Debo este título a John Maeda, un autor que sigo hace tiempo, fundador del Grupo de Computación y Estética del Medialab del MIT, y reconocido artista e informático. Su libro “Las leyes de la simplicidad” han marcado una ruta para las nuevas generaciones que quieran explorar las estrechas relaciones entre el arte y el diseño.

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“A veces pensamos que el respeto mutuo nace del entendimiento   mutuo, pero cuando se trata de la relación entre un padre y un hijo, realmente hay algo más ahí. Solo sabes que no importa que tu mamá no entienda lo que haces, pero sabes que ella cree en ti. Eso hace que veas el mundo de otro modo, lo he experimentado de primera mano en mis momentos más oscuros.” No se trata de una experiencia puntual y episódica, forma parte del devenir diario que tantas familias construyen cada día.

Digámoslo una vez más, la escuela enseña, la familia educa, y todo lo que pueda hacer la escuela para educar entiendo que será subsidiario de lo que debe hacer la familia, que es la primera y prioritaria célula educativa de los hijos

Cuando se vive una crisis de valores que cristaliza en la decadencia de una civilización como la existente en Occidente, y como ocurre en general ante cualquier crisis, se tiende a culpar a los demás, siempre a lo que está fuera, siendo los jóvenes particularmente objetos de la diana. Son unos inconscientes, superficiales, infantiles, hedonistas, pocos dados al esfuerzo y la entereza, se piensa y se les juzga. Que muchos ni estudian ni trabajan, que pasan los cursos sin más, entran en la universidad, y salen muy titulados pero poco preparados, y así podríamos seguir indefinidamente. Pero al fin y al cabo ellos no son los que deciden los valores que tenemos, ni el sistema de estudios que tenemos, ni la familia en a la que pertenecen, claro que tampoco los padres eligen a sus hijos, como se pueda elegir la bandeja de carne en un supermercado, ni tampoco establecen o imponen los modelos de sociedad y comportamiento que se encuentran.

Son en gran medida producto y consecuencia de los adultos, que son quienes tendrían que estar en el centro de la diana. Lo que no significa eximirles de su responsabilidad cuando también ejercen su libertad. Un complicado juego de libertades y responsabilidades que también se vive y aprende en la familia.

Cuando vienen duras como ahora, la capacidad de resistencia activa para afrontar las adversidades es algo que no se improvisa, ni nadie regala, ese espíritu de lucha y superación es una suma de todo lo que ocurrió antes, y en particular del modelo de familia en el que los hijos han crecido. Con una ley educativa como la que nos están imponiendo, ni el esfuerzo ni el rigor se pretenden, como si la educación en valores que tanto se reclama fuera misión y función de una educación tutelada por el gobierno.

Las manazas del Estado y su manoseo político ensucian siempre que entran en el espacio privado del ciudadano, especialmente la educación, el rincón más preciado de esa privacidad, en la que se forja la vida de nuestros hijos, su futuro y el modelo de sociedad que deseamos.  En mi modesta opinión, cuando se cruza la puerta del colegio los valores se llevan (deben llevar) puestos desde casa. Digámoslo una vez más, la escuela enseña, la familia educa, y todo lo que pueda hacer la escuela para educar entiendo que será subsidiario de lo que debe hacer la familia, que es la primera y prioritaria célula educativa de los hijos.

De modo que creo en ti porque me preocupas, y me ocupa lo que necesitas y quieres, aunque no lo digas ni tampoco lo pidas.

Creo en ti porque los padres también fuimos jóvenes y no apreciábamos el esfuerzo de nuestros mayores, estábamos distraídos en otras cosas, queríamos trazar nuestro propio camino, y nos rebelábamos contra sus consejos.

Creo en ti porque a pesar de que hoy es más complicado educar, mucho más que cuando fuimos nosotros educados por nuestros padres, sin embargo, ni la complejidad ni la incertidumbre son una excusa para no intentarlo.

Creo en ti porque en la medida en que te exija a pesar de tus propios límites, encontrarás tus oportunidades para crecer hoy y crecer mañana.

Creo en ti porque eres capaz de ser mucho mejor que yo, de construir una sociedad mucho mejor que la que os dejamos, un camino de esfuerzo, exigencia y honestidad que emprendes desde el momento en que eres tú mismo.

Creo en ti porque todo lo que hagamos por vosotros, será nuestra mayor riqueza como padres, porque la presencia de un padre y una madre no se sustituyen por nada.

Creo en ti es lo que un padre y una madre siempre debieran decir, porque es lo que sus hijos siempre necesitan y quieren escuchar.


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