Javier Milei compartió con Elon Musk, ese personaje de cómic, el símbolo de la motosierra, que es la versión industrial de la serpiente de cascabel de la bandera de Gadsen. Con ese gesto simbólico, Musk advertía a la Administración (contra) Trump que iba por ella. El “estado profundo” iba a salir a la superficie, o iba a perecer ante la decisión de Musk, y de Trump, de acabar con ella. Se dice que Azaña hablaba a sus allegados de su voluntad de “triturar al Ejército”. Quizás no dijo nunca esas palabras, pero esa era su intención más allá de toda duda. Pues Musk hace suyo este espíritu jacobino, incluida la voluntad de cortar cabezas, y lo quiere aplicar a la organización más poderosa sobre la faz de la tierra: la Administración federal de los Estados Unidos. Suerte con eso.
No es sólo el tamaño; es también el cariz del asunto. Parte del objetivo del adelgazamiento administrativo es acabar con una capa no muy gruesa, pero sí muy poderosa, que se vale de los instrumentos del Estado para avanzar en una política global de cambio social.
Las organizaciones de medios de comunicación que reciben financiación de USAID no son independientes: son extensiones del poder estatal, que blanquean narrativas sancionadas por el gobierno bajo la apariencia de periodismo
Según ha revelado el Wall Street Journal, “muchas afirmaciones de ahorro eran exageradas y los recortes ‘woke’ eran sólo una pequeña fracción del total”. Los recortes se han producido en los servicios generales de la Administración (61,1 millones de dólares), Educación (131,9 millones), varias agencias (175,5 millones), la Administración de la Seguridad Social (272,5 millones), Salud (771,6), y USAID (1.200 millones). En definitiva, sólo han comenzado a rascar la superficie. Mientras no se hable de decenas o centenares de billones (de los de allí, miles de millones), no se puede decir que hayan hecho mucho. En el año fiscal de 2024, el gobierno federal se gastó 6,75 billones (de los nuestros, millones de millones) de dólares.
El equipo de Musk se presenta en un departamento, o una agencia, y comienza a talar. ¿Por qué empieza por aquí? ¿Qué oficina pisará la semana que viene? No se sabe. Las decisiones de toman en secreto. Se mueve como un leopardo entre las sombras. Es un comportamiento nada democrático, si se quiere. Pero esa democracia, acrisolada o precipitada en la Casa de Representantes, sólo sabe aumentar el gasto público. De modo que podemos darle un voto de confianza.
El único departamento que ha superado el millar de millones de dólares es el USAID. Y hemos sabido que víctimas furiosas de esa poda han sido, son, varios medios de comunicación. La industria de la censura también lo es de la propaganda, y la forma más sencilla y efectiva de ganarse una voz amiga es, como siempre fue, comprándola.
La medida de esta industria le hace a uno sentarse en la silla… o en el suelo. Por ejemplo, hay una ONG (jejeje) de nombre Internews Network, que dedicó 472.600 millones de dólares a trabajar con 4.291 medios de comunicación. El trabajo consiste en un do ut des: yo te doy dinero y tú provees a tus clientes de discurso; mi discurso, que es el de la Administración que me surte generosamente de miles de millones de dólares. Una parte del dinero se destina a la formación de los periodistas; 9.000 profesionales en un solo año. Politico, un órgano oficioso del Partido Demócrata, ha recibido de USAID 34 millones de dólares. The New York Times, la BBC (el 8% de los ingresos de la temporada 2023/2024).
Según Sayer Ji, de The Defender, “USAID ha funcionado durante mucho tiempo como un instrumento geopolítico, utilizando la financiación de los medios de comunicación para dar forma a narrativas favorables a los intereses gubernamentales y corporativos occidentales”. Pese a su ropaje de agencia de ayuda al desarrollo, “sus profundos vínculos con las operaciones de inteligencia y las campañas de influencia patrocinadas por el Estado están bien documentados”, dice el periodista. Alimentados por el cuantioso dinero del tío Sam, “las organizaciones de medios de comunicación que reciben financiación de USAID no son independientes: son extensiones del poder estatal, que blanquean narrativas sancionadas por el gobierno bajo la apariencia de periodismo”.
Parte de la labor de estos medios “independientes” es el intento de desacreditación de los otros medios, los que no están financiados por USAID porque tienen una posición contraria a los intereses que patrocina la agencia de subvenciones estadounidense. La industria de la censura tiene una ramificación más que no conocíamos: USAID.
Serie «Cercando la industria de la censura»:
(II) El sesgo de los verificadores
(III) El dinero de los verificadores
(V) El Gobierno Federal y el ‘deep state’
Foto: USAID U.S.
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