Las medidas de contención tomadas desde el 15 de marzo en España deben haber frenado de forma muy apreciable el número de contagios entre la población. Estamos viendo ahora en forma de nuevos positivos confirmados, de manera predominante, aquellos casos que ya con síntomas estaban en casa y finalmente son hospitalizados tras empeoramiento y test positivo, los contagios intrafamiliares, y los contagios del personal sanitario. En pocos días deberíamos ver una disminución importante de casos positivos, y algo más tarde el número máximo de fallecidos diarios. En cualquier caso, parece bastante probable que las actuales medidas de contención se mantengan como mínimo hasta finales de abril o mediados de mayo, y que para entonces tengamos un número oficial de fallecidos por COVID-19 no inferior a 15-20.000, siendo optimistas.
Hay que distinguir, aunque estén relacionadas, la emergencia sanitaria causada por el coronavirus y la inminente Coronacrisis, cuyos efectos comienzan a notarse ya pero serán mucho más visibles y penosos dentro de unas semanas.
Si para hacer frente a la crisis sanitaria, en mayor o menor medida, y con mayor o menor rapidez e inteligencia, la mayor parte de los estados han empezado a reaccionar, aplicando medidas de confinamiento, adquiriendo EPIs para los pacientes y el personal sanitario, intentando adquirir o fabricar ventiladores mecánicos, y ampliando la capacidad del sistema hospitalario con la creación de nuevos recintos con camas y UVI´s, no parece haber una estrategia clara, en la mayoría de países y ciertamente en España, para hacer frente a la devastadora crisis económica que ya tenemos aquí, aunque muchos aún no hayan percibido sus demoledoras consecuencias.
PRINCIPIO ESTRATÉGICO
Si el mundo, y particularmente España por su alta dependencia del turismo y la vida social, no es capaz de retomar cuanto antes un nivel alto (90-95%) de su actividad social y económica, la recuperación será en una lenta y dolorosa “L”, en vez de en una “V”, produciendo un impacto tal que afecte negativamente a casi toda la población e, incluso, acabe con tantas o más vidas a nivel mundial que las que el virus está segando. No olvidemos que la pobreza mata, y mata mucho.
Por tanto, la estrategia de lucha contra la Coronacrisis, los objetivos de las políticas para combatir sus efectos, y los ingentes gastos e inversiones que traerán aparejados, deben centrarse en acelerar esa recuperación de la vida social y económica. Esa, y no otra, debe ser la prioridad. Habrá que gastar TODO LO NECESARIO, Y CON LA MÁXIMA RAPIDEZ, para conseguir ese objetivo.
SABER DÓNDE ESTAMOS
Para tomar decisiones óptimas, especialmente ante un escenario crítico como el que estamos enfrentando a nivel nacional y global, es necesario partir de un diagnóstico correcto de la situación. Por desgracia, el ataque del virus ha sido tan agresivo que, de momento, nos ha impedido hacer algo más que intentar poner a los ciudadanos a cubierto. Pero si queremos diseñar políticas que nos permitan mitigar el impacto sanitario y económico de esta crisis, necesitamos saber dónde estamos. Para ello lo primero que se requiere, en mi opinión, es estimar qué porcentaje de la población ha pasado la enfermedad. No es factible a cortísimo plazo realizar tests serológicos de anticuerpos a toda la población, pero SÍ es posible, para un pequeño equipo de estadísticos/sociólogos y epidemiólogos, definir una muestra representativa por regiones a la que realizar test. Pocas decenas de miles de test, convenientemente segmentados geográficamente, por sexo y edad (al estilo de las macroencuestas electorales), deberían darnos una idea clara del número de personas que YA han pasado la enfermedad en cada CCAA, y con ello el porcentaje de asintomáticos o casos leves e, incluso, una idea de la letalidad real del propio virus (esto último matizado, pues las medidas de contención extrema han disminuido sin ninguna duda el número de muertos “si el virus campara a sus anchas”). Saber dónde estamos nos dará una idea del peor escenario posible, del porcentaje de población que ya podría regresar a sus actividades productivas de forma “normal” (asumiendo una inmunidad mínima de 6-12 meses, durante los que en teoría no debe contagiar ni ser contagiado), y del orden de magnitud de las medidas necesarias para minimizar el impacto de las subsiguientes “olas”.
LA SALIDA DEL CONFINAMIENTO
Incluso asumiendo, como es previsible, un retorno a la normalidad muy lento (clases no reanudadas hasta septiembre, aforo de restaurantes y bares reducido al 30%, prohibición de actos deportivos multitudinarios, teatros, cines, etc), y viendo el alto nivel de transmisibilidad de este virus, las actuaciones para mantener el país en funcionamiento y evitar una segunda y aún más devastadora ola de contagios y posterior etapa de confinamiento, deberían enfocarse en tres áreas:
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REDUCCIÓN DE LA PROBABILIDAD DE CONTAGIO
Pese a los confusos mensajes por parte del gobierno español durante estas semanas, desaconsejando el uso de mascarillas por parte de la población general (probablemente motivados por una escasez de material que era y es aún más necesario para el personal sanitario y de protección civil y los enfermos hospitalizados), es evidente, de acuerdo a numerosa literatura científica y a la experiencia de los países que mejor han manejado el contagio de esta crisis, que su uso debe ser generalizado cuando finalice el confinamiento. No tanto para protegerse uno mismo de la transmisión procedente de otros (que también), sino para evitar que los contagiados asintomáticos puedan transmitir la enfermedad inadvertidamente. Llevar todos mascarillas equivale, a efectos prácticos, a aumentar la distancia entre nosotros varios metros.
Estas mascarillas simples deben ser utilizadas y desechadas diariamente por cada persona, cada día que salga de su casa. En un cálculo “de servilleta” (como todos los que he realizado en este artículo, para intentar estimar de manera gruesa el orden de magnitud del coste total de las medidas propuestas), y asumiendo que tres cuartas partes de la población salga a la calle cada día, el consumo de mascarillas, tras la salida del confinamiento, debería ser, en condiciones óptimas y solo en España, de unos 1.000 millones mensuales. La cifra asusta, pero incluso asumiendo un coste muy superior al de tiempos de menos demanda, probablemente puedan adquirirse a un coste máximo de 0,20€/mascarilla. Por tanto, hablaríamos de unos 2.500 M€/año, durante dos años (como máximo).
En el caso de los trabajadores del sistema hospitalario, no puede volver a repetirse la situación actual. El personal es la parte menos flexible del sistema sanitario (no podemos “fabricar” o “comprar” médicos o enfermeros). Si enferman, la capacidad del sistema disminuye (aparte del disparate que es tener a gente trabajando jugándose la vida para salvarnos, por falta de algo tan elemental como EPI´s). No olvidemos que, de los casos diagnosticados oficialmente como positivos hoy en España, el 15% es personal sanitario. Cualquier inversión en este terreno es imprescindible. Teniendo en cuenta que el total del personal es inferior a 600.000 trabajadores, y aún en el caso de que las mascarillas, guantes y trajes costasen varios euros por unidad, hablamos de una inversión probablemente inferior a 1.000 M€ anuales.
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DETECCIÓN Y AISLAMIENTO TEMPRANO DE INFECTADOS Y SOSPECHOSOS
Múltiples medidas tienen que ser aplicadas en paralelo para alcanzar este fin. Entre otras, al menos:
ADQUISICIÓN Y UTILIZACIÓN DE TERMÓMETROS DE INFRARROJOS
España debería tener a su disposición antes de la salida del confinamiento al menos 100-200.000 termómetros de infrarrojos para su uso en aeropuertos, estaciones de ferrocarriles, controles en carretera, y sobre todo oficinas, donde el personal tendría que tomarse la temperatura varias veces al día (como hacen actualmente en varios países asiáticos). Aun asumiendo un importe unitario de 100 € por termómetro, el coste total es relativamente pequeño, inferior a 20 M€.
ADQUISICIÓN (O FABRICACIÓN) Y USO DE TESTS DE ANTICUERPOS Y DE DETECCIÓN DE LA ENFERMEDAD
Este es uno de los elementos clave para poder acelerar al máximo la reactivación social y económica. Como comentaba antes, es crítico saber no solo quién tiene la enfermedad en un determinado momento, sino sobre todo saber quién la ha pasado ya, pues esas personas pueden retomar su actividad “normal” con rapidez, sin temor a contagiar o ser contagiados de nuevo. Incluso aunque la inmunidad perfecta fuera corta (inferior a un año), lo habitual tras ese periodo, en el caso de otros virus similares, es que seamos menos vulnerables al contagio y la gravedad de la enfermedad si la hemos pasado con anterioridad. Por tanto, lo ideal sería disponer de 47 millones de tests serológicos de anticuerpos y realizarlos ANTES del retorno a la “normalidad”, repitiendo posteriormente el ciclo por ejemplo cada 6 meses hasta la generalización de la vacuna (en 18-24 meses). El mayor reto puede ser la capacidad de realizar esos tests con rapidez. La forma óptima sería que se tratase de kits caseros, lo bastante fiables, y capaces de ser utilizados por los ciudadanos sin necesidad de personal especializado (al estilo de los test de embarazo o los kits de autoseguimiento de los diabéticos). En cuanto al coste, si estimáramos un importe unitario de 30 €, estaríamos hablando de 2500 M€ anuales, durante dos años como máximo (si la vacuna está disponible en los plazos teóricos). Además de lo descrito para identificar individuos inmunizados, cada persona que muestre síntomas debería inmediatamente ser testeada, para posteriormente aislarla y trazar sus contactos (al estilo de lo que hacen Singapur o Corea), con tests rápidos o los actuales tipo PCR para detección de la enfermedad. Para ello, de nuevo será necesaria la adquisición de decenas de millones de tests de este tipo, al menos 20 millones cada 6 meses. Asumiendo el mismo importe unitario de 30 €, el coste anual rondaría los 1200 M€.
En general, teniendo en cuenta la magnitud de las cifras de tests necesarios, en España y en el mundo, creo que si alguna de las farmacéuticas locales, o de las multinacionales con laboratorios en España, pueden empezar a fabricarlos en masa pronto, nos hallamos ante una oportunidad industrial muy material que deberíamos aprovechar, y más en un momento en el que uno de nuestros grandes motores, la restauración y el turismo, va a estar “gripado” durante un periodo de tiempo más que previsiblemente largo.
DESARROLLO O ADQUISICIÓN DE APP DE MONITORIZACIÓN DE INFECTADOS Y POSIBLES CONTACTOS, SEGUIMIENTO DEL ESTADO DE ENFERMOS, ETC.
Varios países asiáticos, como Corea o Singapur, han desarrollado apps que permiten no solo el seguimiento y monitorización del estado de salud de los enfermos, o prescribir recetas electrónicas para los pacientes, como ya se están utilizando en algunas CCAA españolas (Andalucía o Madrid, entre otras), sino que, mediante geolocalización, permiten conocer qué personas han estado a menos de 2 metros de un infectado con rapidez, lo que permite su control e incluso aislamiento temporal si es necesario. Es cierto que este tipo de herramientas choca con la mentalidad occidental, con la libertad de movimientos y con la Ley de Protección de Datos. Pero posiblemente, de manera temporal e incluso mediante incentivos económicos a los usuarios (si no es posible la obligación), y con las debidas salvaguardas legales, estas herramientas tecnológicas nos pueden permitir acelerar el retorno a la normalidad y, sobre todo, evitar otro periodo de confinamiento general como el actual.
HOTELES U HOSPITALES DE CAMPAÑA PARA LA VIGILANCIA O AISLAMIENTO DE INFECTADOS ASINTOMÁTICOS O LEVES
Por último, tras la utilización de las herramientas anteriormente descritas, que nos habrán permitido identificar a individuos infectados o sospechosos de estarlo, será necesario disponer de alojamientos para la monitorización de esos posibles infectados, contagiados asintomáticos o pacientes leves en cuarentena. Esto puede realizarse en recintos adaptados específicamente, como el improvisado Hospital de campaña en IFEMA. Aunque creo que otra opción muy interesante, teniendo en cuenta que la ocupación hotelera estará previsiblemente bastantes meses muy por debajo de su capacidad máxima, debido a la caída del turismo y de la actividad laboral general, sería utilizar determinados hoteles para el alojamiento de esos pacientes o personas en cuarentena. Esto permitiría incrementar la actividad de uno de los sectores previsiblemente más dañados por la Coronacrisis, manteniendo algunos de los empleos más en riesgo en la actualidad.
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AMPLIACIÓN DE LA CAPACIDAD DEL SISTEMA HOSPITALARIO
Estamos viendo estos días las consecuencias de un sistema hospitalario sobrepasado: personal sanitario contagiado y trabajando en condiciones de agotamiento, pacientes hacinados en pasillos, y mayor mortalidad de la que sería conseguible por falta de medios para atender a todos los afectados. Para ampliar la capacidad del sistema, será necesario:
ADQUISICIÓN DE MEDICINAS Y SUEROS DE TRATAMIENTOS
España debería adquirir cuanto antes un stock razonable de los medicamentos que más probabilidades tienen de ser efectivos contra esta enfermedad (Remdesivir, hidroxicloroquina, etc), y solicitar a todo paciente que haya pasado la enfermedad (con o sin síntomas) plasma sanguíneo para utilizar como suero en tratamiento de enfermos.
ADQUISICIÓN O FABRICACIÓN DE RESPIRADORES
De cara a esta ola de contagios, y sobre todo a la siguiente (a esta probablemente llegamos tarde), España debe fabricar o adquirir en el mercado un número suficiente de ventiladores mecánicos. Viendo el pico actual de hospitalizados, y asumiendo que al gestionar mejor la situación en las siguientes olas el pico será menor, posiblemente sea suficiente la adquisición o fabricación de unos 5-10.000 respiradores. Incluso asumiendo un coste medio de 30.000 € por ventilador, el coste total no superaría los 300 M€, y sería amortizable en varios años.
ADQUISICIÓN DE EQUIPOS DE MEDICIÓN DE SATURACIÓN DE OXÍGENO
Muchos de los que están pasando la enfermedad en casa (hasta hoy sin diagnosticar con certeza como positivos, esperemos que en futuras olas diagnosticados), o de los que se alojen en los recintos sugeridos antes para pacientes leves o en cuarentena, deben monitorizar su estado, pues frecuentemente empeora con complicaciones respiratorias. Sería interesante que, desde luego en esos alojamientos de enfermos leves en cuarentena, e incluso para su uso rotatorio en domicilios, se dispusiera de algunas decenas de miles de equipos de medición de saturación de oxígeno en sangre, que permitieran detectar con rapidez aquellos casos que requieran con urgencia hospitalización y suministro de oxígeno o intubación, lo que redundaría en un más ágil tratamiento del paciente grave y una previsible reducción de la letalidad. Parece ser que un dispositivo portátil puede costar pocos cientos de euros, por lo que, de nuevo, la inversión parece bastante modesta dentro de la magnitud total de esta crisis.
INCREMENTO DEL NÚMERO DE CAMAS Y UVIs
Hemos visto estos días cómo, contrarreloj, se ha ampliado el número de camas y UVIs, en un admirable esfuerzo por dar abasto a la avalancha de pacientes enfermos de COVID-19. Cuando la primera ola finalice, esperemos que antes de dos meses, deberíamos cerciorarnos de que esas unidades continúan disponibles, o al menos de que somos capaces de reactivarlas en cuestión de días si fuera de nuevo necesario.
CONCLUSIONES
Sin una estrategia clara en los tres frentes descritos (reducir los contagios al volver a la actividad, identificación y aislamiento de infectados, y ampliación en lo posible de la capacidad hospitalaria), es enormemente probable que, dada la alta transmisibilidad de este virus, y su agresivo impacto en la salud, especialmente en capas poblacionales de alta edad, al retomar un cierto nivel de actividad nos veamos en una situación parecida a la actual en pocas semanas o meses. Es crítico actuar en esas áreas DE MANERA INMEDIATA si queremos que la Coronacrisis tenga, si no forma de “V” (sinceramente creo que es imposible), al menos de una “L” cuyo trazo más horizontal dure unos meses, y no varios años.
El coste de lo descrito anteriormente, con toda la prudencia y posibles errores derivados de mi falta de experiencia en el tema, es de 10-15.000 M€ al menos. Puede parecer mucho, pero es equivalente a lo que supone para el Estado en prestaciones un millón de desempleados en pocos meses. Pero sobre todo supone una TAREA DE IMPORTANCIA Y COMPLEJIDAD GIGANTESCAS, que requerirá DECENAS O CIENTOS DE ESPECIALISTAS en procesos de fabricación, tecnología, logística, compras internacionales, turismo, economía, etc. Es por ello en mi opinión necesaria la creación HOY de un equipo de primer nivel, que incorpore a miembros de empresas especialistas en las áreas descritas (por ejemplo, Inditex, Mercadona, Seur, Indra, Grifols, Pharmamar, etc), y 100% dedicado a pensar en la salida acelerada de la Coronacrisis. Este equipo debe en mi opinión ser distinto del actual grupo de gestión de la crisis sanitaria (aunque evidentemente deben de estar comunicados y coordinados). Cada día que se retrase la definición e implementación de la Estrategia, supone ingentes daños económicos y laborales. LA MÁXIMA PRIORIDAD del Gobierno, al mismo nivel de la gestión de la emergencia sanitaria (si no mayor), es crear y poner en marcha ese equipo multidisciplinar, hoy mejor que mañana. La tarea es demasiado complicada, incluso haciéndolo bien, como para pensar en seguir reaccionando con ocurrencias o actuaciones más o menos improvisadas, a rebufo de lo que vayan haciendo otros países.
Las escasas medidas económicas anunciadas hasta ahora por el Gobierno se centran, fundamentalmente, en la protección de los trabajadores damnificados por la actual situación, y en intentar forzar a las empresas a mantener los empleos existentes. En mi opinión, se trata de un error (aunque es evidente que habrá que proteger a los desempleados, en cualquier caso). Como decía al principio, la Estrategia contra la Coronacrisis debe pasar por acelerar el retorno a la actividad social y económica normal con la mayor celeridad. Para ello, además de actuar en las tres áreas descritas en mi artículo, el gobierno debe centrar el grueso de sus esfuerzos económicos en mantener la actividad de las empresas. Y eso no se consigue obligándolas a mantener los empleos por ley, o encareciendo los despidos, y en paralelo manteniendo todas sus obligaciones tributarias. De poco servirán avales infinitos para que los empresarios se endeuden, si estos no ven futuro en su actividad. Si no hay clientes, ni va a haberlos en un futuro a corto o medio plazo, las empresas cerrarán y los empleados quedarán en paro. Solo el Estado (afortunadamente) es capaz de endeudarse por sistema sin saber cómo va a devolver los préstamos. Un buen empresario jamás lo hace, y hace bien. La actual crisis sanitaria puede además ofrecer, como he comentado antes, oportunidades en los terrenos textil, farmacéutico, tecnológico o de equipamiento sanitario entre otros, teniendo en cuenta una enorme demanda global de ciertos productos para los próximos años.
La mejor receta para “no dejar a nadie atrás”, como repite machaconamente nuestro presidente, no es subvencionar eternamente a los trabajadores inactivos (¿de dónde van a salir los recursos si la crisis se alarga?), sino hacer que vuelvan a trabajar, manteniendo las empresas a flote durante los momentos más duros de la Coronacrisis, apoyando a aquellas que puedan emerger con rapidez en estos tiempos de reconversión, y acelerando el retorno a la actividad social y económica de los ciudadanos, minimizando el impacto sanitario.
Es la hora de un Estado poderoso, capaz de unir a la sociedad civil y a las empresas, de hablar a los ciudadanos como adultos y de tomar decisiones duras y rápidas, no la de un Estado benefactor lleno de promesas biensonantes que no podrá cumplir si la actividad económica no se reactiva.