Los oráculos en Grecia eran la correcta respuesta que transmitía la divinidad al pueblo a través de sus sacerdotes. Por extensión se llamó oráculo al lugar en el que se producía la consulta. También fenicios y hebreos disponían de sus oráculos, incluso algunos pueblos africanos como los yoruba tenían en alta consideración a sus mediadores sagrados. Entonces no era necesaria alta tecnología, ni estudios de grado o de máster para asesores políticos, pero los chamanes de entonces coinciden con los de ahora en que se les atribuía la enorme capacidad de construir una realidad paralela, acorde a los designios de los que les alimentan.
Se ha producido un desplazamiento de aquellos lugares físicos en los que se practicaba el oráculo, como los montes, los fuegos, los templos, que han sido desplazados por otros lugares más prosaicos, institucionales y virtuales. La comunicación política exprime con detalle las prácticas desinformativas convirtiendo la mentira en un intencionado resorte, que promete lo imposible o lo que sabe que no se puede conseguir. La promesa circula, se convierte en noticia, a continuación sus acólitos, corren prestos a cumplir su función, medios, instituciones, oposición y redes sociales lo repetirán cuanto sea necesario. El control de los datos, el control de su verificación y los resultados estadísticos completan el circuito de una calcurada y previsible operación.
El contexto desinformativo actual está debidamente acompañado de una concentración del procesamiento de datos en pocas plataformas tecnológicas, que no solo marcan los cauces de circulación del pensamiento dominante, también gestionan en el diseño de su conectividad social, el tráfico emocional de sus individuos
Si nos acercamos con cautela a recientes estudios, encontramos que parece que algo de lo que está ocurriendo preocupa a los usuarios. El Digital News Report 2018 de la Universidad de Navarra, muestra que las falsas noticias preocupan al 69 % de internautas en España, que los medios informativos y periodistas (84%) deberían distinguir lo cierto y lo falso en internet, en responsabilidad compartida con empresas tecnológicas (79 %) y gobiernos (72 %).
En un intento por descubrir este misterio, que unos y otros mientan y mientan sin parar, tres años después se redacta en 2020 la actualización del informe, en el que se observa el aumento de la pérdida de confianza y credibilidad en la información, aunque con un 36% de usuarios que todavía se fían habitualmente de las noticias. En dicho informe aparecen otros datos que ustedes pueden consultar pero que omito en este artículo dado que obedecen al consabido panegírico de las marcas periodísticas españolas, que en mi opinión, casi nadie se cree, salvo ellos mismos.
La mentira tiene una larga historia. En la serie “Dr. House”, Hugh Laurie lanza una frase que es parte del habla cotidiano “todo el mundo miente”. No es para despreciar la naturaleza ubicua de la cosa, que también la encontramos en la ficción, ¿o existe una ficción más convincente que la mentira? Antropólogos como el alemán Volker Sommer, en su “Elogio de la mentira: engaño y autoengaño en hombres y animales”, describe como la mentira no es una cualidad exclusiva de los humanos, también aparece con más frecuencia de lo que parece en el mundo biológico en general.
Así se puede observar plantas y animales que adoptan formas y colores para huir de sus depredadores o pasar desapercibidos. El mundo animal no es de color de rosa, reptiles e insectos utilizan su proverbial mimetismo para despistar a sus presas o a sus posibles enemigos. Las sepias son unas maestras del camuflaje, cambian rápidamente de color gracias a los cromatóforos, unas células que les permiten pigmentar su piel. El camuflaje, el mimetismo y el engaño táctico son tres tipos de engaño, que avalan un variopinto fraude en el mundo animal.
La gente miente cuando percibe que eso le compensa, o cuando gana algo haciéndolo, o cuando cree que así evita un ridículo, reproche o sanción. El niño lo aprende bien pronto. La otra opción es quedarse con el “bueno” de Rousseau y la prédica de su legión de pedagogos y psicólogos, que han convertido la escuela en un carrusel de feria. Es difícil imaginarse un discurso político sin mentiras ni falsedades, al fin y al cabo ya estamos acostumbrados, y en su justa medida, es la mejor táctica para hundir al contrario. Si nos acercamos solo un momento a la semiótica, hasta Derrida consiguió definir la cosa, que excepcionalmente esta vez sí se le entiende, cuando señala que la mentira no es un hecho o un estado, que se trata de un acto con intención, se dice y se quiere mentir. Por tanto, algo que no se debe a un error, ni tampoco a un desconocimiento.
El contexto desinformativo actual está debidamente acompañado de una concentración del procesamiento de datos en pocas plataformas tecnológicas, que no solo marcan los cauces de circulación del pensamiento dominante, también gestionan en el diseño de su conectividad social, el tráfico emocional de sus individuos, como bien sugiere Black Mirror con su “sonríe, te están puntuando”.
Son muchos los intentos por organizar y clasificar las diferentes prácticas para ejercer la mentira informativa, algunas se pueden ver en la siguiente infografía “Beyond Fake News”, realizada por la Asociación Europea por los intereses de los Espectadores (EAVI), se trata de una organización que trabaja en la educación mediática de los ciudadanos. El cebo de cliks o clickbait es una de las más frecuentes. La cosa es sencilla, se trata de una técnica de redacción con titulares sensacionalistas para que el usuario entre en el contenido. También son efectivas las teorías de la conspiración, que simplifican realidades complejas y provocan como inmediata respuesta al miedo en un entorno de incertidumbre.
La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira, lo que parece una obviedad, Revel lo diseccionó en su bibliografía con precisión cirujana. Lo novedoso, del autor es su obsesión por los hechos, que le interesaban mucho más que las teorías, siempre dispuesto a refutarlas. Mucho más que la ideología, que delataba sin piedad. Por otro lado, nada extraordinario, pues se limitó a colocar el sentido común como resorte de reflexión. Una sociedad abierta y responsable con la información que quiere manejar es a la vez causa y efecto para el que informa y para el informado. Pero los primeros se preocupan de falsificar los datos, y los segundos se despreocupan de contrastarlos. Deber de informar y derecho a estar informado es papel mojado, o mejor, un posible guion para hacer un nuevo falso documental. Como si hiciera falta inventarse otro género para naturalizar la mentira.
No es una curiosidad, ni tampoco una casualidad que hoy la palabra no valga nada, y sin embargo el relato lo sea todo.
Foto: Fred Kearney.