Los políticos supuestamente liberales han olvidado uno de los elementos claves del impulso de la libertad de los años ochenta: la desregulación.
En lugar de oponerse a la regulación, los administradores públicos europeos legislan de manera compulsiva con el objetivo de la «igualdad», la intervención en los asuntos privados de los ciudadanos y en obtener más recursos vía impuestos y deuda pública.
Llama la atención lo poco que se apela a la libertad, al derecho de propiedad y a la intimidad personal, completamente violada. Ejemplo: fin del secreto bancario, otrora sagrado.
Se impone, al menos, una protesta y una solicitud de que algún partido enarbole la bandera de la desregulación
Cada día los ciudadanos estamos bombardeados por miles de diputados europeos y nacionales (elaboran enfrebecidos el Diario Oficial de la Unión Europea), el BOE (ayer 26 de octubre, 70 páginas de regulaciones diversas, decreto-ley, etc,) los 17 boletines oficiales de la CC. AA, los 52 boletines oficiales de las Provincias e importantes y detallistas disposiciones regulatorias para la vida diaria en 11.000 ayuntamientos españoles.
En las democracias liberales del siglo XIX e inicio del XX, las leyes era muy eficaces, pocas y breves. No tenían exposición de motivos y, por su calidad, duraban decenas de años.
Ahora la Exposición de Motivos constituye una suerte de verdad oficial y excusa para la propaganda política. Si leen la exposición de motivos de la ley LGTBI de la Comunidad de Madrid o el de la Memoria Histórica verán que, además de regular nuestras vidas y visiones de la realidad, nos intentan someter a la corrección política que es un transgresión de la libertad.
Dado que esta fiebre regulatoria e intervencionista es tanto de la izquierda como la derecha política, se impone, al menos, una protesta y una solicitud de que algún partido enarbole la bandera de la desregulación.
Foto: Luke Palmer