Los movimientos de protesta y contestación a un mal gobierno, a un sistema establecido injusto o al poder abusivo deben mostrar a los ciudadanos una propuesta en positivo, estructurada y sensata. De lo contrario, acaban disolviéndose o son finalmente desactivados. Cuando la gente sale a la calle agitada por meros impulsos, por una emoción que no se encuentra correctamente canalizada ni apoyada en una base racional sólida y ampliamente compartida, los gritos pueden contribuir a aliviar la explicable frustración, pero la movilización acabará guardando similitud con los castillos de fuegos artificiales: intensos, espectaculares, vistosos y… efímeros.