Miklós Szánthó es abogado y analista político, y dirige el Centro de Derechos Fundamentales (Alapjogokért Központ), un instituto conservador de investigación jurídica fundado en 2013.
Cuando el año pasado, Alberto Núñez Feijóo fue elegido líder del Partido Popular, dijo que quería un rumbo propio sin guerras culturales. ¿Tan difícil es entender que libramos una guerra cultural?
Creo que no es una guerra cultural, si no más bien una guerra por la cultura. Eso es lo que debemos aprender de Antonio Gramsci, que tenía razón cuando decía que los socialistas tenían que ganar la lucha por la cultura antes, o más allá, que la lucha política. La cultura es la parte más importante de la vida social, y si la izquierda la domina, acabará ganando la lucha política. Así ha sucedido, y ahora vemos que los liberales ganan las elecciones antes de las votaciones. Tienen una red profesional que hace muy bien la propaganda cultural y es capaz de convencer a la gente. No es una herramienta o una campaña política directa, es un instrumento blando que emplea películas de Hollywood, series, canciones pop, etc. Manejando está cultura popular, promueven valores políticos: multiculturalismo, inmigración, género, LGBT… y cuando llegan al campo de la política, toda la gente está sensibilizada con estos asuntos y vota por partidos progresistas o izquierdistas.
Sin embargo, esto no sucede en Hungría.
Lo que pasa en Hungría es una historia diferente comparada a Europa Occidental. En los 90 y a principios de la década del 2000, el paisaje político y social húngaro era incluso peor que el de Estados Unidos en la actualidad. Los liberales no sólo dominaban la vida pública, también teníamos la herencia comunista. Los comunistas fueron capaces de transformar su capital político y su red de influencia en capital social, académico, económico y en los medios de comunicación. Por esa razón, todas las subestructuras sociales relevantes estaban dominadas por esa red postcomunista. En 1994, en un movimiento absurdo, los herederos de los comunistas formaron una coalición con los liberales, previamente anticomunistas, y con los progresistas.
Cuando hablamos de Dios en público, en términos políticos, no hablamos directamente de la fe, sino de nuestra tradición judeocristiana, nuestra tradición nacional y nuestra historia
Por ponerle un ejemplo, en la gran llanura húngara hasta mediados de la década del 2000, los medios apoyaban en un 90% a la izquierda y sólo un 10% a la derecha. Pero algo empezó a cambiar, cuando Fidesz y Viktor Orbán estaban en la oposición, y hombres de negocios conservadores empezaron a invertir en los medios. Por supuesto, en 2010 con la victoria de nuevo de Fidesz y con Viktor Orban como primer ministro, se aceleró la deconstrucción de todas las redes y subestructuras postcomunistas. Ahora la situación está mucho más equilibrada en Hungría, por ejemplo, si hablamos de los medios, un 55% apoyan a la izquierda y un 45% a la derecha. No obstante, el periódico, el canal de televisión y el website más popular son liberales o de izquierdas. Por eso no deja de tener gracia que algunos hablen de la falta de libertad de los medios en Hungría.
Entonces, ¿la clave está en los medios de comunicación?
También es necesaria la valentía política. El ejemplo húngaro nos muestra que hace falta mucho trabajo y esfuerzo, y medios de comunicación, pero hace falta coraje y valor para hacer frente al mainstream liberal. Por ejemplo, cuando en 2010 todo el mainstream europeo empezó a criticar y difamar al gobierno de Orbán por los cambios en la Constitución y el sistema electoral. Creo que la mayoría de los gobiernos conservadores o de centro derecha habrían detenido las reformas en una situación así, pero la derecha húngara se mantuvo firme en la defensa de sus valores y dijo “no”. Así es como, lentamente, se puede contener la idea liberal y empezar a construir una nueva era conservadora.
Y para dar ese paso hay que resensibilizar a la sociedad. Le pondré un ejemplo. El gobierno húngaro quiere construir una sociedad temerosa de Dios y pro-familia, para promover la familia y animar a tener más hijos, y para ello utiliza herramientas directas, como reducción de impuestos, y blandas, la comunicación para promover estos valores. Esto es lo mismo que han estado haciendo los liberales y lo que Gramsci aconsejaba, ganar la guerra por la cultura. De este modo, el gobierno, sin modificar las leyes del aborto que fueron adoptadas en los 90 y son muy liberales, ha conseguido que el número de abortos se haya reducido a la mitad en los últimos diez años. Y esto se debe a que ha cambiado el entorno social.
Algo que seguramente habría encantado a Gramsci son las plataformas de televisión que bombardean a los jóvenes con valores progresistas. ¿Es posible vencer a estos medios a largo plazo?
Lo más importante del ejemplo húngaro es lo que dijo Viktor Orbán el año pasado en la CPAC, no seguir las reglas de los liberales.
En general, soy pesimista respecto al futuro de Occidente porque la sensibilización liberal ha alcanzado un nivel muy elevado y muy profesional, y no sé si es posible una vuelta atrás a los valores y estándares europeos. Pero, por otro lado, puede que esto no sea un virus liberal y progresista con consecuencias a largo plazo, si no una moda para los jóvenes que acabará más tarde o más temprano. Hungría es el ejemplo de que, con el apoyo del Estado y la intervención política, se pueden promover con éxito valores como Dios, patria y familia. El problema está en que las llamadas fuerzas conservadoras o de centro derecha en Occidente se rindieron y empezaron a jugar según las reglas liberales, y al final tenemos la triste historia del Partido Popular, la CDU/CSU en Alemania, los Republicanos en Francia o los tories.
Ha citado “Dios, patria, familia”, como los valores que defiende el gobierno húngaro. Sin embargo, Hungría no es un país muy religioso.
Cuando en Hungría hablamos de Dios, patria y familia, nos referimos a la cultura, a las tradiciones. Soy laico, soy un pobre calvinista, y cuando hablamos de Dios en público, en términos políticos, no hablamos directamente de la fe, sino de nuestra tradición judeocristiana, nuestra tradición nacional y nuestra historia. Una historia de la que debemos estar orgullosos frente a los intentos de la cultura de la cancelación de negar todo el pasado porque fue construido por hombres blancos heterosexuales. Y cuando hablamos de familia, queremos decir que el padre es un hombre y la madre una mujer, y que esos son los únicos sexos biológicos y no existe ningún “genero”.
Si pones estos valores en la Constitución como ha hecho Hungría, si te adhieres a la protección de las fronteras, si te adhieres a la herencia cultural de tu país, si promueves la familia con herramientas directas y blandas, entonces las cosas pueden cambiar. Las cosas pueden cambiar y la señal del éxito en Hungría son las cuatro amplias mayorías conseguidas en las elecciones. Incluso gente de izquierdas vota a Fidesz porque la derecha húngara se basa en el sentido común y así vemos que esta ya no es una lucha de ideologías, de izquierda o derecha, esta es una lucha del sentido común contra la locura y esta estupidez del género.
Foto: Xandro Vandewalle.
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