La Gaceta de la Iberosfera es una de las publicaciones más interesantes en estos momentos. Es especialmente valiosa la sección Ideas. El nombre que recuerda a una llorada revista de Libertad Digital, qué tiempos aquellos, acompañada de otra revista de Libros, una de Historia, Religión… Pero estas Ideas no están en LD, sino en La Gaceta de la Iberosfera, y está dirigida por Hudges.
En la revista de La Gaceta, una de las paradas recomendables es la que está bajo el letrero David Román. Escribe bien, con un conocimiento cabal y buenas referencias, unos artículos descarrilados. Le preocupa a David la inmigración masiva, cómo no iba a hacerlo. La verdad es que es un fenómeno tan complejo, que es fácil cargarse de razón, no importa la posición que adoptes. Siempre hay una parte amplia de la realidad que te acompaña.
Hay una confusión generalizada entre economía de mercado y empresas. Esa confusión sólo puede nacer del desconocimiento, que explica ese anticapitalismo, o de la falta de honradez intelectual, que también explica ese anticapitalismo
No sólo le preocupan las migraciones masivas, sino la libertad de cambiarse de país. Pues, si la llegada de los otros supone un problema, la solución es muy fácil: impidámosla. Si no hay libertad, no habrá migraciones masivas ¡Cuánto ingenio se ha derramado para defender las soluciones más toscas! ¿La gente se droga?, prohibamos su consumo y su comercio. Y todo así.
El caso es que a David Román no le gusta la libre migración, pero tampoco le gusta el capitalismo. O no todo él. Y a la nueva derecha tampoco. En un reciente artículo publicado en La Gaceta de la Iberosfera, Román pone el ejemplo de Alternativa por Alemania, pero valdría el de otras formaciones políticas. El Vox de última hora, por ejemplo.
El artículo empieza por todo lo alto, con una cita de Nicolás Gómez Dávila, y desciende a partir de ahí. Rescata de sus escolios estas palabras: “El capitalismo es la deformación monstruosa de la propiedad privada por la democracia liberal”. Gómez Dávila tenía una perspicacia única. Acuñaba en una sola frase un torrente de ideas. En esta sentencia resume una parte no desdeñable del pensamiento de Wilhelm Röpke, pero el alemán necesitó varios libros para formularlo.
Röpke era un liberal clásico, partidario del libre comercio y de la libre migración, y pacifista. Defendía la propiedad privada y era crítico con el nacionalismo, con el socialismo y con el nacionalsocialismo, como no podía ser de otro modo. Y del comunismo, claro. También criticaba al capitalismo. Pero no como si fuera un dirigente de Vox o de AfD; reconocía y defendía la libertad de todos para producir e intercambiar bienes.
Su crítica iba encaminada hacia el capitalismo como fenómeno histórico. Un capitalismo como mezcla de intervención estatal y autonomía social, en el que la grandiosidad productiva iba acompañada de la figura de un hombre-masa, una persona desdibujada, desarraigada, con consecuencias morales y políticas fatales. Entre esas consecuencias se encuentra la disposición de muchos a aceptar las ideas totalitarias contra las que luchó desde muy joven. Desde que se dio cuenta, gracias a Ludwig von Mises, de que el socialismo era un error.
El artículo va de un lado a otro. Tropieza con la inmigración, llega a un dirigente de AfD, vía Zitelmann, que habla de la tensión entre el hombre conservador fetén y el capitalismo, y rebota contra BlackRock. Por poner orden en este terreno, yo comenzaría por hablar de Maximilian Krah, que encabeza la lista del partido identitario alemán a las Elecciones Europeas.
Zitelmann le cita, en un artículo publicado por Libertad Digital, diciendo: “La política de derecha, (…) se construye alrededor del arraigo del ser humano. Esa noción de una vida centrada en la persona, con la identidad como concepto fundamental, está siempre en tensión con el mercado”. El mercado, dice Krah, “no muestra consideración por la tradición, por la naturaleza o por la identidad”.
De modo que tenemos al candidato de AfD criticando la economía de mercado. No “el capitalismo”, como término-comadreja, como amalgama de estatismo y cooperación voluntaria que sirve para todo. No. Krah critica la economía de mercado: la libertad de producir e intercambiar lo propio por lo ajeno.
A Krah no le gusta la libertad, y entiendo que a David Román tampoco, porque ya sabemos cómo es esto; la gente va y hace lo que le da la gana, en lugar de hacer lo que me da la gana a mí. Y esa sensación llega a ser intolerable para algunos. Esta mentalidad tiene varias fallas.
La primera es que ni Krah ni Román son nadie para obligar a los demás a comportarse como a ellos les gustaría. La segunda es que no les gusta cuando sus hermanos ideológicos del lado oscuro nos obligan a todos a comportarnos como a éstos les gusta, pero a Krah y a Román no. Pero tu derecho a imponerte sobre los demás no es menor que el de los demás a imponerse sobre ti, y sobre otros. Y la tercera es que este juego de imposiciones lleva al quítate tú para ponerme yo.
Es cierto que cuando la gente hace lo que quiere (mercado), no tiene por qué seguir las indicaciones estéticas o morales de Román. Y que, a menudo, no lo hace. Para muchos eso supone un problema que el Estado tiene que resolver imponiendo su criterio sobre los demás. Hay una diferencia de grado, pero no de categoría, con otros grandes moralistas como Pablo Iglesias o Íñigo Errejón, por poner dos ejemplos cercanos.
La libertad, es cierto, puede contribuir a diluir ciertas identidades. Facilita la llegada de personas con formas distintas de ser en el mundo. Ofrece opciones diferentes de las que adoptaron tus padres. Pero impedir a los demás acudir a tu país u obligar a los propios a asumir una identidad tiene sus propios problemas. Esto último es opresivo y no asegura que prevalezcan las raíces de la propia cultura. Y, si verdaderamente es superior, no hay que tener miedo a que se enfrente a la competencia frente a otras opciones.
Hay una confusión generalizada entre economía de mercado y empresas. Esa confusión sólo puede nacer del desconocimiento, que explica ese anticapitalismo, o de la falta de honradez intelectual, que también explica ese anticapitalismo. Las empresas son un fenómeno característico de las economías de mercado, pero lo que caracteriza al mercado no es la defensa de las empresas, sino la defensa de la autonomía y la libertad dentro del ámbito propio.
BlackRock es una empresa. Un fondo enorme, descomunal, que recoge el ahorro de decenas de millones de ciudadanos, y que la empresa vehicula a tal o cual inversión. Tan grande es el fondo, que sus directivos le hablan a los oídos de los grandes dirigentes mundiales. No sé si es esta connivencia con el poder lo que explica que BlackRock, que en su momento fue la bestia negra de la izquierda, hoy sea uno de sus principales agentes. Pero lo es, y a Román el caso de BlackRock le sirve para condenar al capitalismo, toma sinécdoque. No me parece suficiente.
Foto: Marcel Strauß.