Lo reconozco: el título de esta columna es claramente provocador. Pero creo que es la mejor forma de poner en contexto lo que les quiero contar: tanto la conservación de nuestros bosques como la implementación de sistemas de generación de energía que limiten/sustituyan los obsoletos y contaminantes procesos de combustión son objetivos deseables. La verdadera “ambición climática” debería pasar por entender nuestro ecosistema en su complejidad, intentando ver más allá de la punta de nuestra nariz. Más que nada porque absolutamente todo lo que hacemos -no importa la intención con que lo hagamos- tiene un impacto que debemos medir y ponderar.
En el período que va de 2009 a 2019 se han talado unas 1.400 hectáreas de bosque para la construcción de turbinas eólicas en la República Federal Alemana. Este es el resultado de un listado del Ministerio Federal de Economía. La superficie corresponde al tamaño de unos 2000 campos de fútbol. En ella se instalaron 2000 turbinas de energía eólica. Hay un total de 29.000 aerogeneradores en funcionamiento en todo el país. Pero no sólo el bosque sufre la presión de los aerogeneradores: el desmantelamiento de los cimientos de los aerogeneradores en desuso es también un problema importante. La Comisión de Agricultura del parlamento germano teme que ya haya más de 1.000 hectáreas de tierra cultivable y bosques selladas permanentemente sólo por los cimientos de los aerogeneradores.
La energía eólica es fundamentalmente sensata, pero los aerogeneradores en el bosque tal vez no. Eso contradice la pretensión formulada de proteger estos ecosistemas, que proporcionan hábitats a muchas especies, algunas de ellas en peligro de extinción
Las zonas ecológica y económicamente adecuadas para este tipo de instalaciones son cada vez más escasas. Las diferentes normativas sobre distancias mínimas, los requisitos de conservación del paisaje y del medio natural, así como las numerosas protestas ciudadanas, se interponen en el camino de la expansión de la energía eólica. Los políticos y las asociaciones ecologistas muestran ya de forma indisimulada su desacuerdo sobre la expansión de los aerogeneradores en zonas de bosque. Sin embargo, 2020 aerogeneradores se encuentran ya trabajando en zonas forestales, según informa la Agencia Alemana de la Energía Eólica en su último informe anual. Esto supone alrededor del 7% de todos los aerogeneradores construidos en Alemania, con una tendencia al alza. De las turbinas de nueva construcción, supone incluso más del 20%, aunque el ritmo de expansión se ha ralentizado enormemente en los últimos dos años.
Estas turbinas tienen una potencia eléctrica total de 5.450 megavatios (MW). Esta cifra corresponde a alrededor del diez por ciento de la capacidad total de energía eólica instalada en Alemania. Esta cifra nos muestra que los aerogeneradores instalados en zonas forestales n son pequeños, precisamente. Según los estudios de la Agencia Alemana de la Energía Eólica (ref. también en el enlace del párrafo anterior), se necesita una media de 0,47 hectáreas por aerogenerador: Esta zona debe mantenerse libre de arbolado durante todo el periodo de explotación.
La construcción de aerogeneradores en el bosque también es controvertida entre las asociaciones de conservación de la naturaleza y medioambientales. NABU y BUND en Brandenburgo, por ejemplo, son bastante críticos con la expansión de la energía eólica en el bosque. En un documento de posición conjunto de 2016, afirman: «La construcción de la carretera de acceso y la huella de las turbinas privan por sí solas a nuestros bosques de una parte importante de su función ecológica. Además, las turbinas suponen un peligro mortal, especialmente para las aves y los murciélagos». Y el presidente de la Fundación Alemana para la Vida Silvestre, el Prof. Dr. Fritz Vahrenholt, dice sobre la ampliación de las instalaciones forestales en Hesse: «Construir aerogeneradores en las crestas de las cordilleras boscosas alemanas no sólo significa talar árboles. Se interrumpen ecosistemas intactos, se sellan los suelos y se levantan cimientos para colocar en el bosque turbinas de la altura de la catedral de Colonia».
Permítanme que lo repita: la energía eólica es fundamentalmente sensata. Pero los aerogeneradores en el bosque tal vez no. Eso contradice la pretensión formulada de proteger estos ecosistemas, que proporcionan hábitats a muchas especies, algunas de ellas en peligro de extinción. Las pérdidas de población sólo pueden compensarse lentamente, y a veces no se compensan en absoluto. Por lo tanto, los aerogeneradores sólo deberían construirse en los bosques si se han agotado todas las ubicaciones de espacios abiertos inobjetables desde el punto de vista de la conservación de la naturaleza; e incluso entonces, habría que aplicar normas muy estrictas. Los bosques caducifolios autóctonos deberían salvarse por principio y sin excepción alguna.
Algunos ejemplos: los murciélagos son unos de los animales más amenazados por la energía eólica; pueden quedar atrapados entre las palas del rotor y ser literalmente descuartizados. Además, la presión ejercida por las turbinas también puede hacer que sus vasos sanguíneos y alvéolos estallen, matándolos. El riesgo es especialmente alto para especies como el Nyctalus noctula o el Pipistrellus nathusii, porque vuelan muy alto, lo que hace que las turbinas en los bosques sean muy peligrosas, ya que éstas tienen que alcanzar hasta 260 metros de altura para compensar el efecto barrera de los árboles sobre el viento.
Entre las aves, las rapaces constituyen el grupo más numeroso de víctimas de colisiones, con un 38% del total, lo cual es un factor grave teniendo en cuenta su baja tasa de reproducción. Las especies que corren más riesgo son las que no muestran un «comportamiento de evasión», es decir, que no sobrevuelan grandes áreas alrededor de las instalaciones. Esto también se aplica al milano real, sobre el que Alemania tiene una responsabilidad especial, ya que el 60 por ciento de todos los ejemplares que se conocen en el mundo viven en ese país. Las elegantes aves de presa pueden quedar atrapadas fácilmente en las palas del rotor.
El bosque es bastante más que árboles. Es uno de los ecosistemas más complejos con los que compartimos espacio. Todo es siempre más que la mera suma de sus partes. Mientras que todo el mundo reconoce que la deforestación es un problema importante desde el punto de vista de la conservación, no se concede la atención necesaria al problema de la fragmentación del hábitat, relacionado con los usos antrópicos del bosque. Para terminar, y consciente de que me dejo en el tintero otros problemas como el paisajístico, o el de la cercanía a zonas residenciales: energía eólica sí, pero con sentido común. No todo vale simplemente porque se hace “con la mejor intención”.
Foto: Zoltan Tasi.