Las redes sociales abren la posibilidad de participar en el debate público a cualquier ciudadano. Hasta su aparición, formar parte de la conversación exigía que alguna organización te permitiera proyectar tu voz. Podría ser un medio de comunicación, o una organización que tuviese una interlocución con los medios. O una organización política.

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Esto hacía que hubiera una serie de barreras que las personas tenían que romper para obtener un puesto en el circo de la opinión pública. El mérito facilitaba el acceso, pero no lo aseguraba, y no siempre era necesario.

Las redes sociales han creado un espacio paralelo, en el que cualquiera puede abrirse paso, y descollar, y convertirse en un referente para un número importante de personas. Esto no se puede hacer si no es con una plataforma; es decir, con un instrumento basado en automatismos. Y ello permite que algunos actores se beneficien de esos automatismos de forma masiva para cumplir sus propósitos. Es el caso de la creación de bots por parte de Rusia en la red social Twitter.

En una nueva edición de los archivos de Twitter, el periodista Matt Taibbi ha explicado la decisión de la empresa de hacerse eco del discurso del Partido Demócrata. Pero también ha revelado que su propia investigación arrojaba que todo aquello no era más que una burbuja vacía de contenido

En 2016, Rusia anegó Twitter con mensajes de todo tipo diseminados por (ro)bots en aquélla plataforma. También utilizó a modo las posibilidades de Facebook. No tengo claros los motivos, si fue para apoyar a uno y otro candidato, o para desestabilizar el proceso de elección presidencial, o para poner a prueba su capacidad de influencia en una elección tan importante. Lo cierto es que volcó mensajes a favor y en contra de uno y otro candidato, aunque tuvieron mucha más repercusión los mensajes favorables a Donald Trump. Pero eso no dependía de la actuación rusa, sino de la respuesta por parte de los usuarios de la red social.

Desde entonces, y a la luz de los resultados electorales, desde los medios de comunicación se ha incidido en que los bots rusos contribuyeron a la elección de Donald Trump. Los medios de comunicación necesitan este tipo de explicaciones, porque en su mayoría no podían explicar ni la victoria del candidato republicano ni su propio fracaso al analizar las intenciones de los votantes estadounidenses. Una intervención foránea, en un instrumento nuevo y de relevancia pública, como es una red social, parecía ser la pieza que le falta al rompecabezas de aquélla elección, y la excusa perfecta para su falta de capacidad de percibir la realidad.

A esa campaña de magnificación de la influencia rusa se sumó la propia Twitter. En un primer momento estuvo silente, mientras el foco de atención se centraba en Facebook y Cambridge Analytica. Creo que después de leer el análisis que hace al respecto de la criatura de Mark Zuckerberg Javier Benegas, no hay mucho que añadir.

Pero luego, los ojos se posaron en la red de micro blogging, y entonces decidió seguir un camino distinto. El vicepresidente de política pública de Twitter dio la orden de “seguir produciendo material” sobre influencia rusa en las elecciones de 2016, para apoyar el discurso del Partido Demócrata. ¿Realmente tuvo Twitter tanta influencia?

El New York University Center for Social Media and Politics ha dedicado un estudio a responder exactamente esta cuestión. El artículo explica su metodología así: “Utilizando datos de encuestas longitudinales de encuestados estadounidenses vinculados a sus feeds de Twitter, cuantificamos la relación entre la exposición a la campaña rusa de influencia extranjera y las actitudes y el comportamiento de voto en las elecciones estadounidenses de 2016”.

Cuatro son los hallazgos de este estudio. El primero es que la incidencia de los mensajes diseminados por los bots rusos se ha concentrado en un porcentaje muy bajo de usuarios: “Demostramos, en primer lugar, que la exposición a las cuentas rusas de desinformación estaba muy concentrada: solo el 1 % de los usuarios representaba el 70 % de las exposiciones”. No es sólo eso, sino que también, y como segunda conclusión, “la exposición se concentró entre los usuarios que se identificaban fuertemente como republicanos”. Además, “la exposición a la campaña de influencia rusa se vio eclipsada por los contenidos de los medios de comunicación y los políticos nacionales”.

El cuarto hallazgo, que tiene una estrecha relación con los tres anteriores, es que “no encontramos pruebas de una relación significativa entre la exposición a la campaña de influencia rusa en el extranjero y los cambios en las actitudes, la polarización o el comportamiento electoral”.

Y tiene lógica. Los mensajes se concentraron en una proporción ínfima de votantes. Esto no implica que la incidencia fuera nula, porque en un sistema tan bipartidista y competitivo como este, el cambio de un porcentaje pequeño del electorado puede resultar decisivo. Pero si los destinatarios de los mensajes de los bots eran, en una abrumadora mayoría, votantes con una clara identificación con un partido político, la influencia de los mensajes va a ser mínima.

Hay que sumar a ello que el mundo no empieza en Twitter, ni termina allí. Toda la potencia que le restasen a unos mensajes que llegaban a votantes ya convencidos no podía competir con la influencia que, en el mismo terreno, tuvieron los medios de comunicación.

Lo cierto es que la red social sabía que todo lo que se había publicado al respecto no era más que humo. En una nueva edición de los archivos de Twitter, el periodista Matt Taibbi ha explicado la decisión de la empresa de hacerse eco del discurso del Partido Demócrata. Pero también ha revelado que su propia investigación arrojaba que todo aquello no era más que una burbuja vacía de contenido.

La investigación interna se centró en 2.700 cuentas seleccionadas, que tenían comportamientos como los ya descritos. Según informó al Senado, Twitter suspendió 22 de esas cuentas por tener posibles lazos con Rusia, más otras 179 por “posibles relaciones” con esas cuentas. El informe se consideró “inadecuado” por el senador demócrata Mark Warner, de modo que Twitter volvió a hacer un nuevo examen, este más exhaustivo.

Decía el nuevo informe: “Terminada la investigación… 2500 revisiones manuales completas de cuentas, creemos que esto es exhaustivo… 32 cuentas sospechosas y sólo 17 de ellas están conectadas con Rusia, sólo 2 de ellas tienen un gasto significativo, una de las cuales es Russia Today… el resto, menos de 10.000 dólares en gasto”.

No deja de ser sorprendente la capacidad de los medios de comunicación de obviar realidades sociales muy importantes, y de crear torrentes de noticias de la nada, como es el caso de los famosos bot rusos.

Foto: Chris Yang.


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