Hace unos días, el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Juan Guaidó, protagonizó una jugada harto inteligente. Cumpliendo con los artículos 233, 333 y 350 de la constitución, que establecen la proclamación del presidente de la AN como Presidente Interino en caso de falta absoluta del presidente en ejercicio o presidente electo, el deber de restablecer la constitución en caso de que pierda vigencia y el derecho a rebelión, respectivamente, fue proclamado Presidente Interino de la República.

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Tomando nota de la insufrible situación del país latinoamericano, han sido muchos los países que le han reconocido como presidente (Interino) legítimo de la República; Estados Unidos, Brasil, Paraguay, Argentina, Colombia, Dinamarca, Israel, Canadá, Perú, Ecuador, Costa Rica, Panamá, Honduras, Australia, etc. Por otra parte, están quienes no reconocen a Guaidó como presidente; Turquía, Rusia, Irán, Cuba…y la Unión Europea. Sí, ha leído bien, estimado lector. La Unión Europea ha decidido colocarse del lado incorrecto de la historia al ponerse de perfil ante una brutal dictadura con miles de muertos a sus hombros al darle un ultimátum a Nicolás Maduro y pedirle que convoque elecciones libres en 8 días y avisarle que, de lo contrario, reconocerán a Juan Guaidó. Sólo el presidente puede convocar elecciones, luego para la UE, el dictador es el presidente y el presidente un usurpador, como si de un mundo paralelo se tratase. Por su parte, el presidente de España, Pedro Sánchez, ha decidido seguir la posición de la Unión en lugar de reconocer a Guaidó como le exigen la oposición y el pueblo venezolano.

20 años han transcurrido desde que Chávez tomó el poder en Venezuela. El 87% de la población vive en una situación de pobreza

Hay dos hechos que nos deberían llamar la atención por su trasfondo. El primero es la, para muchos, necesaria posición común de los países que forman la Unión Europea, que denota una evidente pérdida de soberanía de estas naciones que podría pasar factura a sus ciudadanos. El mercado común y la libre circulación de personas en la UE, sin duda alguna, son dos de los mayores avances que se han producido en el continente europeo, y han de ser preservados. Sin embargo, tengo la sensación de que hay quienes desean convertir nuestro país en una especie de comunidad autónoma, convirtiendo a la Unión Europea en una nación. Creo que es una idea especialmente azarosa. Pongámonos en el contexto de una nación europea gobernada por un partido (ojalá no) de extrema izquierda. Al gobernar este partido a más de 500 millones de personas, se reducen las posibilidades de escapar del control del “Gran Hermano”, cosa mucho más sencilla en el contexto actual. Centralizar el poder es realmente peligroso, no por ninguna identidad cultural sino por el aumento del poder político que conlleva. Citando a Acton, “Si el poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente”.

El segundo hecho, que me indigna, es la petición a Nicolás Maduro de convocar elecciones por parte de la UE. Y me indigna – que no sorprende – por dos razones. Por un lado, no se puede pedir que convoque elecciones libres a una persona que, primero como vicepresidente y ulteriormente como presidente, ha sido un responsable directo de las innumerables violaciones de los Derechos Humanos, secuestros y asesinatos en Venezuela, así como de la extrema situación de pobreza que sufre el país a causa del socialismo real. El ultimátum de la UE viene a ser como si Estados Unidos le hubiera pedido a Hitler permitir algún partido de oposición y cerrar los campos de concentración.

La posición de la Unión Europea supone hacer un favor a quienes, pancarta en mano, abanderan la tiranía chavista como buenos siervos agradecidos que son

20 años han transcurrido desde que Chávez tomó el poder en Venezuela. El 87% de la población vive en una situación de pobreza, más de 300 personas han sido encarceladas por manifestarse contra el régimen, enfermedades antaño desaparecidas se ciernen sobre los venezolanos indefensos por la falta de medicinas y más de 3 millones de personas han huido en busca de oportunidades o, simplemente, de una seguridad de la que no disfrutan en su patria, en el lugar donde se criaron y donde creyeron que siempre estarían a salvo. Por otra parte, sabiendo que sólo el presidente puede convocar elecciones anticipadas, al pedirle la Unión Europea a Nicolás Maduro acudir “de nuevo” a los comicios, le reconoce como verdadero presidente de Venezuela. La UE, con estas declaraciones, le da la espalda a todos aquellos venezolanos represaliados por su defensa de la libertad, a las naciones que han colaborado con el restablecimiento de la democracia y a todos los ciudadanos de la Unión -que no es lo mismo que “europeos”- que apoyamos firmemente la causa del presidente Guaidó y de la oposición venezolana. Además, la posición de la Unión Europea supone hacer un favor a quienes, pancarta en mano, abanderan la tiranía chavista como buenos siervos agradecidos que son.

La posición que ha tomado la Unión Europea respecto a la proclamación -no autoproclamación como dicen las malas lenguas- de Juan Guaidó es, cuanto menos, descarada. Se ha evidenciado la parcial falta de soberanía de los países miembros de la Unión, pero lo más importante, lo realmente infame, ha sido la petición de convocatoria de elecciones libres a una dictadura que ha traicionado todos los principios por los que debe regirse un mundo libre. Cada cual se retrata como quiere y a pesar de que el Parlamento Europeo, a petición del Partido Popular Europeo (liderando la petición el PP español), ha reconocido a Guaidó, esta resolución no es vinculante y la Unión Europea deberá decidir. Decidir ¿entre qué opciones? Entre la libertad y la barbarie, entre lo fácil y lo correcto, entre la firmeza y la equidistancia. Hemos de valorar muy positivamente la celeridad de quienes han defendido, desde el primer minuto, la recuperación de la civilización en Venezuela, y recordar a aquellos que hacen lo contrario sin engañar ya a nadie. Si de algo podemos estar seguros es de que, para los dirigentes de la Unión Europea, habida cuenta de sus acciones, el presidente legítimo de Venezuela es Nicolás Maduro.