El 82,7 por ciento de las uniones de hecho que se formalizan en España tienen lugar en Cataluña. Cataluña, claro está, no alberga a cuatro de cada cinco españoles, sino a cuatro de cada 25. Es un dato que llama mucho la atención, pero que no debe sorprendernos. El nacionalismo lo ha impregnado todo en Cataluña. Su negro manto ha cubierto también a la Iglesia, que a fuer de catalana se ha ido quedando sin fieles. También es cierto que allí no hay apenas diferencia desde el punto de vista legal con el matrimonio.

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En un muy otro orden de cosas, o quizás no tanto, ocurre lo mismo con el Fútbol Club Barcelona. A base de ser más que un club (de fútbol, recuerdo), el Barça ha acabado por corromperse hasta ser lo que es ahora. Aún le espera una década o dos de declive, en justa y concomitante decadencia con la de aquélla sociedad. Pero esta es materia para otro artículo.

Parece que la unión prolongada entre un hombre y una mujer, que es lo que sostiene nuestra civilización, está degradándose hasta cierto punto. Quizás sea un movimiento pasajero, como ha habido otros. O puede que no

Porque en realidad no quiero hablar del Fútbol Club Barcelona, ni de Cataluña, sino de la familia. Y no de la sagrada familia, sino de las familias españolas, eso sí, cada vez menos sacramentadas. El Consejo General del Notariado publicó este miércoles, día de San Isidro, pero también Día Intencional, qué pereza, de la familia, un informe con lo que ellos pueden saber de los negocios familiares en España.

Y sí, más de cuatro de cada cinco parejas de hecho se han formalizado en Cataluña. Pero es que en 2007 hubo 1.598, y en 2023 fueron 36.307. Se han multiplicado por más de 22, pero lo importante no es eso, sino que empieza a ser un número que se puede medir con el número de matrimonios en España. No tenemos los datos del pasado año, pero en 2022 hubo 172.871 matrimonios.

Una pareja de hecho no es un matrimonio de segunda división, por volver momentáneamente al fútbol, sino una alternativa al matrimonio. Es una forma de unión familiar distinta. Los votos mutuos no tienen por qué ser distintos a los que se profesan dos personas que se casen, pero ni la realidad legal es idéntica, ni la sociedad sanciona la unión “de hecho” con el mismo vínculo. Lo de la sanción social es importante, porque se tiene en cuenta cuando una pareja opta por una forma u otra de unión.

Es una transición interesante, porque así como el número de matrimonios no aumenta, si acaso disminuye, el de parejas de hecho sí lo hace. El año 2022 fue el primero de la serie histórica en el que el número de niños nacidos de un matrimonio fue inferior al de quienes nacieron fuera de él.

Hay otro dato muy interesante de los que el Consejo General del Notariado ha dado cuenta en su informe. El año pasado registró más de 65.000 capitulaciones matrimoniales. En el 92,3% de los casos, las parejas optaron por la separación de bienes, por el 5,1% que optó por el de gananciales, más el resto que optó por otros regímenes de comunidad.

Como en el caso de las parejas de hecho frente a los matrimonios, hay lazos entre las parejas que van más allá de la formalización legal de la pareja. Y también los hay que van más allá del régimen económico. Pero un matrimonio es una célula económica en gran parte, y el régimen que elijan también puede reforzar, o no la unión entre dos personas.

Hay que tener en cuenta que esos porcentajes no reflejan la media de toda España. En cada región rige un régimen económico distinto. Y si la pareja no firma un convenio matrimonial, antes o después de celebrarse la unión, rige el que sea propio de la región. En Aragón, Cataluña, Baleares y Valencia rige la separación de bienes. En el resto, menos en el País Vasco, donde hay comunicación foral de bienes, rigen los gananciales. Luego ese alto porcentaje de regímenes de separación de bienes ante notario es sobre todo de matrimonios que se quieren salir del derecho común de su comunidad autónoma.

Lo importante, por tanto, no es ese porcentaje, por mucho que llame la atención, sino cómo evoluciona a través del tiempo la opción por la separación de bienes. Y hemos pasado de estar entre 35.000 y 40.000 de 2007 a 2015, a superar los 50.000 en 2019 y los 60.000 el año pasado.

No hay que tomarse nunca muy en serio los datos detrás de las realidades sociales. Tienen la enorme ventaja de que podemos verlos y compararlos, y que nos acercan a algún aspecto de una realidad compleja, como lo son todas las sociales. Pero no debemos despreciarlos. Parece que la unión prolongada entre un hombre y una mujer, que es lo que sostiene nuestra civilización, está degradándose hasta cierto punto. Quizás sea un movimiento pasajero, como ha habido otros. Seguramente no ponga en peligro la vida en común. Seguro que otros fenómenos, como el solipsismo moral, son demasiado minoritarios como para que adquieran relevancia. O puede que no. Puede que muestren una decadencia del compromiso interpersonal de la que ya estamos viendo otras manifestaciones. En cualquier caso, es difícil escaparse a la idea de que algo intangible pero valioso se está perdiendo.

Foto: The HK Photo Company.

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