Madrid vivió en marzo y abril uno de los episodios más duros, socialmente hablando, de su historia reciente. Tras muchas semanas en las que las autoridades sanitarias españolas transmitieron la idea de que la epidemia de coronavirus estaba perfectamente controlada, a principios/mediados del mes de marzo, la realidad de un tsunami de enfermos gravísimos con patologías pulmonares colapsó los hospitales de la región, hasta el punto de que el 100% de las habitaciones disponibles en planta estuvieron ocupadas en pocos días por pacientes de COVID-19, y hubo que multiplicar por tres las UCI disponibles para intentar atender de la mejor manera posible a los enfermos, muchos de los cuales pasaron varias semanas intubados en ellas, y donde aproximadamente la mitad de los que entraron acabaron desgraciadamente falleciendo.
La región madrileña, donde cada día normal, antes del COVID-19, morían entre 150 y 200 personas, sufrió tal aluvión de enfermos y fallecimientos (a los sucedidos en los hospitales hay que añadir miles de muertes acontecidas en residencias de la tercera edad) que fue necesario no solo un hospital de campaña operativo en pocos días en el recinto ferial de IFEMA, logro admirable, sino incluso una morgue en el Palacio de Hielo, ante la incapacidad de los servicios funerarios para enterrar o incinerar con la suficiente rapidez a los fallecidos por falta de recursos (lógicamente, cualquier servicio está dimensionado para manejar cargas de trabajo ligeramente superiores a las normales, pero no para operar a un ritmo doble o triple al habitual).
Los resultados visibles de esas terribles semanas/meses en Madrid son de dimensiones casi apocalípticas: alrededor de 15.000 fallecidos (1 de cada 500 habitantes de la Comunidad), millones de personas encerradas durante meses en sus casas, una destrucción económica sin precedentes, y la educación de cientos de miles de niños dañada de forma difícilmente recuperable a corto o medio plazo (con las implicaciones correspondientes en el potencial de crecimiento económico futuro). A esos impactos hay que añadir, además, unos daños sanitarios “invisibles” de enorme calado, puesto que, durante los meses de marzo, abril y buena parte de mayo, el sistema sanitario estuvo operando a una capacidad superior al 100% en exclusiva para pacientes de COVID-19, toda otra actividad no esencial quedó aplazada. Muchas enfermedades graves se habrán diagnosticado tarde (con consecuencias trágicas en algunos casos), se suspendió el tratamiento de enfermedades crónicas con el consiguiente daño en la salud de los enfermos afectados, y el confinamiento más largo y estricto del mundo ha provocado daños físicos (recordemos que se prohibió incluso pasear a niños y ancianos durante 6-7 semanas) y mentales cuyos efectos sin duda perdurarán durante muchos meses.
La cicatriz social que ha dejado la Primera Ola de la COVID-19 en España, y particularmente en Madrid, es profunda y difícil de olvidar. Es por tanto lógico que ciudadanos y autoridades teman la posible repetición de la pesadilla.
¿Por qué la COVID-19 se cebó especialmente con España, y con particular saña con Madrid?
Para comprenderlo, lo primero que debemos es conocer las formas de contagio de la COVID-19:
- Gotículas que son expelidas en la respiración o al estornudar, toser, hablar o cantar el individuo infectado y que si son respiradas por un individuo sano antes de caer al suelo o una superficie, producen la infección.
- Contacto de un individuo sano con esas gotículas depositadas en superficies al tocarlas, llevándose posteriormente las manos impregnadas con el virus a su boca, nariz u ojos.
- Cada vez más evidente, transmisión de la enfermedad en forma de aerosoles formados por gotas pequeñísimas, que al salir del individuo infectado quedan flotando en el aire durante varios minutos, pudiendo ser respiradas por cualquiera que se encuentre en las cercanías, especialmente en sitios cerrados o mal ventilados.
Teniendo eso en cuenta y la dificultad de saber y controlar cuándo un individuo está infectado, a España y particularmente a Madrid, les han tocado malas cartas en el reparto del juego de la COVID-19:
- Somos un país con una enorme dependencia de la economía basada en la vida social (bares, restaurantes, discotecas, etc.).
- Culturalmente, nuestras relaciones con familia y amigos son mucho más cercanas que en otros países, siendo muy habituales las reuniones familiares los fines de semana para comer, beber, ver el fútbol, etc.
- Somos un país latino, con lo que ello implica de afectuosidad y contacto físico (abrazos, besos, etc.).
- Somos el segundo país del mundo en número de visitantes, lo que implica una dificultad añadida a la hora de detectar de dónde, cuándo y cómo vienen y se van los portadores del virus.
- Madrid, además, es una Comunidad con una altísima densidad de población (más de 800 habitantes/km2), lo que dificulta la distancia social, con millones de personas que se mueven cada día en metro o autobús (espacios cerrados), tiene una enorme movilidad y actividad laboral, y encima es un importante hub de comunicaciones, tanto nacionales como internacionales.
Si en un juego te tocan malas cartas, es importantísimo que las juegues mejor que el resto, si no quieres perder estrepitosamente. Durante el tsunami de marzo es evidente que no las jugamos bien. Ahora, que seguimos sin llevar “buena mano” en el juego, es crítico que mejoremos nuestro rendimiento, tanto a nivel nacional como regional.
¿Estamos como en marzo?
Desde hace varias semanas, muchos periodistas, ciertos políticos, “influencers” en las redes sociales y miles de ciudadanos repiten sin cesar que estamos como en marzo, que debemos confinarnos, que en pocos días se repetirá la catástrofe y que el Apocalipsis es inminente, particularmente en Madrid. ¿Qué hay de cierto en ello?
La Comunidad de Madrid publica desde hace meses un informe epidemiológico diario con bastante información, afortunadamente producida de forma consistente y sin grandes cambios metodológicos, al menos desde mayo, lo que permite seguir aceptablemente bien la evolución diaria de la pandemia en la región.
Según ese informe, lo primero que podemos observar es el enorme crecimiento de casos positivos por PCR detectados desde la segunda quincena de julio.
Viendo este gráfico, no sorprende que los profetas del Apocalipsis avisen de la catástrofe: la trayectoria de positivos detectados es muy similar a la de la segunda quincena de marzo. Pero, ¿es válido este dato para comparar un periodo y otro?
Hagamos rápidamente unos números “de servilleta”. Según el estudio de seroprevalencia nacional publicado a mediados de mayo, el 11,3% de la población de Madrid había sido infectado por el SARS-CoV-2. Esto corresponde, aproximadamente, a unas 760.000 personas. De ellas, en la fecha de publicación de dicho informe, apenas 65.000 habían sido diagnosticadas como positivo PCR en la Comunidad de Madrid, es decir, aproximadamente 1 de cada 12. No solo eso, la mayoría de ellas fueron diagnosticadas con posterioridad al 1 de abril pese a que, como es lógico, el grueso de los contagios se produjo con anterioridad a la fecha de confinamiento (15 de marzo). Simplemente asumiendo que el 75% de esas 760.000 infecciones se produjeran antes del 15 de marzo, y adoptando la transmisión de una enfermedad contagiosa en una población 100% vulnerable sin medidas de prevención una función exponencial, podemos asumir que al menos se produjeron 300.000 infecciones durante la primera quincena de marzo. De ellas, apenas llegamos a detectar antes de esa fecha unas 10.000 (1 de cada 30 contagios reales, correspondientes a las pruebas realizadas a casos gravísimos que ingresaban en los hospitales). Por el contrario, ahora, aun detectando el mismo número diario de casos, es evidente que realizamos muchos más test, que diagnosticamos como positivos a enfermos con síntomas mucho antes, y que incluso identificamos un amplio porcentaje de infectados asintomáticos, o antes de que aparezcan los síntomas.
No solo eso, sino que, según el mismo boletín de la CAM, podemos observar otros dos gráficos sumamente interesantes e informativos. Por un lado, el número de pacientes hospitalizados en la fecha del boletín correspondiente en los hospitales de la CAM, tanto en planta como en UCI
Es evidente que ni el nivel de hospitalizaciones es ni siquiera remotamente cercano al que había en marzo, ni el ritmo de crecimiento es alarmante o permite anticipar un colapso hospitalario inminente. Incluso si el ritmo actual se mantiene o acelera, pasarán bastantes semanas antes de llegarse a una ocupación hospitalaria no ya del 100%, sino ni siquiera del 40%, lo que permitiría tomar medidas de restricción de la movilidad con tiempo de sobra para evitar una situación parecida a la de primavera.
Por otro, el gráfico que mide el número de hospitalizaciones y altas hospitalarias durante las anteriores 24 horas proporciona también valiosa información adicional:
De nuevo, se aprecia a simple vista que en absoluto estamos en una situación similar a la de marzo. No solamente se observa que los ingresos diarios no crecen de manera exponencial, sino que el ritmo de crecimiento es muy inferior, y que las altas hospitalarias (línea verde), siguen una trayectoria parecida, acercándose ya a niveles del 80% sobre los nuevos ingresos. Por cierto, se ve perfectamente en el gráfico que se producen menos ingresos diarios y sobre todo muchas menos altas hospitalarias durante los fines de semana.
Hay al menos dos cosas que autoridades y ciudadanos deberíamos haber aprendido durante esta pandemia:
- Por un lado, que de igual manera que cuando vemos el brillo de una estrella estamos contemplando la luz que se produjo en ella hace mucho tiempo, o que cuando vemos un relámpago de una tormenta lejana sabemos que tardaremos unos segundos en escuchar el trueno, cuando vemos los datos de positivos PCR o de hospitalizados estamos detectando los contagios reales que se produjeron hace unos días o incluso semanas.
- Por otro, que tan importante como los valores absolutos de casos positivos u hospitalizaciones son las tendencias ascendentes o descendentes de los mismos, y el ritmo de variación de dichas tendencias (si esas tendencias se van acelerando o decelerando). De hecho, son esas tendencias y sus variaciones las que nos permiten proyectar el futuro de la epidemia y ANTICIPARNOS con las medidas más adecuadas para combatirla en cada momento.
El día 6 de marzo, el 10 de junio, o el 13 de julio, se detectaron aproximadamente el mismo número de positivos, unos 100. En el primer caso, la tendencia era creciente y aceleradamente creciente; en el segundo era suavemente decreciente; y en el tercero suavemente creciente. En el primer caso se deberían haber encendido TODAS las luces de alarma, en el segundo no había razón alguna para preocuparse, y en el tercero empezaba el momento de vigilar atentamente la evolución.
Ahora que llevamos varias semanas de “segunda ola”, y que acabamos de comprobar que los datos en valor absoluto no son ni parecidos a los que había en marzo, conviene analizar sus tendencias y las variaciones para intentar prever qué puede pasar durante las próximas semanas y ANTICIPARSE a los acontecimientos (esta debería ser la palabra clave para los gestores políticos y sanitarios: si no tienen la sensación de que están actuando “demasiado pronto”, es que probablemente ya van con algún retraso).
Concretamente voy a centrarme en las tendencias de los tres parámetros ya comentados con anterioridad en este artículo: número de positivos PCR, número de hospitalizaciones en las últimas 24 horas, y número de total de ingresados en cada momento en los hospitales de la CAM. Para ello he elaborado 3 gráficos que reflejan el cociente de los valores de esos parámetros en un día dado entre los valores de los mismos parámetros una semana antes. Es decir, los gráficos intentan reflejar el ritmo de crecimiento semanal de la epidemia.
Así, la imagen del ritmo de incremento de positivos por PCR refleja un periodo de crecimiento muy acelerado, casi exponencial, desde primeros de julio hasta aproximadamente el 24 de julio, momento en el que los casos se multiplicaban por más de 2,5 cada semana. A partir de ese momento, y sin dejar de incrementarse cada día, el ritmo de crecimiento ha frenado notablemente, hasta situarse en valores cercanos al 15% semanal. Si nada cambia de forma brusca en los próximos días, es previsible que el número de positivos diarios se estabilice durante la primera semana de septiembre. Como digo siempre, ese debe ser el primer objetivo en la gestión de la pandemia pues, aunque LO REALMENTE IMPORTANTE por sus implicaciones sociales es la carga hospitalaria, esta no deja de ser un reflejo de los contagios REALES que se están produciendo en el ámbito regional o nacional.
Si solo analizáramos ese gráfico, nos podría surgir la duda de si este frenazo en el ritmo de crecimiento de PCR positivos refleja la realidad de los contagios reales, o si por el contrario es el fruto de un número insuficiente de test o de un gran retraso acumulado en la comunicación de casos positivos. Afortunadamente, “el algodón no engaña”, y si ese fuera el caso, y no se estuviera reduciendo el ritmo de crecimiento de contagio real, tenemos los datos hospitalarios para intentar detectar esa circunstancia.
Mirando el gráfico de crecimiento de hospitalizados en las 24h anteriores, vemos que subió rápidamente y tocó máximo hacia el 31 de julio, cuando se hospitalizaron 3 veces más pacientes que el mismo día de la semana anterior, y que desciende desde entonces con algún altibajo, estando en la actualidad en ritmos de crecimiento del 35% respecto al mismo día de la semana anterior. El gráfico concuerda bastante bien pues con el de positivos PCR, con un lógico desfase de una semana aproximadamente entre positivos y hospitalizaciones.
En cuanto al ritmo de crecimiento de hospitalizados totales, muestra un aspecto similar a los dos anteriores, tocando máximos en torno al 5 de agosto y descendiendo desde entonces, aunque mostrando aún un crecimiento del 50% respecto al mismo día de la semana anterior. De nuevo, es razonable que el máximo se toque más tarde, pues al mostrar el dato neto entre hospitalizaciones y altas, los primeros días de aceleración de ingresos se producen pocas altas hospitalarias.
Del análisis de estas tendencias podemos sacar tres conclusiones:
- Parece claro que la epidemia no solo no muestra un crecimiento exponencial en Madrid, sino que el ritmo de crecimiento de los contagios se está estabilizando, y podría llegar a ser cero o incluso disminuir en los próximos días
- Parece claro también que, aunque pueda haber un cierto retraso en la comunicación de positivos, puede afectar en términos numéricos absolutos, pero no así en las tendencias
- El ritmo de crecimiento de pacientes ingresados en la CAM se va reduciendo, pero continúa siendo alto, por lo que, teniendo en cuenta que ya hay cerca de 1800 pacientes ingresados, y que el ritmo de hospitalizados diarios tiene un cierto desfase con el de positivos PCR, la carga hospitalaria VA A CONTINUAR AUMENTANDO, muy probablemente, varias semanas más. Es cierto que estamos muy lejos de los niveles de marzo, cuando llegó a haber más de 17.000 hospitalizados por COVID en Madrid, pero también es cierto que aquello fue tan excepcional que no deberíamos conformarnos con no repetirlo, sino que las autoridades sanitarias deberían definir un “techo” máximo de ocupación hospitalaria con COVID compatible con la atención a otras patologías (¿35%-40%, o sea anticipar que se llegue a unas 6000 camas ocupadas en el peor momento, antes de adoptar medidas de restricción de movilidad?)
Lo interesante de estas tendencias de disminución de las tasas de crecimiento es que están ocurriendo sin demasiadas medidas de restricción adicionales: al ser el reflejo de lo que ha pasado hace unos días, no ha habido tiempo de que se noten las acciones de cierre del ocio nocturno que han entrado en vigor (en teoría al menos) hace una semana. Es decir, el crecimiento se atenúa simplemente por la combinación de un mejor rastreo y aislamiento de contagiados y sospechosos (si es que se está haciendo), de una mayor responsabilidad de la población, y de un menor porcentaje de población vulnerable al contagio por inmunidad adquirida (que ralentiza la expansión de la enfermedad).
Los casos de Portugal, Aragón y Cataluña
De igual modo que el tsunami no atacó a la vez en todos los países europeos, esta “Segunda Ola” tampoco ha empezado simultáneamente en todos los países, ni dentro de España en todas las CCAA.
Inicialmente en Portugal, donde la primera ola fue relativamente benigna comparada con la nuestra, se produjo un repunte apreciable de casos desde la segunda mitad de mayo y hasta principios de julio aproximadamente. Mediante una política de test y aislamiento agresiva, y con medidas que incluyeron el confinamiento ligero de algunos barrios de Lisboa, el brote fue controlado y, aunque causó un cierto incremento de la carga hospitalaria, esta se ha reducido desde entonces por debajo de los niveles anteriores a esa segunda quincena de mayo. Ahora, por cierto, parece estar comenzando una “tercera ola” en Portugal; quizá ese sea el futuro de los próximos meses en Europa, acostumbrarse a repuntes del virus que deben ser controlados con medidas más o menos agresivas en función de su importancia.
Dentro de España, el primer rebrote de importancia se produjo en Cataluña. Desde unos niveles de unos 500 positivos PCR semanales a mediados de junio se llegó al entorno de 6500-7000, en el que permanecen bastante estabilizados desde hace varias semanas. Como en Portugal, este repunte trajo aparejado un incremento suave de la carga hospitalaria (perfectamente manejable, unos 800 ingresados), que todavía no ha empezado a reducirse. Como en Portugal, el gobierno autonómico tomó ciertas medidas de confinamiento ligero localizado, incrementó de forma importante sus actividades de rastreo y test, y restringió las actividades de ocio nocturno.
Posteriormente, la situación más alarmante hasta la fecha se produjo en Aragón. Lo que comenzó como unos brotes teóricamente localizados de temporeros se transformó pocas semanas después en transmisión comunitaria en Zaragoza. La incidencia llegó a niveles bastante altos, los hospitales (aunque lejos de los niveles de marzo) sufrieron un fuerte incremento de pacientes ingresados, y varios cientos de personas han muerto en una Comunidad Autónoma de poco más de un millón de habitantes. De nuevo, con un incremento de las actividades de rastreo y test, con medidas relativas al ocio nocturno y con acciones de confinamiento ligero localizado, el brote va camino de ser controlado, y las cifras de positivos, y lo que es más importante las de hospitalizados, comienzan a remitir. Estos gráficos elaborados por @Soniatwin72 y @Carmentwin72 a partir de la información oficial reflejan muy bien la situación actual. Por desgracia, también muestran lo fácil que es incrementar el número de hospitalizados, y lo difícil que es reducirlo.
Del mismo modo que las autoridades españolas parecieron ignorar lo que sucedía en febrero en Italia, como si aquí no pudiera repetirse la situación de Lombardía, convendría que las autoridades de la CAM se fijaran en los ejemplos catalán y aragonés para intentar anticiparse a lo que puede venir. Especialmente teniendo en cuenta que Madrid, por sus especiales características, presenta unas características óptimas para la transmisión acelerada del virus.
¿Qué debe hacer Madrid?
Como comentaba antes, pese a la reducción del ritmo de crecimiento de los contagios y hospitalizaciones, es más que previsible (es casi un hecho) que el número de ingresados (y por tanto de fallecidos) va a continuar incrementándose durante las próximas 3-4 semanas, como mínimo. Además, sobre las cabezas de los gestores políticos y sanitarios de la Comunidad penden dos amenazas: el regreso del verano, con lo que implica de incremento de interacciones sociales y por tanto de riesgo de contagios, y la vuelta a las actividades escolares.
Si visualizamos el sistema hospitalario como una fábrica cuya materia prima son los pacientes enfermos y su producto final los pacientes curados, incluso si Madrid estabilizara el número de contagios diarios (recordemos que aunque más lento, sigue creciendo), si ese número de infectados diario produjera un número de ingresos diario SUPERIOR a la capacidad “productiva” diaria de la fábrica hospitalaria, el número de ingresados continuaría creciendo linealmente hasta sobrecargar el sistema. Es perfectamente posible pues que no baste con estabilizar los contagios, sino que haya que reducirlos, si queremos que nuestros hospitales no sigan llenándose de pacientes de COVID.
Considerando lo anterior, y entendiendo que no estamos de momento en una situación de emergencia y que si se actúa bien de forma inmediata no tenemos por qué estarlo nunca, la Comunidad debe empezar a considerar y tomar medidas de calado YA, si quiere evitar tener que tomar acciones drásticas de confinamiento cuando los niveles de carga hospitalaria empiecen a ser inaceptables.
Dentro del abanico de posibles medidas disponibles, destacan:
1. Medidas de comunicación / concienciación
Tras decenas de millones de contagios en todo el mundo, muchos miles de ellos con origen documentado, hay ya bastante claridad sobre las situaciones de mayor riesgo de infección:
- Espacios cerrados o mal ventilados (especialmente sin mascarilla)
- Locales muy concurridos, especialmente si se habla, grita o canta
- Contacto prolongado
Los ciudadanos se lavan las manos con hidrogel veintisiete veces al día, se saludan con el codo y hasta dejan los zapatos en la puerta de casa. Sin embargo, tras saludarse con el codo, se toman unas cervezas o cenan y ven el fútbol en el salón de casa con las familias y sin mascarillas, con las ventanas cerradas y el aire acondicionado a tope, como si por ser familiares o amigos no pudieran contagiar. También visitan bares y restaurantes sin terraza.
La realidad es que las autoridades nos han bombardeado con mensajes sobre lavarse las manos y no llevárselas a la cara, pero no nos han informado de las verdaderas situaciones de riesgo: espacios cerrados y concurridos durante largos periodos de tiempo, sin mascarilla, y donde se habla, canta o grita.
Tampoco se ha hecho incidencia en que debemos aislarnos en caso de síntomas compatibles con la COVID-19, ponernos en contacto con el Centro de Salud y, en caso de requerir test, permanecer aislado como poco hasta la confirmación de que el test es negativo, si así nos lo indica nuestro médico. Conozco personalmente casos de individuos que han continuado haciendo vida normal tras tener contacto con positivos, e incluso mientras esperaban el resultado de su prueba PCR.
2. Rastreo, test y aislamiento
Pese a la creencia de mucha gente, no detectamos más casos porque hacemos más pruebas PCR. Es más bien al revés: de forma reactiva, comenzamos a hacer más pruebas PCR conforme van creciendo los contagios, y vamos “a rebufo” del incremento de los mismos. En el caso de Madrid, aunque ha aumentado el número de test a más del doble desde hace 4 semanas (según los datos del Ministerio), ha aumentado más el número de casos positivos en ese mismo tiempo.
Como demuestran las experiencias de Portugal, Cataluña y Aragón, cuanto más rápido y en mayor cantidad se incremente la capacidad de test, Y MÁS SE ACELERE el periodo de entrega de resultados, más eficaces serán las medidas de aislamiento de infectados asintomáticos y presintomáticos, reduciendo el número de infecciones de manera eficaz.
En cuanto al rastreo tiendo a pensar que, al margen de que sea necesario un cierto número de “rastreadores”, la clave está en la gestión del proceso:
- Se debe utilizar como “rastreador” principal al propio infectado, que es el que conoce a la perfección con quién ha estado, y quien más fácilmente puede localizar a los contactos cercanos
- Se debe diseñar un sistema de gestión que “dispare” comunicaciones automáticas a los contactos del posible infectado una vez obtenidos sus datos, informándole del centro y hora donde debe realizarse el PCR, y que le informe claramente de cómo debe actuar hasta ese momento, advirtiendo de las consecuencias, incluso legales, de incumplir con sus obligaciones
- Se debe acelerar, aunque de momento su éxito parezca haber sido limitado en otros países, el lanzamiento de la aplicación “Radar COVID”, con una gran campaña de comunicación para su utilización generalizada por parte de la población
3. Incremento de la capacidad del sistema hospitalario y sanitario
- No pueden volver a repetirse situaciones de escasez de EPI que pongan en peligro la salud del personal sanitario, y reduzcan el número de efectivos disponibles por el sistema. Debe garantizarse un stock mínimo correspondiente a 45-60 días de consumo dentro del personal sanitario de la CAM
- Se deben habilitar instrumentos jurídicos que permitan, fuera del Estado de Alarma, la reubicación de efectivos sanitarios donde más necesarios sean en cada momento (por ejemplo, en este momento, probablemente en atención primaria). Hoy, ESO NO ES POSIBLE
- Tener listas capacidades de expansión como IFEMA, nuevas UCI si es disponible o hasta un hospital de pandemias puede ser interesante, pero si es necesario utilizarlas, es que se ha gestionado mal el desarrollo e la epidemia. Como mucho, deben ser soluciones de último recurso
4. Restricción de actividades
Aunque son medidas eficaces, provocan un gran impacto económico y social, por lo que lo ideal sería reservarlas para situaciones “pre críticas”.
Por su capacidad para evitar contagios, si fueran necesarias, las más eficaces son probablemente aquellas que actúen sobre locales cerrados, bien vía reducción de aforo, bien vía cierre temporal (bares, restaurantes, discotecas, gimnasios, iglesias, etc), y sobre acontecimientos multitudinarios, aunque sean al aire libre
5. Confinamientos selectivos o totales
Aunque son una herramienta muy potente de reducción de contagios, su impacto es máximo en términos sociales y económicos. Su utilización, si no es muy localizada y efímera, será el reflejo del fracaso de la gestión de la epidemia, y causará un enorme daño social y económico a la región
Cada uno de estos bloques de medidas tienen un nivel distinto de eficacia en reducción de contagios por un lado, y por otro en su coste o impacto en PIB.
Si tratásemos de representarlo gráficamente en una matriz, probablemente sería algo así:
Analizando la situación actual, y teniendo en cuanto el impacto de las medidas posibles, algunas de mis recomendaciones al Gobierno de la Comunidad de Madrid a corto y medio plazo serían por tanto en este momento:
- Incrementar al máximo la capacidad de rastreo, test y aislamiento
- Hacer un gran esfuerzo en materia de Comunicación para concienciar a la población sobre el peligro de los espacios cerrados, de las reuniones familiares, y de la importancia de la ventilación y el uso de las mascarillas en locales cerrados, INCLUIDOS NUESTROS HOGARES Y NUESTRAS OFICINAS
- Trabajar en la definición de ordenanzas que incluyan requisitos de ventilación y purificación de aire para que las actividades en locales cerrados puedan desarrollarse con el máximo nivel de seguridad posible, incluidos los recintos educativos. Habilitar mecanismos de subvención o financiación para que los negocios puedan cumplir con esa normativa
- Aumentar las licencias para terrazas de bares y restaurantes, incluyendo permisos para sistemas de calefacción de cara al invierno
- Definir valores límite aceptables de ocupación hospitalaria para la COVID-19 y, en caso de que las tendencias indiquen que se van a alcanzar esos valores en 2 semanas, tomar medidas de restricción de actividades e incluso confinamiento ligero en ese momento, sin esperar a que se alcancen. En este sentido, la inmediatez y exactitud de los datos, y el análisis de sus tendencias, no es un capricho de cuatro tuiteros maniáticos. Es, por el contrario, la herramienta MÁS POTENTE de que disponen los gestores inteligentes para poder tomar las decisiones óptimas en el momento justo, al ver el relámpago, sin necesidad de esperar a escuchar el trueno.
No estamos como en marzo, ni en España ni en Madrid, ni vamos a estarlo ya nunca, salvo improbable mutación del virus a mucho más contagioso y agresivo. Pero ni España ni Madrid pueden permitirse de nuevo situaciones de confinamiento, ni deben tampoco conformarse con un número de contagios, hospitalizaciones y fallecimientos superior al que pueda evitarse con medidas inteligentes y de coste asumible. Y es perfectamente posible, si en vez de reaccionar a las situaciones, se anticipan a las mismas.
Foto: Engin Akyurt
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