Soy un gran defensor de la soledad. El principal motivo es que no la practico. No es ya que sea una persona, digamos, sociable, sino que tengo una familia que me acompaña, y he cuidado mis amistades como quien tiene un precioso tesoro; casi con veneración. Y, sin embargo, la soledad me parece ¡tan atractiva! Todos necesitamos un tiempo con nosotros; un tiempo de calidad, como se acostumbra ahora a decir. Ahora bien, prefiero disfrutar de mis momentos de soledad a tener que desembarazarme de ella como de una novia pesada.

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La soledad no es una aspiración gozosa para muchos; se parece más a una suerte de condena. A medida que la vida avanza, como un soldado en la Primera Guerra Mundial avanzando ciegamente hacia la muerte, uno ve cómo las personas que le han acompañado se quedan en el camino. Eso no implica que estemos llamados a estar solos. La amistad no tiene edad. Y aunque guardemos los huecos de quienes nos dejaron, todavía podemos llenar nuestras horas con conversaciones interrumpidas, que en eso consiste la vida.

Las pantallas, que acercan a quienes están lejos, también alejan a quienes están cerca. Por esas pantallas pueden correr los memes y los emoticonos, pero no tanto las conversaciones informales. Las relaciones cara a cara son fundamentales

¿Qué decir de los hijos? Alimentan nuestros anhelos diarios durante sus primeras décadas. Luego cumplen con la ley de vida, que es también suya. Y a partir de cierta hora, sobre todo suya. Otro tesoro que guardar y cuidar con talento. Y la pareja. Aquí no voy ni a entrar, porque entramos en un terreno tan complicado que no hay vidas consecutivas suficientes como para dominarlo.

Hay un Observatorio estatal de la soledad no deseada, y eso es un hecho dramático. Porque eso quiere decir que hay un grupo más o menos nutrido y muy organizado de funcionarios que tiene como principal misión mostrar que su puesto de trabajo es fundamental. Y depende de que los demás lo veamos así, de modo que tenderán a exagerar la magnitud del problema. Impedirían que remitiera en la realidad social, si algo así estuviese en su mano.

Con todo, no tenemos por qué desconfiar del resultado de una encuesta que ha encargado, y que revela que los jóvenes, de esa juventud que se alarga hasta los 24 años, son los que más solos se sienten. Un 21,9% dice estar solo sin que sea su intención. Luego el porcentaje va cayendo en escalera hasta dar un salto para los mayores de 75 años, cuando las ausencias superan en número a las personas presentes.

No es un problema específicamente español, y de hecho es menos acusado en nuestro país que en muchos otros. Es una exageración hablar de “una epidemia”. Pero estos son los términos utilizados por la psicóloga Carmen García en una entrevista. Lo más interesante de la misma es lo que dice de la soledad de los jóvenes, que vincula al uso frecuente de las redes sociales. Participar en las mismas, relacionarse por esa vía con los demás les otorga “esa sensación de impersonalidad, de quedarse detrás de la pantalla, que a veces no facilita que ellos aprendan a interactuar con personas de verdad”. Además, les da “una falsa sensación de disponibilidad. Como tengo muchos amigos en Instagram, no necesito hacer amigos de verdad”. Porque hay que “aprender las contingencias de la relación cara a cara”. Un tipo de relación que, sí o sí, tendrán que tener cuando el paso de los años les arroje a la vida adulta.

Jonathan Haidt ha observado un aumento en la incidencia de las enfermedades mentales en los Estados Unidos, y él lo vincula, como contamos en Disidentia, al uso masivo de las redes sociales. El punto de inflexión se produjo, dice, en 2012. Soledad y enfermedades mentales no son lo mismo, pero son realidades no muy lejanas. Es una tesis interesante.

Pero interesante y cierto son dos palabras distintas por buenas razones. ¿El uso de las redes sociales contribuye un aumento en la incidencia de la soledad? Podría ser, pero no creo que sea la única causa, ni que la causalidad sea fácil. Porque la relación por redes sociales es más fría, pero también contribuye a conocer a más personas y facilita que el contacto con quienes ya conoces se mantenga. Ahora bien, sí es posible que para una parte de los jóvenes el efecto aislador de las rrss sea preponderante, y aunque su efecto conjunto sobre el número y la calidad de las relaciones pudiera incluso ser positivo, habrían contribuido a que se produjera esa mayor incidencia de la soledad.

De hecho, si nos vamos a las causas citadas por el estudio del Observatorio, apuntan en otras direcciones. Las principales tienen que ver con la relación con la familia: viven lejos o la persona ya no convive con ellos. El sentimiento de incomprensión o la realidad de vivir en lo que entendemos por soledad son las siguientes causas.

Eso sí, la rúbrica con mayor frecuencia (un 12,7%) es la de “tengo dificultad para relacionarme con los demás”. ¿Se esconde aquí el uso de redes sociales? El informe no las cita ni una sola vez. Y esa dificultad puede estar causada por problemas psicológicos o psiquiátricos, o por cualquier otra causa.

Hay otra correlación que parece más segura. Muy recientemente, tanto como el pasado 27 de mayo, el diario The Wall Street Journal publicó un reportaje sobre la sensación de soledad en el ámbito laboral. Resulta que en los Estados Unidos, donde todo se mide, el porcentaje de personas que llegan a conocer a sus compañeros de trabajo a un nivel personal ha caído del 79 por ciento en 2019 al 68 por ciento en 2024. Sí, ha pasado una pandemia; pero la pandemia ha pasado. Y es aquí donde estamos.

¿A qué se debe ese cambio? ¿Al teletrabajo? Sí, pero de nuevo no parece ser una causalidad sencilla. Dice el reportaje, por ejemplo: “Paradójicamente, las reuniones pueden hacer que las personas se sientan más solas, y más aún si son virtuales, según los investigadores del comportamiento. Una encuesta realizada en 2023 por la empresa de análisis y experiencia del empleado Perceptyx reveló que las personas que se describían a sí mismas como ‘muy solitarias’ solían tener más reuniones que los empleados menos solitarios. Más del 40% de estas personas pasaban más de la mitad de sus horas de trabajo en reuniones”.

Las pantallas, que acercan a quienes están lejos, también alejan a quienes están cerca. Por esas pantallas pueden correr los memes y los emoticonos, pero no tanto las conversaciones informales, más personales, que tienen una importancia muy alta al respecto de las relaciones entre personas. Las relaciones cara a cara son fundamentales.

Sin embargo, y este es otro de los datos aportados por el reportaje, en el último año se ha observado un aumento del sentimiento de soledad tanto entre quienes trabajan totalmente en remoto como los que no salen de la oficina o los que utilizan fórmulas mixtas. Y con niveles de incidencia parecidos. De nuevo, el fenómeno parece ser complejo.

Foto: Aaina Sharma.

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