El partido socialdemócrata sueco ha ganado las elecciones. Eso no es noticia, claro; los socialdemócratas siempre, o casi siempre, ganan las elecciones. Son el partido más votado desde las elecciones de 1917. Eso no quiere decir que hayan gobernado siempre: la coalición de dos o más partidos ha permitido formar gobiernos alternativos.

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La noticia es otra: La victoria del bloque de la derecha, y el resultado de los Demócratas Suecos (DS), que se ha convertido en el segundo partido del país en número de votos. Según los últimos datos, que siguen siendo provisionales, el Partido Socialdemócrata ha obtenido el 30,3% de los votos, los DM el 20,5%, el Partido Moderado (PM) un 19,1%, y le siguen un conjunto de formaciones con mucho menor apoyo.

Se han cedido ciudades enteras a extranjeros que han recreado su propia sociedad, son sus propias normas, en suelo sueco

En un Parlamento que tiene 349 escaños, una mayoría se obtiene con 175. En el bloque de la derecha, los DS aportan 73 y los moderados 68; 141 entre los dos. Y los Cristiano Demócratas (CD), 19. Sumados los tres, podrían formar un gobierno apoyado sobre 160 escaños, a 15 de la mayoría absoluta.

Una posibilidad es que se apoyen, para determinados proyectos, en el Partido de Centro (PC), que ha sido muy castigado porque muchos de sus votantes han optado por los DS, y que controla 24 escaños. Pero el PC ha estado muy vinculado al ex primer ministro socialdemócrata de Stefan Löfven, y tiene una visión social muy liberal, y alejada de los DS. Otra opción es contar con los liberales; sus 16 escaños (resultados provisionales, como los demás), serían suficientes para formar una mayoría, o para poder alcanzar acuerdos durante la legislatura.

Que pueda haber ese gobierno no quiere decir que lo haya. Por un lado, no es fácil poner a cuatro partidos de acuerdo, y que los tres partidos convencionales a la derecha acepten de buen grado las iniciativas que vengan de los DS. Por otro, Socialdemócratas y moderados podrían formar una coalición de 175 escaños, y podrían sumar a los verdes (18) o a los liberales (16).

Pero si los moderados u otros partidos a la derecha se niegan a formar gobierno con los DS, es muy probable que lo acabasen pagando en unas próximas elecciones. Y entonces, el poder que pueda tener el partido de derecha nacionalista puede ser enorme.

En las elecciones de 2006, los DS obtuvieron el 2,9% del voto. En 2014 concitaron el apoyo del 12,9% del electorado, y no ha dejado de crecer: hace cuatro años les votó el 17,5% de los suecos, y en las últimas elecciones, han superado el 20%. Los Demócratas Suecos han crecido mucho en los últimos años por dos factores: la dirección de su líder, Jimmie Akersson, y por los problemas asociados a la inmigración.

Los DS eran un partido paria en Suecia, cuando Akersson asumió su liderazgo (2005). Cambió la imagen y el mensaje de su partido. Con respecto a lo primero, los DS dejaron de mostrarse con la imagen de un vikingo, y eligieron a una flor con los colores del país como logo. Por otro lado, dejaron de lado los mensajes abiertamente etnicistas, como “mantén sueca a Suecia”, que no le interesan nada a los votantes, y se centró en la inmigración, y los problemas asociados, como la violencia.

Es normal que los DS hayan sido ignorados durante décadas. No hay un nacionalismo etnicista sueco. El país, como los otros países nórdicos, ha podido comprobar los beneficios económicos que trae la inmigración. Suecia, que era un país pobre a mediados del siglo XIX, optó entonces por abrirse comercialmente al mundo, una apertura que también se aplicó a la inmigración.

Pero también es fácil de entender su reciente éxito. Se produce un cortocircuito mental en las sociedades liberales con la inmigración: señalar cualquier problema relacionado se asocia al racismo y la xenofobia; y entonces se opta por mirar a otro lado o negar la realidad.

Esa trampa del discurso es fácil de superar, en realidad. Pondré un ejemplo: La frase “la inmigración está asociada al aumento del crimen” es una afirmación de hecho, y, por tanto, sólo puede ser verdadera o falsa, pero no racista o xenófoba. Esa frase es falsa en los Estados Unidos, pero verdadera en Suecia.

En los Estados Unidos, los inmigrantes tienen un verdadero deseo de integrarse en el país. La integración se hace por medio de la actividad económica: el trabajo o la creación de empresas. El inmigrante sabe que si violenta la ley, puede quedar expulsado del país para siempre. Por un lado, evita enfrentarse a una expulsión. Por otro, el país es lo suficientemente liberal en el plano económico como para dar oportunidades de progreso a los recién llegados al margen del crimen.

En Suecia no ocurre eso. Allí se han cedido ciudades enteras a extranjeros que han recreado su propia sociedad, son sus propias normas, en suelo sueco. Esta situación es potencialmente peligrosa, pero no tiene por qué crear un conflicto necesariamente. Pero al final, como carecen de una voluntad de integración, y dado que muchos rezan a un Dios frentista y combativo, muchas de esas comunidades están asociadas al crimen. Hay violaciones en un número antes desconocido. Se producen tiroteos y asesinatos, y enfrentamientos con los naturales del país. Hay zonas por las que no pasa la Policía. Eso quiere decir que no se hace cumplir la ley del país, y que las que imperan son otras normas, no necesariamente mejores.

Hay al menos tres formas de enfrentarse a la realidad. Una de ellas es cortar por lo sano. Impedir la llegada de inmigrantes salvo de forma muy controlada, y realizar expulsiones masivas. Otra forma es negar la realidad, y denunciar a quien la señale. Es lo que se ha estado haciendo en Suecia de forma sistemática. No hay más que recordar el caso de Kristina Sundquist.

El efecto político ha sido demoledor. Se le ha cedido a un partido xenófobo y de origen nazi el monopolio de señalar la realidad. Pero se le ha negado el derecho a la participación en la acción política, de modo que los votantes que quieren un cambio real no encuentran otra salida que votarles. El resultado es el que hemos visto en las últimas elecciones.

Pero hay al menos otro modo de abordar esta cuestión. Un modo que desactivaría a los Demócratas Suecos y a todos los partidos de esa laya, que es reconocer la realidad tal cual es y empezar a debatir, con plena libertad, qué se puede hacer para que los inmigrantes quieran integrarse, y que lo logren.

Ya hay quien lo dice claramente. Un repaso por la prensa de estos días lo atestigua: Der Tagesspiegel (Alemania) decía en un reciente editorial: “Todos los partidos básicamente centristas deben aprender de esto, especialmente los de centro-izquierda […] La necesidad de seguridad del pueblo debe ser respetada, incluso en las comunidades liberales». Hameen Sanomat (Finlandia): “El resultado de las elecciones demuestra que se acabó el tiempo de endulzar la cuestión. Los problemas de la inmigración y sus soluciones han pasado a formar parte del debate político sueco, independientemente de que los Demócratas Suecos estén o no en el gobierno”.

También el Frankfurter Allgemeine Zeitung (Alemania): “La violenta delincuencia de las bandas que fue el centro de la campaña electoral demuestra los límites de su capacidad para integrar a los recién llegados, incluso en una sociedad tan cosmopolita como la sueca. Como en otros países europeos, los votantes están mostrando su descontento dando su apoyo a un partido populista de derechas. Esto es muy desagradable, pero en última instancia es consecuencia de los fallos de los partidos establecidos. Han dejado pasar los problemas durante demasiado tiempo”.

Y el Expressen (Suecia): “Sobre todo, se trata de endurecer las penas y aumentar las deportaciones. A muchos les cuesta entender por qué se deporta a tan pocos, aunque la ley lo permita. La baja tasa de resolución de los asesinatos de las bandas es otro factor que asusta. La conciencia de que los asesinos andan sueltos por las zonas residenciales siembra el miedo y el terror. Después de ocho años en el poder, el gobierno parece casi resignado cuando sus ministros empiezan a hablar de repente de no dejar piedra sobre piedra. Después de todo, ¿bajo qué piedra se pueden encontrar soluciones cuando los niños son disparados por otros niños en los parques infantiles?”.

Quizás, con el lamentable aumento de los DS, haya llegado la oportunidad de apostar por el debate y las soluciones.

Foto: Adam Wilson.


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