Las imágenes de una joven norteamericana llorando inconsolablemente ante la inminente tragedia climática, nos traía a la memoria cómo la suma de las psicosis individuales de ciertos actores políticos y la propaganda alarmista generan una psicosis masiva en la población, especialmente en niños y adolescentes.
Hagan conmigo un experimento: busquen en Internet las imágenes del discurso que hace apenas unas semanas pronunció Greta Thunberg ante las Naciones Unidas, e intenten ver primero las imágenes sin sonido, para luego escuchar el discurso sin imágenes. Es aterrador. Pero puede ser peor: toda una generación está en peligro de caer por el mismo terraplén por el que han arrojado a la niña sueca.
En un proceso psicótico, los datos y otros análisis que pudieran explican la realidad no son eliminados temporalmente del subconsciente, como sería el caso en la disonancia cognitiva, sino que se declaran agresivamente nulos e inválidos, llegando incluso al uso de la criminalización: «¿How dare you?». El curso formal del pensamiento, que requiere una revisión continua de las ideas frente a la realidad, queda suspendido. Traducido a la psicología de masas: se somete a la población a un constante aluvión mediático para la aceptación incondicional de una realidad alternativa.
Con la psicosis del apocalipsis climático es de temer que se desencadene un proceso político cada vez más extremo, al final del cual se vislumbran la ruina económica, cultural y política de Occidente
Ya los nacionalsocialistas alemanes habían abusado y distorsionado el concepto kantiano de cosmovisión para construir las realidades alternativas de su ideología. Su ‘Weltanschauung’ fue el resultado de obsesiones impulsadas por la propaganda en las que el fin del mundo jugó un papel importante como escenario. Además de la idea de subyugación permanente por parte de los financieros judíos, la tergiversación de los eventos y resultados de la Guerra Civil Rusa de 1917 a 1922 mostrándola como el principio de fin del mundo a manos del ‘bolchevismo’ jugó un papel fundamental en la consolidación de la ideología nazi.
La psicosis resultante culminó en una guerra brutal, suicidios en masa y la mayor crisis de refugiados de guerra de la historia de la humanidad.
Lo que vemos hoy en Europa y todo occidente en lo referido al cambio climático debe juzgarse de manera similar en términos de dinámica psicológica de masas. La confrontación crítica con datos y argumentos científicos ha dejado de importar hace ya mucho tiempo. Una confrontación crítica que sería urgentemente necesaria, por ejemplo, con los resúmenes publicados de los informes del IPCC para políticos, que a menudo contradicen el contenido de los informes científicos del mismo IPCC, o con muchas de las series temporales publicadas sobre fenómenos climáticos, donde las fechas de inicio se eligen arbitrariamente para dramatizar su desarrollo.
Así es que podemos observar el regreso de la psicosis como herramienta política con el fin de generar el apoyo de las masas a medidas que no se pueden calificar de razonables: aumento masivo de los costos de electricidad, que desproporcionadamente afecta más a los más pobres, desprotección de la industria de uso intensivo de energía y desprotección de sus empleos, devaluación de los bienes raíces que las personas han ido ahorrando durante toda su vida y, sobre todo, la restricción del espectro de aquello sobre lo que se puede opinar en público sin temor a convertirse en paria social.
Y sobre estas medidas tampoco solemos votar directamente. La psicosis, además del fenómeno de masas, camina de la mano del actor político individual, que ya no quiere o no puede tratar con los datos o las evidencias que pudieran surgir fruto de la investigación debido a que la presión de la ola de propaganda es demasiado alta, o porque es un propagandista, o lo que es peor, porque cree en su propia propaganda.
El resultado de la transición política de la fase de disonancia cognitiva a la nueva fase de la psicosis, incluidos casi todos los líderes, es terrible para Occidente. A diferencia de la disonancia cognitiva, en la que recupera la percepción de la realidad a través de la pérdida, los procesos políticos desencadenados por la psicosis difícilmente pueden controlarse mediante un comportamiento de aprendizaje inmediato y se ven reforzados por el extremismo en palabras y hechos que les son propios. Aunque los resultados de la psicosis del apocalipsis climático no alcanzarán las dimensiones de la psicosis nacionalsocialista más arriba mencionada, es de temer que se desencadene un proceso político cada vez más extremo, al final del cual se vislumbran la ruina económica, cultural y política de Occidente, y, paradójicamente, gran destrucción ambiental debida a la reducción de recursos técnicos y económicos.
Lo recomendable sería que nuestros políticos regresaran a posturas de gobierno y acción política racionales, que renunciasen a dar aliento a los debates propagandísticos y sus mensajeros. Que dejasen de apoyarse en los adolescentes abrumados de youtube y las manifestaciones histéricas porque, al hacerlo, únicamente contribuyen a que se consolide la psicosis. Y les utilizan como arma política. No es nada nuevo.
Ilustración: DonkeyHotey