No sé si es verdad que cada país tiene el gobierno que merece, pero estoy casi del todo seguro de que no nos merecemos el nuestro. Somos un país cenizo y pesimista y no acabamos de darle gracias al cielo por habernos otorgado un gobierno tan aseado, previsor y optimista como el que nos conduce con tino en medio de las más salvajes tormentas. Pondré un par de ejemplos, porque son tales los prejuicios contra Sánchez que no vale con enunciar verdades obvias, hay que concretar:
- Acabamos de perder en los espacios infinitos un satélite que había costado unos 200 millones de euros, pero el ministro Duque se ha apresurado a contarnos que la misión ha sido, en realidad, un gran avance de la ciencia española, como se verá a nada que se piense: ¿qué son 200 millones en comparación con el éxito científico de ser capaces de liderar, como ahora se dice, un proyecto espacial de tal envergadura y llevarlo a cabo con éxito? Nada y menos que nada, además lo mismo acabamos encontrando el satélite en algún recóndito lugar, y, por si fuera poco, nos hemos ahorrado el seguro que supondría un pico. A ver si aprendemos de una vez: lo importante es hacer el satélite, que ruede por arriba es cosa de chichinabo y además el cohete se les ha caído a los franceses, y no me gusta señalar.
- No tenemos vacunas contra la COVID19, pero ya tenemos plan de vacunación, hemos ganado incluso a los alemanes que en esto han estado un poco lentos, la verdad. Una muestra más de que, como dijo Pedro Sánchez, “hemos vencido al virus” y, además, “hemos salido más fuertes”. Con este optimismo y esta capacidad de anticipación, que nadie osaría negar, no me extraña que la jefe de gobierno de Nueva Zelanda haya considerado a Sánchez como una auténtica figura de la gobernanza, un líder casi tan cósmico como Zapatero le parecía a la ministra Pajín, aquella que dijo que “el próximo acontecimiento histórico en el planeta será la coincidencia de Zapatero en la UE y Obama”. Tengo que leer las memorias de Obama, seguro que lo recuerda.
A veces parece que Sánchez o alguien del Gobierno miente, no es así, es solo el efecto que produce su optimismo al darnos por adelantado las mejores noticias, aunque todavía no se hayan producido
A veces, hay que reconocerlo, el Gobierno se pasa un poco con el optimismo, pero no es por mala idea, es su natural. Fíjense, por ejemplo, en su generosa manera de valorar los votos que recibe para los presupuestos más optimistas de la historia. Los apoya Bildu, y enseguida saben ver un giro constitucionalista en estos chicos con tan mala fama. Se hace una ley de educación en la que está previsto que no se agobie a nadie con exigencias fuera de lugar, y el presidente augura un gran porvenir para la ciencia, la libertad y el espíritu crítico, es decir que mira con luces largas y no con la miopía de los que no ven nada más que negros porvenires. Aquí vamos a llegar a la sociedad del conocimiento sin suspensos, seguro que van a empezar a venir de la China a copiarnos el método.
A veces parece que Sánchez o alguien del Gobierno miente, no es así, es solo el efecto que produce su optimismo al darnos por adelantado las mejores noticias, aunque todavía no se hayan producido. Ejemplo, nos dijeron que las mascarillas no valían para nada, pero es que estaban esperando a tenerlas, y no querían que nos pusiéramos nerviosos. Otro: mucha gente pudo pensar que Ábalos mentía cuando, negó haber recibido a la venezolana Delcy, en compañía de su guardaespaldas, pero, como acaba de sentenciar un juez, solo se encontró de casualidad con ella y la ayudó a llevar caballerosamente sus cuarenta maletas, y no en Barajas, sino siempre fuera del territorio nacional. La aparente mentira fue solo para convencernos de que no hay que ser malpensados, véase como al fin ha quedado todo aclarado.
Una duda que tengo es la de si todo el gobierno es igual de optimista o si Sánchez es algo más optimista que la parte contratante de la segunda parte, es decir que el vicepresidente Iglesias. Reconozcan que no es fácil decidir un asunto tan espinoso. Yo creo que lo que pasa es que Sánchez es un poco más tímido y educado que Iglesias, sin que eso quiera decir que Iglesias no sea persona ilustrada y respetuosa, en absoluto. Para poner ejemplos del optimismo de Iglesias no sabría por dónde empezar, tal vez su palabra de que arreglaría de inmediato el desastre heredado de las residencias de ancianos, reconocerán que no estuvo mal la promesa, y no vamos a ponernos ahora a examinar con cicatería si lo consiguió o no. Iglesias tiene además la virtud de aplicarse de inmediato las ideas que proclama, de ser ejemplar, en suma. Se ha propuesto empoderar a las mujeres, creo que se dice así, y ha empezado por las suyas, no ha tenido el menor temor a colocar a la madre de sus hijos de Ministra de Igualdad, lo que tiene su cosa. En cuanto a proteger a la infancia y la juventud, ya se ve que no se para en discriminar edades, ahí queda su ejemplo protegiendo a una joven colaboradora marroquí para que no tuviera que ver las fotos que ella misma se había hecho.
Volvamos al optimismo, no nos desviemos del asunto. La vicepresidenta Calvo, por ejemplo, que fue capaz de plantarse en el Vaticano y contar luego con todo detalle lo que había hablado con el cardenal de la cosa, convencida como estaba de que ya lo tenía de su parte: aquí se une el optimismo a la veracidad, doble virtud. O sus optimistas advertencias a la oposición asilvestrada negando que sea momento de enfrentamientos, porque hay que salvar vidas, no se olvide que Sánchez estimó en cuatrocientas mil las salvadas durante el período de encierro y alocuciones, de modo que es lástima que estemos a la cabeza en número de fallecidos por habitante, pero el Gobierno ha hecho mucho levantándonos el ánimo y aplaudiendo su entrega y dedicación sin ninguna falsa modestia.
En el Gobierno hay, sin embargo, un elemento que no es ejemplar en esto del optimismo, claro que no se sienta a la enorme mesa del Consejo de Ministros, es un cargo menor, pero significativo. Me refiero, lo habrán adivinado, al señor Tezanos que es el que se encarga de las encuestas y que no acaba de ver con claridad cómo crece el prestigio y la admiración de todos frente a un Gobierno tan optimista y benéfico. Le pone buenas notas, hasta ahí podíamos llegar, pero no acaba de detectar el entusiasmo popular que provocan las medidas del gobierno en medio de tantas desgracias, detecta que el PSOE va a más, pero no acaba de darnos la gran noticia que se merece un gobierno tan positivo y bienaventurado como el de Sánchez.
Sánchez es un presidente ejemplar, siempre da la cara, va con la verdad por delante, a veces matizada de manera leve por su incorregible optimismo, pero tratando siempre de ayudarnos a llevar la pesada carga de una crisis enorme que él nos enseña a ver como una oportunidad. ¿Se puede pedir más? En una de sus biografías se le presenta como epítome de la resistencia, la constancia y la más noble y desinteresada ambición. Tenemos mucho que aprender de su optimismo y es seguro que lo echaremos en falta cuando nos falte, aunque puede que eso no pase nunca, no si de él depende.
Foto: FSA-PSOE