Armenia Occidental a los turcos.
No obstante, Ilham Aliyev ha adoptado una nueva estrategia y ha empezado a defender la teoría, históricamente infundada, de que los monasterios cristianos de Artsaj pertenecen a la cultura “albanesa” y no a la armenia.
La Albania caucásica existió entre el siglo II a.C. y el siglo VIII d.C., y su frontera con Armenia era el río Kura. Este río fluye al este de Artsaj, que entonces formaba parte de Armenia. Artsaj no pasó a ser posesión albanesa hasta el siglo V y permaneció así durante unos 300 años. Albania desapareció del mapa mucho antes de que los turcos llegaran al Cáucaso. Como consecuencia de la islamización, los albaneses se trasladaron a zonas habitadas por los armenios, con quienes se mezclaron. Incluso en el siglo XX, los rastros de su patrimonio fueron destruidos por los turcos con la misma determinación que en el caso del patrimonio armenio.
Ahora, sin embargo, Aliyev quiere ser visto como un gobernante (“presidente”) tolerante, y por eso ha ordenado a un grupo de sus funcionarios que se hagan pasar por una “iglesia albanesa”, mientras muestra a las delegaciones extranjeras que en su país hay iglesias. La mayoría de las veces están cerradas y vacías.
En las zonas tomadas por Azerbaiyán, se eliminan todas las huellas no religiosas del pueblo armenio, incluidas todas las inscripciones armenias. Los khachkars y la mayoría de los monasterios también compartirán el destino de los que han sido destruidos en Najicheván. Algunos lugares clave como Dadivank, Gandzasar y Amaras podrían sobrevivir, pero sin duda primero se someterán a una importante “renovación” en la que se eliminarán los vestigios armenios (por lo que, de hecho, serán profanados a fondo), para luego ser entregados a la inexistente “iglesia albanesa.”
No cabe duda de que el éxodo de los armenios de Artsaj, después de vivir allí durante más de dos milenios, es un acto de limpieza étnica perpetrado por Azerbaiyán, y el hecho de que se marchen “voluntariamente” no lo cambia.
Sin embargo, los designios de Azerbaiyán, Turquía y Rusia contra Armenia no terminarán ahí, y es muy poco probable que las relaciones de Armenia con Turquía y Azerbaiyán se normalicen en un futuro próximo, ya que esos países están intentando obligar a Armenia a permitir un corredor extraterritorial a través de Syunik.
Rusia lo apoya y se encargaría de “asegurar” el corredor. Esto significaría una ocupación ruso-turca de facto de Syunik, con la consiguiente pérdida de independencia de Armenia, que quedaría así aislada de su frontera con Irán. El primer ministro armenio, Nikol Pashinyan, no lo acepta e intenta reorientar su país hacia Occidente. Por esta razón, los rusos quieren derrocarlo. La ira de los refugiados de Artsaj está destinada a contribuir a esos planes.
*** Witold Repetowicz es Doctor en Ciencias de la Seguridad por la Facultad de Seguridad Nacional de la Academia de Estudios de Guerra y licenciado por la Facultad de Derecho y Administración de la Universidad Jagellónica, profesor adjunto de la Academia de Estudios de Guerra, experto en Oriente Próximo, terrorismo y geopolítica, autor de los libros “Mi nombre es Kurdistán” y “Alá Akbar, guerra y paz en Irak” y de numerosos reportajes desde los frentes de Siria e Irak, colaborador habitual del portal Defence24.pl.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en sovereignty.pl.
Traducción al español para Disidentia, Álvaro Peñas
Foto: Mathew MacQuarrie.