En 2013 viajé a Madrid a presentar mi novela Caballeros en el tiempo. En entrevista en una radio metropolitana, ante la pregunta inevitable de por qué un cubano (en verdad un español de la provincia de Cuba, como suelo definirme) se atrevía en una novela con el tema de la Guerra Civil Española de 1936, expliqué que la contienda ibérica se vivió en el país antillano casi como un asunto doméstico, al punto que mil isleños, la cifra más alta de participación extranjera en relación con la cantidad de población, participaron en esa guerra.
Y que lo más significativo sería que se encontraba en esta cifra lo más granado de la joven intelectualidad cubana del momento, entre otros, Carlos Montenegro, Pablo de la Torriente Brau, (muerto en Majadahonda), Lino Novás Calvo y Rolando Masferrer, herido en combate, y que además todos ellos habían ido a combatir no a favor de los franquistas sino del bando republicano, reclutados por el Partido Comunista. Como anécdota irónica es saludable recordar que Novás Calvo (excelente escritor y probablemente el mejor traductor al castellano de El viejo y el mar, de Hemingway) estuvo a punto de ser fusilado por los mismos rojos que ingenuamente había ido a defender.
El cubano Novás Calvo estuvo a punto de ser fusilado por los mismos rojos a los que, ingenuamente, había ido a España a defender
La entrevista era por teléfono desde mi habitación de hotel. Me encontraba en el punto alto de mi argumentación, al asegurar que los sobrevivientes isleños de esa contienda escaparon precipitadamente de la isla en el mismo año 1959 al atisbar aterrados que con Fidel Castro se hacía realidad en Cuba la utopía por la que habían ido a pelear a España, cuando sucedió un sólido silencio del otro lado de la línea y cortaron la comunicación. Había tocado un nervio sensible del inducido imaginario político español y el entrevistador no quería seguir escuchando, mejor, no quería que el público siguiese escuchando la inconveniencia que venía yo a decir.
Yo había tocado un nervio sensible del inducido imaginario político español y el entrevistador no quería seguir escuchando
Y es que en Cuba triunfa en 1959 lo que fracasó en la Guerra de 1936 en España. Pero no sólo las ideas, recuérdese que el famoso y fracasado general Bayo del bando republicano fue después el eficiente entrenador de Castro y su grupo en México.
Ramón Mercader, el ex combatiente republicano español y asesino diligente de Trotski con una piqueta a las órdenes del camarada Stalin, murió muchos años después homenajeado como un héroe en La Habana. Camilo Cienfuegos y Eloy Gutiérrez Menoyo, dos de los más conspicuos comandantes de la revolución castrista, eran hijos de exiliados españoles republicanos, por no hablar de muchos otros de menor rango.
Los nietos de los que perdieron en 1936 vienen a por lo suyo vía Podemos
Pero eso que fracasó en España y triunfó en Cuba, ha triunfado luego a manera de metástasis en Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, y pretende hacerlo en Colombia, y también, a la revancha, en España, a través de Podemos. Quiere decir que lo que va, viene. Una tela de araña ideológica y subversiva que una vez estuvo en Moscú pero que ahora está en La Habana. Así, los nietos de los que perdieron en 1936 vienen a por lo suyo vía Podemos. Se ha dicho que detrás de Podemos está el chavismo, pero no se ha dicho que detrás del chavismo está el castrismo.
Se ha dicho que detrás de Podemos está el chavismo, pero no se ha dicho que detrás del chavismo está el castrismo
Los nietos ideológicos, a apenas cuatro meses de constituirse en partido político con el nombre de Podemos, participaron en elecciones para el Parlamento Europeo logrando 8 % de los votos, lo que le permitió ganar 5 de los 54 escaños que configuran esa institución internacional. Ya sabemos que Podemos perdió empuje en las elecciones generales de 2016 en España. Pablo Iglesias para valorar los resultados, en los que la agrupación Unidos Podemos obtuvo 71 escaños dijo: «No son resultados satisfactorios para nosotros, teníamos unas expectativas diferentes. Es verdad que nos consolidamos como espacio político, es verdad que lo que hemos hecho en los últimos años es histórico, pero no es menos cierto que no hemos logrado los resultados esperados esta noche«…»Nos preocupa la pérdida del voto progresista«, agregó Iglesias.
Pensarse el patito feo y malo de la leyenda negra
Pero España tiene además el peligro cierto de las corruptelas de siempre, de negarse a sí misma, de pensarse el patito feo y malo de la leyenda negra inducida por sus enemigos, y de gastarse una derecha acomplejada que termina actuando como la misma izquierda de modo que, mire usted, si trasladamos la que se nombra derecha española al ámbito norteamericano quedaría ubicada a la izquierda de la izquierda de ese ámbito. Miren si no, la actuación del Gobierno de Mariano Rajoy respecto a la dictadura comunista de Cuba.
España tiene el peligro de negarse a sí misma, de pensarse el patito feo y malo de la leyenda negra inducida por sus enemigos
En vísperas del primer viaje de los reyes Juan Carlos y Sofía a Cuba, en noviembre de 1999, la prensa daba publicidad a dos incidentes escandalosos: el descubrimiento en Colombia de un barco con 7,5 toneladas de cocaína presuntamente destinado a dos empresarios españoles, que trabajaban en Cuba y la admisión por parte del servicio de inteligencia español de que había sido penetrado por agentes castristas.
Obviamente, ambas naciones trataron de no comentar sobre estos incidentes pues coincidían con los preparativos del viaje real a la isla. Hacemos notar que los hechos ocurrieron bajo la administración del presidente del gobierno español, José María Aznar, anticastrista donde los haya. Pero ya en 1986, el gobierno del primer ministro Felipe González elevó una fuerte protesta a La Habana, con motivo del intento de secuestro de un desertor isleño en las calles de Madrid. Probablemente desde esa época los castristas habían infiltrado al servicio de inteligencia español.
Probablemente desde los tiempos de Felipe González, los castristas habían infiltrado al servicio de inteligencia español
Así, siguiendo la tradición de esa derecha que no es principista sino mercantilista, la prensa española daba cuenta al inicio de 2017 de que el Ministerio de Justicia del nuevo Gobierno de Rajoy ha iniciado una política de gestos de reconocimiento y sensibilización hacia la pluralidad religiosa, quiere decir, a favor de la islamización. «Cada vez va siendo más común que haya empresarios que hacen coincidir al empleado su mes de vacaciones con el Ramadán», explican desde fuentes del ministerio, «o que permiten librar en una festividad de su religión, por ejemplo, la fiesta del Sacrificio, a cambio de trabajar el día de Navidad».
En este sentido, desde el Gobierno admitieron a la prensa que se está «contemplando» la petición de los musulmanes de España de incluir en el calendario laboral alguna de sus festividades religiosas, como la de Ruptura del Ayuno o la Fiesta del Sacrificio. ¡Qué venga el Cid y lo vea!
España tiene también como enemigo, quizá el más peligroso de todos, el marxismo cultural que, inspirado en el filósofo italiano Antonio Gramsci y desarrollado por la famosa e infausta Escuela de Frankfurt, se ha hecho con el poder en los circuitos intelectuales, académicos, escolares, editoriales y mediáticos con vista a la creación, exitosa hay que decir, de una historia y un presente ideológicamente manipulados, pero ese no es en exclusiva un peligro para la península, es un peligro para el mundo occidental todo, empezando por EEUU. De ahí la importancia que cobra el señalamiento sobre la guerra cultural hecho por el ex asesor de Seguridad Nacional escogido por Trump.
No todo está perdido para España
Pero, quizá no todo esté perdido para España. El mundo parece cambiar cada vez más hacia otra época, determinada por el espíritu de un nuevo paradigma, síntomas de ello serían la Hungría de Viktor Orbán, el Brexit en Reino Unido, el NO a la componenda de paz entre la guerrilla comunista de las FARC y el Gobierno de Colombia en La Habana (madrina de esa misma guerrilla), la victoria, a pesar de la prensa y las encuestas manipuladoras a tono con el marxismo cultural, del malo de Donald Trump frente a la buena de Hillary Clinton en las elecciones estadounidenses y la muerte del tirano de Cuba, Fidel Castro.
España puede, y debe, abanderar los cambios en el mundo iberoamericano
España puede, y debe, abanderar esos cambios en el mundo iberoamericano. Así como ha sido clave en la legitimación del régimen de la isla en Europa, puede también ser clave para aislarlo política y económicamente, lo cual podría ser un punto de colaboración con la administración Trump que promueva los cambios hacia la libertad en la isla y así impedir, de paso, que los nietos de los que fracasaron en el 36 se hagan con el poder en España, aliados con islamistas y etarras, y conviertan a la nación de los Reyes Católicos, Cervantes y Cortés en una Cuba a las puertas de Europa, camino a un sultanato por fuerza de la inmigración y la fertilidad de las féminas musulmanas, estimuladas además por la segura manutención de los críos de la mano del erario español.
El renacer de España
No me pregunten por qué, pues la historia parece estar determinada por una lógica que no es de este mundo, pero si en 1898 la intervención de EEUU en Cuba marcó el declive definitivo del Imperio Español, ahora la alianza firme con EEUU para la caída del comunismo en Cuba pudiera marcar el ascenso de España a los primeros planos del escenario internacional. No exageramos, España pudiera volver a ser un esplendoroso imperio, si no militar al menos sí cultural, pues para ello cuenta con un formidable ejército conformado por unos 560 millones de hablantes del castellano en el mundo, más de 40 millones de ellos dentro de la primera potencia del planeta, según cifras del Instituto Cervantes.
Debe destronarse a la elite cultural establecida en el panorama español
Pero, para que ese ejército sea eficiente, debe destronarse la elite cultural establecida en el panorama español, dada con perseverancia sin par al escoramiento ideológico hacia la izquierda y a la pedestre expresión de lo políticamente correcto, es decir, de todo lo incorrecto para la libertad y la prosperidad de los pueblos, y ser sustituida por una élite cultural que apueste, como exige el espíritu de la nueva época, por llamar las cosas por su nombre sin temor a las consecuencias que deriven de los finales y feroces estertores del viejo orden que empecinado se negará a morir.
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