El primer ministro británico señaló con total claridad a las redes sociales en el contexto de las protestas por la presencia de los fieles de Mahoma en la sociedad británica. Dijo que era “delito” lo que él consideraba que era “azuzar el desorden violento”, en referencia a los disturbios que se crearon en varias de las manifestaciones que se produjeron por medio país.

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El razonamiento es sencillo: una persona llama a participar en una manifestación, luego dentro de esa manifestación hay grupos violentos que crean desorden, luego mostrar mensajes de adhesión a las manifestaciones es llamar a la violencia. El razonamiento es falso, pero sencillo.

El gobierno británico se plantea, en serio, actuar contra las empresas de redes sociales que cumplan la ley, si el gobierno considera “dañino” el contenido que alberguen

Keir Starmer mostró desde el primer minuto su disposición a hacer lo que fuera con tal de cercenar tales manifestaciones. Un empeño más propio de una dictadura que de una democracia asentada, ¡ejemplar!, como es la británica.

El día 4 de agosto, la BBC informaba orgullosamente de los resultados de la política del gobierno laborista: “Más de 90 personas fueron detenidas tras las manifestaciones organizadas el sábado por grupos de extrema derecha que derivaron en disturbios en ciudades del Reino Unido. Hubo disturbios en Hull, Liverpool, Bristol, Manchester, Stoke-on-Trent, Blackpool y Belfast, con lanzamiento de misiles, saqueo de tiendas y ataques a la policía en algunos lugares. Otras manifestaciones de menor envergadura no llegaron a ser violentas. El primer ministro, Sir Keir Starmer, se comprometió a dar a las fuerzas policiales el ‘pleno apoyo’ del gobierno para que actúen contra los ‘extremistas’ que intentan ‘sembrar el odio’.”

Cualquiera diría que Starmer es un hombre profundamente preocupado por el odio, pese a ser no más que un sentimiento, no siempre controlable, y con una relación compleja con el comportamiento. Y, sobre todo, que lo que le preocupa es la violencia y la palabra como palanca hacia ella. Pero, en realidad, no está tan claro que las intenciones o motivaciones del gobierno laborista sean esas.

Echémonos un tiempo atrás, cuando muchas más manifestaciones, que las que ha experimentado ahora el país, corrían por las calles de todo el Reino Unido. Lo vamos a hacer de la mano de Toby Young: “No se produjeron detenciones de este tipo tras las protestas de Black Lives Matter, a pesar de que cientos de miles de usuarios de las redes sociales en el Reino Unido ‘azuzaron’ la violencia contra la policía acusándola de racismo. Durante una manifestación, que la BBC describió como ‘mayoritariamente pacífica’, 27 agentes resultaron heridos. Las empresas de medios sociales también fueron culpables -más que ahora- porque promovieron publicaciones a favor de BLM y, en algunos casos, incluyeron el logotipo de BLM en sus plataformas. Pero Sir Keir no exigió que sintieran ‘todo el peso de la ley’. Al contrario. Él hincó la rodilla”.

Sir Keir hincó su rodilla en señal de honda humillación, como hombre blanco, ante la negritud de otras personas. No seré yo quien niegue el derecho de nadie de pensar que su raza, o la de otros, es un dato relevante. Me parece abominable, pero es su derecho. Ni seré yo quien niegue el derecho de nadie a humillarse ante otros. La BBC, por su parte, mintió, como hace con minuciosidad. Lo que no ocurrió es que Starmer mostrase entonces que las llamadas a participar en las manifestaciones, que acababan en una mayor violencia que las que se han producido a finales de julio y comienzos de agosto, fuera una incitación a la misma. Ni quiso importunar a las plataformas en las que se multiplicaban los mensajes a favor de Black Lives Matter, alguno de los cuales hacían llamamientos explícitos a la violencia.

Pero aquél silencio es cosa del pasado. El día antes del triple asesinato que ha desatado, paradójicamente, este revuelo, la ministra de Interior (Home Secretary), Yvette Cooper, planteó que había que darle a la Policía “nuevos poderes para reprimir el comportamiento antisocial”. Una vez desatada la crisis que le da la oportunidad de discriminar entre británicos que tengan un comportamiento “social” y “antisocial”, Cooper ha dicho que las plataformas serán responsables sobre las publicaciones que favorezcan la criminalidad.

¿Cómo calibrar si una publicación favorece o no la criminalidad? El director de la Fiscalía, Stephen Parkinson, ha precisado a qué se refiere el gobierno. Ha dicho que si alguien publica un post que “incite al odio” o con contenido “insultante o abusivo” que pueda “suscitar el odio racial”, será detenido. Para ganarse una detención no es necesario crear ese contenido; basta con replicarlo (retuitearlo, respostearlo…). Parkinson ha aclarado que basta con publicar información sobre las revueltas para ganarse un ticket a la trena. Tienen un equipo de policías que, en lugar de perseguir el crimen, se dedican a seguir el contenido de las redes en busca de mensajes que al Gobierno le puedan parecer inadecuados.

El comisario de la Policía de la Metrópolis, Mark Rowley, ha advertido a los “guerreros del teclado” que caerá sobre ellos todo el peso de la ley. “Piénsatelo antes de postear”, dice un tuit orwelliano con la firma del Gobierno.

El gobierno británico está pensando en aprobar, gracias a su supermayoría en el Parlamento, una ley que le permita restringir el contenido que sea “legal, pero dañino”. Es decir, que el gobierno británico se plantea, en serio, actuar contra las empresas de redes sociales que cumplan la ley, si el gobierno considera “dañino” el contenido que alberguen.

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