Roberto Sotomayor, ex atleta y candidato a la alcaldía de Madrid por Pudimos, concedió una entrevista al diario El Mundo el pasado 13 de marzo en la que vinculaba el patriotismo con el pago de impuestos. Decía Sotomayor:

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Yo creo que hay que ser patriota. Yo soy muy patriota, y eso que muchas veces me acusa de que no lo soy suficientemente. Que una multinacional pague sus impuestos para que haya servicios públicos es el mayor gesto de patriotismo posible. Irse para pagar menos impuestos es de todo menos patriota. 

Sotomayor confunde la aliteración con la reiteración, desconoce la elipsis, y desafía a esa cortesía del lenguaje que dicta la gramática. Pero no opta a académico de la lengua, sino a regente del Ayuntamiento de la capital, aunque con menos opciones de éxito que si volviese a las pistas a disputar la final olímpica de 1.500.

La rehala que se mueve bajo el cayado de Pablo Iglesias, e incluyo aquí a las ovejas descarriadas, identifican la patria con el Estado. Como Benito Mussolini

Podía haberse expresado de otro modo, pero a costa de remarcarla, ha logrado dejar clara su idea. No es nueva, en realidad. El líder en la sombra de Pudimos, Pablo Iglesias Turrión, expuso la misma idea con profusión antes de que Isabel Díaz Ayuso le mandase al pitufeo televisivo en las últimas elecciones en la Comunidad de Madrid. Dijo Iglesias en mayo de 2020:

Si bajamos más los impuestos a los que más tienen vamos a tener una sanidad y educación peor. Todo el mundo debería estar de acuerdo con tener un sistema fiscal para que prepare a España ante cualquier eventualidad como el Covid. Que las grandes fortunas paguen los impuestos que les corresponden.

No hay una correspondencia económica o moral entre la riqueza (curiosamente, Pablo no habla de renta) y los impuestos. La correspondencia es puramente política: quien controla la máquina extractiva del Estado decide quién cobra qué.

Pablo Iglesias añadía:

Hoy es un consenso social que son necesarios instrumentos como una tasa de reconstrucción que permita a las grandes fortunas, que lo están deseando, ejercer su solidaridad con España, aportando recursos directamente a las arcas públicas.

Yo tampoco dudo de que las grandes fortunas están deseando ejercer su solidaridad. Eso sí, me extraña que lo diga él, que es ferozmente crítico con Amancio Ortega cuando ejerce una solidaridad para la que, por cierto, el propio Iglesias parece moralmente incapacitado.

Por otro lado, no tiene lógica decir que alguien tiene la voluntad de realizar una acción como argumento suficiente para obligarle a realizarla. Pero eso es lo que dice Pablo Iglesias. Más allá de los desencuentros de Iglesias con la lógica, o de su fe en que sus seguidores no van a apreciar un non sequitur en su discurso, lo que le preocupa a Iglesias no es la solidaridad de las grandes fortunas, que secretamente desprecia, sino el hecho de no ser él, desde el presupuesto, quien controle esa riqueza. En cualquier caso, llamó ya entonces al mayor pago de impuestos “patriotismo fiscal”.

Iglesias ha hecho fortuna, y no sólo crematística, en política; su sintagma nominal patriotismo fiscal tiene cierta circulación. Por ejemplo, Arsenio Escolar, periodista y asesino de la historia de Castilla, identificaba poco después que Pablo Iglesias la palabra patriotismo a la progresividad fiscal.

Escolar, como Pablo Iglesias meses antes y como Roberto Sotomayor ahora, repite la misma concatenación de fenómenos, como si cada uno fuera condición necesaria y suficiente para el siguiente. El primero es el aumento de impuestos, el segundo es el aumento en la recaudación, le sigue el aumento del gasto público, con un cuarto paso en una mayor dotación en algunos servicios como sanidad y educación, y un quinto que consiste en un mejor servicio para los ciudadanos.

Desde luego que no todo aumento de impuestos lleva necesariamente a unos mayores ingresos, ni éstos necesitan que las tasas impositivas sean mayores. Y no se corresponde como el humo al fuego sobre la madera que los nuevos ingresos vayan al aumento del gasto, aunque la verdad es que éste tiende a aumentar con independencia de lo que ocurra con los ingresos.

Desde luego, se puede aumentar el gasto sin que el grueso de ese crecimiento vaya a sanidad y educación. Pero, por encima de todo, el mayor gasto público en cualquiera de esos servicios, o en otros, no quiere decir que necesariamente vaya a haber mejores servicios.

El patriotismo fiscal no es patrimonio exclusivo de Pudimos. Vox ha tumbado la propuesta del grupo parlamentario popular en la Asamblea de Madrid (mera correa del gobierno regional) de introducir una deducción temporal a la repatriación de capitales desde fuera. Vox, un partido que tiene problemas con las personas que vienen de fuera, pero también con los capitales que cruzan la frontera en el sentido correcto, ha votado en contra. Lo ve como un privilegio para extranjeros, sin tener en cuenta que 1) los beneficiarios no tienen por qué ser extranjeros, 2) pagar impuestos en mayor o menor cantidad no es un privilegio, 3) no todos los objetivos de la política fiscal son la igualdad en el pago de impuestos; de hecho, nunca es ese un objetivo. Como Pablo Iglesias, los responsables de Vox en la Comunidad de Madrid hablan para convencidos.

Hay un aspecto de lo que podríamos llamar patriotismo fiscal que estos patriotas nunca mencionan. Tanto Pudimos como Vox están en primera línea de batalla en la defensa de la soberanía española en la fijación de la política económica. Pudimos se queja amargamente de que los mercados “dictan” la política a los gobiernos democráticos, sin tener en cuenta que lo que quieren hacer es dictar ellos tanto la política económica como los resultados de la misma. Y eso no se puede hacer. Vox, por su parte, reclama poder zafarnos del grillete europeo.

Pero Pudimos no defiende que cada Estado pueda fijar su propia política fiscal; de hecho están a favor de la “armonización”, es decir, de evitar que haya competencia fiscal entre estados. Desconozco si Vox tiene la misma posición respecto de Europa, pero sí sabemos que está en contra de lo poco que tenemos de competencia fiscal en España, que está servida por las Comunidades Autónomas.

La rehala que se mueve bajo el cayado de Pablo Iglesias, e incluyo aquí a las ovejas descarriadas, identifican la patria con el Estado. Como Benito Mussolini. Y, en realidad, no creo que Mussolini tuviera una idea de la patria tan totalitaria como la de Pablo Iglesias.

Yo veo al Estado como un órgano que nos quiere organizar la vida con nuestro dinero. E identifico a la patria con el conjunto de personas que compartimos un pasado y unas instituciones comunes. Si tiene que haber un patriotismo fiscal, es el del Rubius y otros que nos hacen el favor de no alimentar a la bestia.

Foto: Marc Puig i Perez.


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