Tim Schramm es un joven político de 22 años, vicepresidente de distrito de AfD-Wuppertal, que ha luchado como voluntario en las filas del ejército ucraniano.

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¿Cuál es su papel en la AfD?

Siempre he trabajado a nivel local, como vicepresidente de distrito de AfD-Wuppertal, y en las próximas elecciones me presento candidato a concejal. No obstante, ahora mismo también estoy trabajando con el grupo de AfD en el Parlamento europeo.

Sin embargo, creo que tiene una fuerte vocación militar.

Sí, desde niño mi sueño era pertenecer al ejército, a la Bundeswehr, y cuando acabe mis estudios me presenté para ingresar en la escuela de oficiales. Pasé el proceso de selección y las pruebas físicas, pero en la última etapa, cuando tienes que decidir dónde quieres prestar tu servicio, me dijeron que mi puntuación en matemáticas no era lo bastante alta. No me rendí, e intenté alistarme como soldado, pero me volvieron a rechazar sin razón alguna. Entonces, entendí que el problema era mi pertenencia a la Junge Alternative, las juventudes de AfD, lo que me hacía entrar en la categoría de “extremista”. Tenemos un ejército que no quiere patriotas, entonces, ¿qué quieren? ¿Un ejército de izquierdistas?

¿Y qué le lleva a unirse al ejército ucraniano?

Yendo al principio,  curiosamente la razón es la AfD. Antes de estallar la guerra yo era bastante prorruso y, básicamente, me creía toda su propaganda, pero la AfD de mi Estado organizó un convoy de ayuda humanitaria con suministros médicos poco después de empezar la invasión. Decidí ir a Ucrania con ellos y me impresionó lo que vi.

¿En qué sentido?

Me impresionó el enorme espíritu de patriotismo. Incluso en el oeste de Ucrania, a más de mil kilómetros del frente de batalla, todos se organizaban para protegerse y ayudar a su ejército. Había banderas por todas partes y vi que los ucranianos estaban unidos para defenderse de un poder que quería barrerlos; ese patriotismo es algo que cualquier conservador europeo echaría de menos en su país. Después de ese primer viaje, volví solo a Ucrania e intenté alistarme en la Legión Internacional, pero era un joven de 19 años sin experiencia militar, y lógicamente me rechazaron. Al año siguiente, volví con dos amigos de Wuppertal y sufrimos un accidente cerca de Lviv. Los ucranianos se volcaron con nosotros para ayudarnos y  forjé un vínculo real con ellos  debido a ese accidente. Posteriormente, regresé a Ucrania para visitar a estos amigos y gracias a ellos tengo una conexión personal con este país.

A finales de 2024, volví a intentarlo, pero esta vez tenía conocidos en la Defensa Territorial, que es parte del ejército ucraniano, y pude alistarme.

¿Cómo reaccionaron sus compañeros en la AfD cuando se alista en la Defensa Territorial?

En ese momento, no dije nada a nadie por motivos de seguridad, simplemente era algo que tenía que hacer porque quería ayudar más. Era consciente de que mi decisión no gustaría a los que tienen esa visión simplista de sólo preocuparse por Alemania. Yo me preocupo sobre todo de Alemania, pero Alemania está en el centro de Europa, así que si algo afecta a Europa también tengo que preocuparme por ello; el mundo no se detiene en la frontera de Alemania.

¿Era el único extranjero? ¿Cómo fue su experiencia con los soldados ucranianos?

Sí, todos mis camaradas eran ucranianos y fui muy bien recibido en la unidad; apreciaban mucho que un alemán combatirse a su lado. Yo me defiendo con el idioma ucraniano y soy capaz de comunicarme, pero muchos hablaban “surzhyk”, un dialecto, y me asignaron un traductor.

¿Y con respecto a la guerra?

En cierto modo era cómo esperaba, porque había leído muchos libros sobre gente que había ido a la guerra. Lo peor era esperar: esperabas lo que parecían horas, sin hacer nada, y empezabas a pensar cuando lanzarían la próxima granada, porque lo habitual era que recibiéramos disparos de artillería, y si esa granada acabaría contigo. La espera es lo que puede romper tu mente.

Estuve en Hulajpole, en la región de Zaporiyia. No era una zona en calma, pero era bastante “segura” porque su situación geográfica hace muy difícil un contacto directo con el enemigo, que tendría que atravesar kilómetros de campo abierto para alcanzar nuestras líneas. No obstante, nuestras posiciones sufrían con frecuencia fuego de artillería, bombas planeadoras y los disparos de los carros de combate.

¿Cómo estaba la moral entre sus compañeros de armas?

Era bastante buena. A mediados de marzo y abril bromeábamos con todo lo que se hablaba sobre las posibilidades de paz, pero ellos tenían muy claro que no merecía la pena preocuparse por eso, y respondían que simplemente había que seguir haciendo el trabajo: defender Ucrania. No escuché ni un solo comentario derrotista.

De vuelta en Alemania, ¿qué cree que se está jugando su país en esta guerra?

Creo que nos jugamos mucho más de lo que la gente cree. Por supuesto, quiero la paz y quiero lo mejor para mis amigos ucranianos, pero esa paz no puede ser una capitulación, que al final significaría la desaparición del país, de su identidad y de su gente, y sería una catástrofe para toda Europa. Si Ucrania deja de luchar, desaparecerá.

Respecto a Alemania, creo que debe enviar a Ucrania todo lo que ruede y dispare. Rusia no deja de amenazarnos, sólo hay que ver cómo en la televisión rusa hablan una y otra vez de volver a tomar Berlín, y, siendo realistas, ahora mismo los únicos que pueden detener a los rusos son los soldados ucranianos, porque no basta con tener armas, necesitas tener gente con la voluntad de usar esas armas. Eso es algo que aprendí en Ucrania.

¿Europa debe seguir mandando armas a Ucrania?

Sí, todo lo que sea posible. Y esto no sólo lo digo porque me guste Ucrania, lo digo como un patriota alemán, porque está en nuestro interés defender a Ucrania. Es más barato enviar acero alemán a Ucrania que sangre alemana a los Bálticos.

¿Cuál fue la reacción de sus compañeros de AfD cuando se conoció que había servido como voluntario en Ucrania?

No estaba seguro de hacerlo público, pero fueron varios de mis compañeros, incluidos algunos altos cargos, los que me animaron. La respuesta fue muy positiva, aunque también he recibido críticas e incluso hay en marcha un intento de expulsión por parte del eurodiputado Hans Neuhoff, pero estoy tranquilo, no he hecho nada malo y creo que lo más importante es abrir un debate dentro del partido. Nuestro programa no dice nada sobre que tengamos que ser prorrusos y creo que hay abrir los ojos ante lo que está pasando en esta guerra, como han hecho otros partidos conservadores europeos. Además, moralmente tenemos que apoyar al país que ha sido invadido y defiende su soberanía.

He dado algunas charlas en el partido sobre mi experiencia y las razones por las que hay que apoyar a Ucrania, y han tenido una buena acogida. Así que soy optimista y espero que nuestra postura con respecto a Ucrania cambie, porque debemos cambiarla.

No es una tarea fácil, en Europa la propaganda rusa está presente en ambos lados del espectro político.

Es cierto, la propaganda rusa es muy eficaz y da igual que seas de derechas o de izquierdas, a cada uno le vende una visión romántica de Rusia que es completamente falsa. Cualquiera que piense que Rusia es una alternativa conservadora es que no la conoce. Después de mis primeros viajes a Ucrania me invitaron a una boda en Rusia. Me hice un nuevo pasaporte y fui en coche desde Letonia, así que pude ver mucho de la Rusia real y comprendí porqué los ucranianos no quieren formar parte de ese mundo. Es una dictadura en la que sientes la falta total de libertad. Sólo me sentí seguro cuando crucé la frontera letona y pensé que por fin estaba en la UE. Jamás habría creído que podría tener ese pensamiento.

Y sí, apoyar a Ucrania cuesta dinero, pero la realidad es que la seguridad es cara, no es gratis. Los ucranianos han aprendido que la libertad no se regala, hay que defenderla; nosotros tenemos que hacer lo mismo.