Discriminación, abuso, imposición, explotación, agresión… Todo esto y mucho más parece haber sido el menú diario en Hollywood para decenas, quién sabe si cientos, de actrices, algunas de las cuales, y no precisamente pocas, se cuentan hoy entre las personas mejor remuneradas del mundo. Pero este pequeño matiz, que sean ricas y mediáticamente tan poderosas como para poder destruir, sin juicio previo, la vida de cualquier hombre, digo, este sutil matiz no importa.

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Como tampoco importa que, a la hora de preservar su dignidad, de repeler cualquier abuso, en la balanza pesara demasiado precisamente la posibilidad de triunfar, de enriquecerse de manera extraordinaria. Entonces, cuando aún aspiraban a saborear las mieles del triunfo, cuando todo eran sueños, aspiraciones, deseos, tomaron su decisión: eligieron, a lo que parece, transigir con el ignominioso mal, negociar con él y hacer su transacción en pos del éxito. Otras personas, por el contrario, renuncian a sus sueños cuando el precio es su dignidad.

Hollywood: otra ignominiosa caza de brujas

Cuando la histeria colectiva se dispara y adopta la temible forma de caza de brujas, cuando quienes pueden, por relevancia, popularidad, riqueza y poder mediático, ponen en marcha la temible apisonadora del pánico moral, nadie está a salvo. No hay razón, matiz, reflexión ni mucho menos principio de presunción de inocencia que pueda sobrevivir frente al enloquecido empuje del monstruo.

Asistimos a la fase de destrucción total y la imposición de un orden nuevo basado en la tiranía de la victimización

Asistimos a la fase de destrucción total y la imposición de un orden nuevo basado en la tiranía de la victimización. Un orden donde, paradójicamente, la segregación no sólo no desaparece, sino que vuelve absoluta al travestirse de justicia. El presunto abuso del pasado se transforma en un abuso aún mayor y generalizado, en juicios sumarísimos, en linchamientos morales, en la institucionalización de la injuria y la calumnia preventivas.

Fotografía de @IndieWire en Twitter

La aniquilación del individuo

No hace falta ser famoso, muchas personas corrientes ya sienten el aliento de esta nueva dictadura, en ocasiones de forma sutil, otras no tanto, en el trabajo o en la calle. Algo va muy mal cuando un amigo le aconseja a otro no aceptar reunirse a solas con una compañera de trabajo, por lo que pueda pasar. Algo va peor que mal cuando quien manda es una mujer y, sin embargo, se arroga el papel de víctima por el simple hecho de serlo para poder cometer abusos de poder, pequeñas y recurrentes violaciones morales contra sus subordinados.

No es el género sino el poder lo que facilita el abuso. Por eso, para mandar, se sea mujer u hombre, es necesaria cierta estatura moral

No es el género sino el poder lo que facilita el abuso. Por eso, para mandar, se sea mujer u hombre, es necesaria no ya cierta inteligencia, temple y empatía, sino estatura moral. Y eso el sexo no lo da. Nadie nace más íntegro, más justo, más honrado por ser mujer o por ser hombre. Es el individuo quien debe escoger entre hacer lo correcto o lo incorrecto, no es el entorno el que escoge por él. Por eso hay quien nace pobre de solemnidad y termina siendo un criminal y quien por el contrario se convierte en un ejemplo para la sociedad. La violencia estructural no existe, es mentira. Lo que sí existe es la tentación de sumarse a la masa, al colectivo, para imponerse a los demás y llegar más lejos que sus méritos.

En lo moral y como ser humano, siento indignación y una colosal vergüenza ajena por Oprah y por su comando de mujeres justicieras, todas ricas y famosas. Siento bochorno y una profunda pena por la cobardía y oportunismo de Natalie Portman, por sumarse al linchamiento preventivo; también me avergüenzo Reese Witherspoon, Shonda Rhimes, Nina Shaw, America Ferrera, Mira Sorvino, Ellen Page, Evan Rachel Wood, Tracey Ellis Ross o Greta Gerwig. No son heroínas, muy al contrario, son personas gregarias y calculadoras que han hecho un burdo remake de Toma el dinero y corre.

Time’s Up poco o nada tiene de altruista: es una plataforma para gobernar en el futuro los Estados Unidos e imponer, por fin, la dictadura de una izquierda aristocrática

Hollywood y el feminismo como coartada

Con todo, lo peor es que el movimiento Time’s Up poco o nada tiene de altruista: es una plataforma para alcanzar el poder político, para gobernar en el futuro los Estados Unidos e imponer, por fin, la dictadura de una izquierda aristocrática, estamental, elitista y millonaria que aborrece al individuo y que durante las últimas décadas, desde su complejo de superioridad, se ha dedicado en cuerpo y alma a insultar al ciudadano común, al sacrificado cabeza de familia, al currante, al soñador, al que simplemente aspiraba a vivir mejor y ser un poco más libre.

Esta aristocracia, tras el costalazo de Hillary y la evaporación de la turbia herencia de Obama, ha cambiado de ropajes. Ahora, después de perder todas las batallas, pretende ganar la guerra segregando a la mitad de la población; es decir, a las mujeres. Lo suyo no es feminismo, en absoluto, es pura y simple ambición de poder… y dinero. La mentira nunca descansa y tiene infinitos ropajes.


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