En la tercera parte del Discurso del Método de Descartes se contiene la famosa moral provisional del pensador francés. En los Principios de la filosofía Descartes había establecido una famosa analogía entre el saber y un árbol. La metafísica equivaldría a las raíces, la física al tronco y las ramas a la mecánica, la medicina y la ética. Teniendo la ética un carácter tan primordial en el sistema de pensamiento cartesiano llama poderosamente la atención que Descartes dedicara tan poco espacio a la misma en su sistema. Tan solo  algunas reflexiones en su correspondencia con la princesa Isabel de Bohemia y la célebre moral provisional que mencionaba antes.

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Muchos intérpretes de la obra cartesiana atribuyen este hecho a uno de estos dos motivos.  El primero tendría que ver con naturaleza epistemológica de la ética. Para Descartes la razón no sería capaz de indicarnos principios o reglas de comportamiento susceptibles de soportar el rigor exigido por la famosa duda metódica. Otra interpretación apuntaría más al carácter conformista y acomodaticio del pensador francés en cuestiones pragmáticas, respecto de las cuales una toma de posición decidida implica inconvenientes de índole personal. Descartes preferiría seguir las opiniones dominantes en la sociedad, aunque éstas se basaran en prejuicios y creencias irracionales, antes que arriesgarse a sufrir algún tipo de inconveniencia personal por atreverse a cuestionarlas. Esta segunda interpretación encuentra acomodo en el propio tenor de las máximas que Descartes nos propone como criterios para conducir nuestra vida. Así la primera regla conocida habitualmente como regla de la conformidad nos invita a seguir las opiniones y las costumbres dominantes, opiniones que Descartes identifica como moderadas, y que al estar alejadas de los extremos suelen conducir normalmente a estar en lo cierto.

No tiene mucho sentido intentar reconstruir un espacio ideológico común para liberales, conservadores y democristianos que esté ayuno de estas ideas y que, sin embargo, esté plagado de ideas del feminismo radical, de alarmismo medioambiental o de globalismo socialdemócrata

A tenor de las últimas acciones, declaraciones y estrategias políticas seguidas por el PP de Pablo Casado uno no puede dejar de ver ciertos paralelismos entre la actitud cartesiana en materia moral y la actitud del nuevo PP en materia política. Parece como si desde la dirección popular se estuviera proponiendo al centro-derecha español una suerte de política provisional. Descartes utiliza metáforas arquitectónicas al analizar el papel que la duda epistémica tiene en la constitución del verdadero saber. El filósofo francés considera que la construcción de un nuevo saber cierto y riguroso se asemeja a la tarea de erigir un nuevo edificio. Una nueva construcción que no puede realizarse a partir de los viejos cimientos de saberes que se han mostrado como caducos y superados. Es menester erigirlos ex novo, sin hacer uso de los elementos arquitectónicos antiguos. Descartes es consciente de que en nuestras vidas nos vemos compelidos a tener que tomar decisiones respecto de ciertas cuestiones que no admiten dilación, de ahí que compare esa moral provisional que propone con una suerte de refugio temporal en el que cobijarse hasta que el nuevo edificio del saber esté plenamente erigido.

En la misma línea cartesiana Pablo Casado y su nuevo PP proponen una política provisional, de circunstancias, que acoja temporalmente al centro-derecha mientras éste se embarca en la tarea de la reconstrucción de dicho espacio político. Como en el caso cartesiano esta nueva reconstrucción del espacio ideológico del centro-derecha no puede descansar en las ruinas del anterior ya sea en su versión rajoyista, muy vinculada a la corrupción, ni tampoco en la versión aznarista, demasiado extremista parece para la versión moderada que demanda la sociedad española actual según su criterio.

Esta metáfora arquitectónica de la reconstrucción del espacio liberal-conservador que plantea casado tiene incluso una traducción corporeizada. Lakoff y otros lingüísticas cognitivos plantean la hipótesis de que las metáforas no sean más que expresiones corporeizadas de conceptos abstractos. Esta noción abstracta de la reconstrucción de la casa común del centro derecha en heideggeriana expresión tiene su traducción corporeizada en el famoso cambio de sede. El nuevo PP cartesiano de Casado no quiere reconstruir la casa del centro derecha sobre la base de los viejos cimientos de la antigua, simbolizados por el edificio de Génova 13.

Esta presentación filosófico-cartesiana del proyecto de Casado que he realizado anteriormente no deja de ser una plasmación conceptual de un proyecto, el del PP de Pablo casado, que se formuló en su momento como un ejercicio de renovación de los fundamentos teóricos del espacio liberal conservador. Casado prometió recuperar el debate de las ideas para el PP, preterido por el diletantismo pragmático de Rajoy y sus acólitos.

A tenor de lo expuesto por la dupla Casado-Egea el 21 de julio del 2018 debía hacer las veces del 10 de Noviembre de 1619 respecto a la refundación del espacio ideológico del centro-derecha. El 10 de Noviembre de 1619  un joven Descartes, entonces un militar a las órdenes de Maximiliano de Baviera, que se encontraba en un campamiento militar en las cercanías de la localidad alemana de Ulm tuvo la famosa revelación acerca del poder de su nuevo método descubierto para otorgar certeza a nuestros conocimientos. Pablo Casado tuvo la suya el 21 de julio de 2018. Una revelación que consistía en afirmar que el centro-derecha sólo podría gobernar y mantenerse en el poder si se afanaba en presentar una batalla de las ideas para lograr que éstas tuvieran una plasmación en políticas concretas.

Aquel día Casado asumió la obligación ante sus futuros votantes de impedir que el líder del PP se convirtiera en un ministro de la oposición del gobierno de Sánchez en el 90 por ciento de las ocasiones y en el otro 10 por ciento de las restantes en un mero albacea en el gobierno de los proyectos ideológicos de la izquierda. Casado pidió tiempo para refundar un espacio político debilitado por las querellas ideológicas internas nacidas en su seno y que supusieron la división de dicho espacio político en tres siglas que compiten entre sí con la penalización electoral que dicha división acarrea por el sistema electoral D’Hont.

Una parte de sus electores aceptaron que mientras ese proceso de reconstrucción tuviera lugar sería menester que el partido hiciese una cierta política provisional. Esta provisionalidad se entendió como un espacio privado de certezas, donde el proyecto político estaría condicionado en buena medida por circunstancias coyunturales que obligarían a ciertas cesiones y compromisos. No obstante Casado no ganó su congreso apelando a una política provisional entendida en el segundo sentido al que aludíamos anteriormente. Una provisionalidad entendida como puro conformismo y seguidismo de la agenda política más escorada hacia la izquierda. La razón es obvia: no tiene mucho sentido intentar reconstruir un espacio ideológico común para liberales, conservadores y democristianos que esté ayuno de estas ideas y que, sin embargo, esté plagado de ideas del feminismo radical, de alarmismo medioambiental o de globalismo socialdemócrata. Es absurdo y contrario al sentido común intentar recomponer un espacio ideológico con ideas que son ajenas e incluso frontalmente contradictorias con el mismo.

Si se interpreta ese cartesianismo político de Pablo Casado en el sentido de entenderlo como la búsqueda de un espacio para el conformismo político, ayuno de ideas propias y en el que se contemple la disidencia como un mal que hay que evitar a toda costa a fin de no sufrir menoscabo personal alguno, entonces el cartesianismo político de Casado es una pésima interpretación del original.

Foto: European People’s Party.


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