Creo que podemos convenir que nunca en la historia de nuestro país la situación de los derechos de la mujer ha sido tan positiva y ha experimentado una evolución tan rápida como en los últimos cuarenta años. No obstante, si bien es cierto que no existen barreras a nivel legislativo que impidan a la mujer desarrollarse profesional y personalmente, también lo es que existen determinados ámbitos, especialmente el laboral, susceptibles de mejoras legislativas que faciliten a la mujer su acceso y permanencia en el mercado laboral, así como ciertos “tics” sociales que pueden y deben mejorarse o desaparecer.

Publicidad

Pero, como he dicho, el panorama en general en nuestro país es alentador, sobre todo si se echa la vista atrás. Y por eso me produce incredulidad y sorpresa la beligerancia de este movimiento feminista de nuevo cuño, que en aras a conseguir altavoces que facilitasen su difusión, se ha dejado fagocitar e instrumentalizar por determinados partidos políticos. Y lo peor que le puede pasar a un movimiento como el feminista que, por definición, debe ser transversal ideológicamente, es su instrumentalización política.

Una sociedad en la que elementos como el sexo del acusado se consideren un indicio de culpabilidad no puede acabar de otra forma que con la convivencia rota y con sus miembros enfrentados

Los comentarios en redes sociales y medios de comunicación de los precursores y defensores del movimiento, y los distintos puntos del manifiesto para el 8-M, permiten identificar de forma clara una serie de elementos definitorios de este neofeminismo:

Adjetivador, colectivista y excluyente

Los precursores y defensores de esta nueva ola feminista muestran un especial empeño en añadir elementos definitorios al feminismo que, casualmente, coinciden en buena parte con el ideario de la extrema izquierda anticapitalista e incluso antisistema, desde los propios planteamientos hasta el lenguaje utilizado. A modo de ejemplo existen proclamas que identifican capitalismo con patriarcalismo, que reivindican las pseudociencias y las terapias alternativas, se habla de recuperar la memoria histórica de los pueblos colonizados, de políticas neoliberales, coloniales y racistas del “Norte Global”, de derogar la ley de extranjería y cerrar los CIEs, de construir una economía sostenible al margen del capitalismo imperante, etc.

Al margen de lo que a cada uno le pueden parecer estas propuestas, colectiva o individualmente consideradas, es palmario que tienen una carga ideológica determinada. Pero lo peor es que el movimiento se plantea en términos de adhesión absoluta, pues no consideran a la mujer como individuo sino como integrante de un colectivo, lo que les lleva a calificar a aquellas mujeres que disienten de algunas o de la totalidad de estas consignas, de machistas (calificativo que suele ir acompañado alegremente del de fascista). Para muestra, un botón: algunos de los movimientos convocantes de la huelga feminista del 8M han excluido a las policías o funcionarias de prisiones por considerar que forman parte del sistema capitalista y patriarcal.

Incapacitante y autocomplaciente

Una de las características más llamativas de este nuevo movimiento es concebir la feminidad como una suerte de característica incapacitante, lo que determina que las mujeres no podamos alcanzar las metas personales y profesionales que nos propongamos si no es con una suerte de empujón institucional, a la vez que se crea una representación ficticia del mundo en el que las mujeres se encuentran múltiples barreras y obstáculos estructurales en su vida cotidiana que la impiden alcanzar puestos de dirección y notoriedad o éxito profesional.

Cuesta encontrar en los manifiestos del nuevo feminismo propuestas y reivindicaciones concretas que determinen una mejora sustancial en los derechos de la mujer

¿Y qué sucede con las muchas mujeres que sí que han alcanzado esos objetivos? Pues directamente se las incluye en una élite privilegiada, a la que denominan “abejas reina”, y las dejan fuera porque, según ellos, han alcanzado esos puestos o posición gracias a haber nacido en un entorno pudiente, haber asistido a los mejores colegios y tener una familia con contactos. Ni se les ocurre pensar que muchas hayan podido alcanzar el desarrollo personal y profesional al margen de esas barreras estructurales no identificadas y sin esas “ayudas” a las que se refieren. El resultado no es otro que el de dejar fuera del movimiento feminista a aquellas mujeres que deberían ser, cuanto menos, un referente, y a todas aquellas que se ven identificadas con las que, en una situación más adversa que la actual, consiguieron superar barreras ahora inexistentes o mucho más salvables.

No deja de ser significativo a este respecto que baluartes de este movimiento, como la actual Secretaria de Estado de Empleo, equiparase las cuotas para los discapacitados con las cuotas femeninas. Se trata de un feminismo que desmerece por sistema el éxito profesional conseguido por las mujeres hasta ahora, acusándolas de disponer de una suerte de privilegios económicos y sociales concedidos por el patriarcado, a la vez que exigen a éste que instaure un sistema de cuotas que les permita acceder a esos puestos sin más merito que su condición de mujer.

Culpar al patriarcado de todos los males femeninos, a la vez que se le reivindica como el solucionador de todas los problemas por la vía legislativa, crea una suerte de autocomplacencia en el movimiento feminista, en el que se elimina cualquier atisbo de autocrítica no sólo hacia el propio movimiento, sino hacia la mujer individualmente considerada, y de ahí que surjan ideas como la “presunción de veracidad” para la mujer cuando acusa, en contraposición con la presunción de inocencia del acusado.

Dicotómico

El neofeminismo plantea un falso dilema entre la igualdad y la libertad, cuando lo cierto es que ambas van de la mano y su coexistencia y equilibrio es el fundamento de las sociedades occidentales democráticas y libres. No existe libertad sin igualdad ante la ley, pues tanto las leyes que comportan un trato desigual en función del sexo, como las que imponen una igualdad material, inciden en la libertad del individual. No hay que renunciar a la libertad en pos de la igualdad, y viceversa.

También contraponen la seguridad de la mujer con los principios inherentes al Estado de derecho, como la presunción de inocencia del acusado, cuando lo cierto es que una sociedad sana y democrática precisa que ambos convivan en armonía y equilibrio. Una sociedad en la que elementos como el sexo del acusado se consideren un indicio de culpabilidad no puede acabar de otra forma que con la convivencia rota y con sus miembros enfrentados.

Insustancial e inoperante

Mientras que el nuevo feminismo incide con frecuencia en cuestiones como el lenguaje inclusivo, el racismo o la inmigración, cuesta encontrar en sus manifiestos propuestas y reivindicaciones concretas y específicas que determinen una mejora sustancial en los derechos de la mujer, tanto a nivel legislativo como material.

Tras revisar la anterior relación, es fácil comprender por qué muchas de nosotras no nos vemos representadas por esta concepción del feminismo. Es más, algunas consideramos que ningún movimiento que aglutine todas estas características conjuntamente pueda o deba considerarse feminismo. Llámenlo de otra forma y reivindíquenlo donde estimen conveniente, pero por favor, no se apropien para sus propios fines de algo que nos pertenece y debe representarnos a todas. Saquen sus manos manchadas de electoralismo del feminismo.


DISIDENTIA es un medio totalmente orientado al público, un espacio de libertad de opinión, análisis y debate donde los dogmas no existen, tampoco las imposiciones políticas. Garantizar que esta libertad de pensamiento pueda existir sin muros de pago depende de usted, querido lectorMuchas gracias.

Apadrina a Disidentia, haz clic aquí