“En diferentes partes del mundo, sólo unos pocos regímenes totalitarios comunistas sobreviven, pero que, sin embargo, oprimen aproximadamente a un quinto de la población mundial, y aún se aferran al poder, cometiendo delitos e imponiendo un alto coste para el bienestar de sus pueblos”.

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Declaración de Praga 2009

En 1989 los rumanos emprendieron una movilización masiva para desconocer y derrocar al dictador socialista Nicolae Ceausescu. Durante su mandato (25 años), murieron más de 435 mil personas. Su ocaso se presentó en diciembre de ese año, cuando movimientos masivos orquestados por el pueblo exigían su renuncia. Ante estas manifestaciones ordenó al ejército disparar contra la población, más de 60 mil personas murieron en un par de días.  ¿Cuáles fueron las palabras de Ceausescu para justificar tal genocidio? Lo dice en su último discurso:

«Es claro que hay una acción conjunta de círculos que quieren destruir la integridad y soberanía de Rumania para detener la construcción del socialismo, para de nuevo poner a nuestra nación bajo la dominación extranjera. Debemos actuar con fuerza contra cualquiera que intente debilitar la unidad de nuestra nación, porque ellos están del lado de los imperialistas y de varios servicios de inteligencia que buscan dividir a Rumania, para esclavizar de nuevo al pueblo[1].

Finalmente a través de un órgano político alterno FSN (Frente de Salvación Nacional), se ordenó la captura y el juicio contra Ceausescu y su esposa, imputados por genocidio. El matrimonio fue fusilado.

No todas las dictaduras establecidas por el socialismo han tenido el mismo desenlace al condenar a sus tiranos, gran parte de ellas continúan y siguen reproduciendo su dominio ideológico; todas coinciden en los altos niveles de miseria, escasez, represión y muerte[2].

¿Dónde se origina el impulso socialista contemporáneo que, pese a hechos y a la historia, sigue generando los mismos resultados? No es posible dar una respuesta inmediata que logre englobar todas las causas, pero sí es posible vincular elementos muy precisos que sirven como herramientas a los ideólogos socialistas: la exaltación de las pasiones a través de emblemas morales y la educación.

Si la causa revolucionaria consideraba conveniente la muerte, entonces merecían morir. Al administrar la derrota de sus adversarios, el Estado era el instrumento de la historia y de su inmensa venganza “impersonal”

El corazón socialista se presenta como aquél que lucha por las causas “justas”, el que se encuentra del lado correcto de la historia, el que señala y persigue a los “culpables” para hacer venganza. El socialista es un Cristo enfadado que no está dispuesto a colocar la otra mejilla, sino que desea crucificar a todos los malvados para crear el paraíso terrenal. Moral y pasión, o pasión moral es lo que forma parte de la estructura psíquica de la ideología marxiana; por esto mismo no es fortuito el culto a la personalidad que se realizó hacia los grandes representantes del comunismo, pues en Stalin, Mao, Ceausescu, Castro, Chávez, se encuentra la “encarnación” del pueblo.

A su vez la exaltación revolucionaria como acto milagroso, hace comprender que la revolución de octubre, esa revolución bolchevique, sea la meca de todas las revoluciones contemporáneas. Aquellas castas revolucionarias que se encumbran en nombre del pueblo y de la causa socialista han matado y destrozado generaciones, no sólo refiriendo a sus opositores sino a los mismos integrantes de sus partidos. Los “enemigos”, los “otros”, merecían la expropiación; se merecían el aniquilamiento de sus ideas, de su forma de vida, de su cultura. Si la causa revolucionaria consideraba conveniente la muerte, entonces merecían morir. Al administrar la derrota de sus adversarios, el Estado era el instrumento de la historia y de su inmensa venganza “impersonal”. Todos estos regímenes totalitarios y unipartidistas han establecido la mentira en el lugar que le corresponde dentro del ideario comunista, elevándola a la apoteosis de la “verdad”. Ya Stalin en 1925 afirmaba en el congreso XIV del partido bolchevique:

Quien se oponga a nuestra causa con actos, palabras o pensamientos –sí, bastan los pensamientos- será totalmente aniquilado”.

Cuerpo (pueblo), espíritu (líder) y templo (la revolución), son la triada perfecta del mundo ideológico de un socialista. Una vez cumplida esta misión, es necesario que existan los predicadores de la “buena nueva del cielo en la tierra”. Tal encomienda le corresponde a los educadores culturales. Este tipo de portavoz ha aprendido, como el político, a cambiar de piel según sus intereses, donde al mudar de lealtades debe de mentir o censurar voluntariamente sus sentimientos subjetivos o reprimirlos por completo, eso al final lo convierte en un intelectual orgánico.

¿Acaso la lucha intelectual está perdida? No lo creo, pese al gran impacto que genera la ideología roja en los universitarios y en los portavoces culturales, existe también la honestidad intelectual de aquellos que formaron parte de las filas del estalinismo, castrismo y demás derivados marxianos, que rectificaron su camino al realizar fuertes críticas a esa ideología. Orwell lo hizo, Antonio Escohotado, Octavio Paz, o el caso de aquél escritor uruguayo, simpatizante del socialismo, que rectificó su postura poco antes de morir al hablar sobre el libro latinoamericano más apreciado por las juventudes socialistas: «No volvería a leer «Las venas abiertas de América Latina», porque si lo hiciera me caería desmayado, cuando lo escribí no sabía tanto sobre economía y política»[3].

La realidad y los hechos siempre terminan por imponerse, lamentablemente muchas veces las consecuencias llegan a destruir generaciones completas, es por ello fundamental mostrar como las ideologías totalitarias siguen ahogando a un quinto de la población mundial. El intelectual de hoy debe constituirse como un hombre libre que muchas veces tendrá que tomar distancia de las academias -infestadas de ideólogos socialistas- y señalar los abusos y excesos de la mancha roja. Ante ello una simple verdad: existen dictaduras que no son producto del socialismo, pero sí todos los socialismos han desembocado en dictaduras. ¿Acaso lo anterior puede negarse? Sí, para aquellos que emprenden una lucha contra la realidad, una guerra atroz contra los hechos, donde, si es necesario, son capaces de aniquilar a toda una población con tal de silenciar a un testigo inoportuno. Tal acto llevaría a la aniquilación del ser humano, pues el socialismo es una doctrina de represión y de muerte que debemos denunciar. Ante la realidad están los hechos y sobre los hechos se muestra la realidad.

[1] “Ultimul discurs al unui adevarat presedinte roman”:  https://www.youtube.com/watch?v=2tmjxxFxlrQ

[2] “El libro negro del comunismo” muestra las cifras de muertos durante dictaduras socialistas, por mencionar los casos más escandalosos encontramos:

China: 82 millones de muertos; URSS: más de 21 millones de muertos; Corea del Norte: 4,6 millones de muertos; Vietnam: 3,8 millones de muertos; Camboya: 2,4 millones de muertos; Afganistán: 1,5 millones de muertos; Yugoslavia: 1.172.000 muertos; Alemania: 815.000 muertos; Mozambique: 729.000 muertos; Etiopía: 725.000 muertos; Rumanía: 435.000 muertos; Checoslovaquia: 262.082 muertos; Polonia: más de 235.000 muertos; Hungría: 210.000 muertos; Angola: 125.000 muertos; Albania: 100.000 muertos; Rhodesia / Zimbabue: más de 50.000 muertos; Laos: 45.000 muertos; Bulgaria: 31.150 muertos; Mongolia: 35.000 muertos; Filipinas: 22.799 muertos; Grecia: 15.401 muertos…

[3] https://elpais.com/cultura/2014/05/05/actualidad/1399248604_150153.html


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