Raro es el día en que no salen a la opinión pública noticias relacionadas con el último exceso de las políticas identitarias. El principal origen de las mismas suele ser los Estados Unidos, que se ha convertido en el centro de irradiación de la locura identitaria por todo el mundo. Recientemente el departamento de educación del Estado de Oregón ha establecido uno nuevo curso para la formación de los docentes de escuela primaria y secundaria. El curso en cuestión tiene por título “un camino para la enseñanza de las matemáticas en equidad”. El lanzamiento del curso formativo se enmarca dentro del conjunto de actividades promovidas por el Estado de Oregón dentro de lo que denomina «mes de la historia negra», que se viene desarrollando durante el mes de febrero desde hace ya varios años.
La filosofía educativa que subyace al curso es que los estudios de matemáticas, tal y como están diseñados curricularmente, conducen a una discriminación de las minorías raciales, especialmente de los hispanos y de los “afro-americanos”. Puede parecer chocante que el teorema de Pitágoras, la transformada de Laplace, el binomio de Newton o el teorema de Rolle tengan algo que ver con discriminaciones raciones o que sean expresión del supremacismo blanco en la educación que supuestamente el curso sobre equidad en las matemáticas quiere combatir. No lo es tanto si uno lee a algunos de los autores posmodernos, muchos de los cuales tienen interpretaciones cuando menos sorprendentes de ciertos hallazgos científicos. Alan Sokal y Jean Bricmont dedicaron buena parte de su libro Imposturas intelectuales a cuestionar el supuesto ropaje científico de muchas de las disparatadas teorías posmodernas.
Para los intelectuales posmodernos, las matemáticas como un saber formal, de carácter objetivo y epítome de la racionalidad según el modelo cartesiano-newtoniano, presentan una imagen simplificada y llena de estereotipos acerca de la realidad. El binarismo bueno-malo, correcto-incorrecto, masculino-femenino forma parte, según estos intelectuales, de una categorización simplista de la realidad
Los proponentes del curso destacan como los docentes de matemáticas, con su enfoque pedagógico actual, contribuyen inadvertidamente a perpetuar estereotipos raciales que producen un enorme sufrimiento a colectivos históricamente sometidos a discriminación estructural. Este enfoque pedagógico basado en el supremacismo blanco impide que los miembros de esos colectivos “racializados” puedan tener pleno acceso al mundo de las matemáticas.
Lo más destacado del proyecto del curso hace referencia a los factores que según los proponentes del mismo contribuyen a que la enseñanza de las matemáticas, tal y como se plantea hoy en día en las escuelas de Oregón, sea un factor generador de desigualdad. El énfasis en la búsqueda de la respuesta correcta, que establece jerarquías entre buenos y malos estudiantes de matemáticas, el acudir a ejemplos de la vida económica de carácter mercantilista o el énfasis en que los estudiantes trabajen autónomamente en casa sobre la base de los problemas propuestos en clase, fomentando la cultura del individualismo, son algunos de los factores de desigualdad que se mencionan en el memorándum del curso. Por otro lado, se destaca como en el currículum escolar sólo aparecen matemáticos blancos occidentales, vinculados a potencias imperialistas, ignorando las contribuciones de las culturas no occidentales al desarrollo de las matemáticas e ignorando sistemáticamente a la mujer.
Otro aspecto del memorando que merece la pena destacarse hace referencia a la propia constitución de las matemáticas como un saber formal, de carácter objetivo y epítome de la racionalidad según el modelo cartesiano-newtoniano. Las matemáticas, con su énfasis en el rigor y en la idea de que hay resultados correctos e incorrectos, presentan una imagen simplificada y llena de estereotipos acerca de la realidad. El binarismo bueno-malo, correcto-incorrecto, masculino-femenino forma parte según los autores posmodernos de una categorización simplista de la realidad. Basándose en las ideas de la antropología estructural de Levi-Strauss la catalogación binaria de la realidad no responde tanto a una estructura ontológica del mundo cuanto a una determinada manera de conocerlo
Hace unos años se popularizó un video que ridiculizaba el influjo que la corrección política y la ideología indentitaria podían tener en la enseñanza de las matemáticas. En este video aparecían nociones como las de la interseccionalidad, la discriminación positiva o la búsqueda de la respuesta correcta y se parodiaba el influjo que podían tener en la educación de llevarse a la práctica. En su momento el corto fue objeto de críticas por parte de ciertos sectores educativos, vinculados a la nueva izquierda, que criticaban que se parodiase un tema tan serio como el de los métodos inclusivos de enseñanza o que se presentase a la pedagogía progresista como irracional. Pasados unos años se ha visto, como ya advertía Sokal en su famoso libro sobre las imposturas intelectuales de la nueva izquierda, que los desvaríos científicos del posmodernismo de gente como Butler, Irigaray, Dubois, Latour o Lacan no son una cosa para tomarse a broma en absoluto. No sólo se trata de curiosas extravagancias que se postulan desde departamentos universitarios, sino que comienzan a informar legislaciones y a convertirse en parte de nuestro vocabulario ordinario.
La reciente declaración de la ministra de igualdad española Irene Montero haciendo referencia a sus planes para conseguir una mayor cuota femenina de la mujer en la ciencia van en una dirección similar a la que se observa en proyectos educativos como el comentado anteriormente. Ciertamente en España no existe ningún impedimento legal para que las mujeres o los individuos con ciertas orientaciones sexuales accedan a una formación científico-técnica en cualquiera de los centros de educación superior del país. España no es una teocracia islámica que impida a las mujeres el acceso a ningún eslabón del sistema educativo ni a ningún ámbito académico basándose en consideraciones de tipo misógino. Las mujeres, como los hombres, sí realmente lo desean pueden acceder a los estudios universitarios de corte científico-técnico en condiciones de igualdad. Ya la propia legislación española así lo contempla. No parece por lo tanto que se trate de una declaración demasiado atinada. Sin embargo, a lo que de verdad apunta la ministra es algo totalmente diferente.
Cuando Irene Montero se está refiriendo a que su ministerio trabajará en favor de un mayor acceso de las mujeres al campo científico en la universidad lo que en realidad quiere decir es que implementará criterios propios de las políticas identitarias no sólo en cuanto al acceso a dichos estudios mediante la llamada discriminación positiva, como ya ocurre lamentablemente en algunas de las más prestigiosas universidades americanas, sino también en cuanto a los criterios de evaluación en un sentido que implique una merma del rigor y la exigencia en la evaluación. Se trata de cumplir puros planes quinquenales de pura ingeniería social. El sistema educativo no debe ya procurar formar buenos profesionales sino meramente cumplir los objetivos políticamente asignados a los mismos. Al igual que Ceaucescu intentó industrializar Rumanía sin atender a las necesidades productivas del país, generando un complejo industrial deficitario e ineficiente, Montero intenta inundar el mercado con tituladas por el mero hecho de cumplir con unos objetivos marcados por una agenda feminista.
Resulta a todas luces penoso que se trate a las mujeres como a personas aquejadas de algún tipo de discapacidad con la excusa de querer promocionar la igualdad. Parece cuando menos chocante tratar con desigualdad a las mujeres apelando a que son iguales a los hombres y al mismo tiempo presuponer, con dichas políticas de discriminación positiva, que en la realidad no lo son.
Foto: ThisisEngineering RAEng.