Únete a esta reflexión ¡querido lector! que aquí te comparto y acompáñame a lo largo de estas líneas que si tu paciencia a bien te atiene lograras deducir por tu buena cuenta lo errado de las cuatro tesis económicas que dan por descontado al feminismo. Un concepto tan estirado como ambiguo que solo deja tras de sí un reguero de confusión y desprecio que aquí y ahora vamos tú y yo a desentrañar. Lo primero es lo primero: toma aire, aparta de ti ese moralismo rancio alimentado por el chisme y ábrele tu entendimiento a la razón. Ponte cómodo, y vamos con ello.

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Cuatro son, como te decía, las tesis que elevan a la altura de lo grotesco a las mujeres por ser mujeres y su suerte raramente truncada: a) los milmillonarios son hombres; b) las mujeres gozan de un menor salario medio relativo en relación con el otro sexo; c) las mejores oportunidades sociales descuidan a la mujer; y por último; d) la violencia oprime con especial fuerza a ellas por el mero hecho de serlo. Ya te aviso que no habrá estadísticas en el mundo ni giros analíticos los bastantes que puedan convencer al que aspira a confirmar prejuicios. Pero si tu amor hacia la verdad es voraz e incisivo, y tu bolsillo reza sin votos reconocidos a ninguna ideología, estas breves reflexiones serán suficientes para dejar en tu mente la huella persuasiva de las ideologías desmoronadas ante el poder de la razón. Empecemos con la primera.

(Tabla 1)

gráfico 01

La tabla 1 deja las cosas muy claras. No hay oposición razonable que se precie. Ninguna mujer despunta entre las 10 fortunas más grandes del orbe. Discutir esta tesis (1) sería pegarse de bruces con la realidad y con la tabla. Ahora bien, que no haya ninguna mujer adelantada no se sigue que esto lo sea por ser mujer. Si eso fuera así los milmillonarios lo serían en consecuencia por el único hecho de ser hombres. ¡Ay, amigo! Pero si los milmillonarios resultan por ser varones, los 3.000 millones que pululamos por un lado u otro del orbe haríamos bien en esperar que nuestra miserable existencia fuera en algún momento resarcida por la dicha de las estadísticas ¡Error! No te pierdas, y menos te espantes amable lector, que solo estoy haciendo uso de las leyes más elementales de la lógica. Si te parece irrisorio que los hombres veamos nuestro destino aupado por un golpe de “sexo” deberías de igual manera censurar la tesis que aparta al otro sexo del goce de tales prerrogativas. Una minoría de privilegiados no hace al sexo por mucho que el otro sexo no se encuentre en ella representado.

La segunda tesis (2) se hace aún más irresistible: la tendencia histórica muestra a las mujeres perjudicadas con un menor salario medio relativo de hasta un 16% a nivel mundial (tabla 2). Con altas disparidades es una anomalía de raros países allí donde ellas logran despuntar en remuneración. Vuelve sin descanso el espíritu de la crítica a remover el prejuicio del lugar reservado a la razón. Y dime: ¿será esta vez por el hecho insólito de ser mujeres? Pues tampoco. Las leyes de la remuneración salarial hace tiempo que se desligaron del fantasma marxista que pone a la justicia bajo la paridad jornal-trabajo cuando la verdad anda más resuelta en verse lucida a través de las obras conquistadas (producción efectiva). Llegamos al punto clave: el hombre (¿por ser hombre?) es mucho más productivo que la mujer (¿por ser mujer?) lo que les abre a mayores estipendios por su trabajo.

(Tabla 2)

gráfico 02

Pero será esto quizás ¿por ser hombres? Tampoco aquí la razón se pronuncia a favor del feminismo. Son más bien las decisiones que se toman las que incitan a esta diferencia laboral. Los hombres atraen una más alta simpatía hacia las profesiones susceptibles de una mayor inversión productiva (matemáticas, ingeniería, etcétera) que tira para arriba la productividad marginal del salario (tabla 3).

(Tabla 3)

Gráfico 3

Otra razón que empuja los salarios hacia arriba radica en que los varones, o algunos de estos, se aplican a trabajos que acarrean un mayor riesgo físico que por su extrema dificultad barren la oferta laboral disponible (tabla 4). A esto se le une el hecho histórico de que la ocupación laboral femenina a tiempo completo es sustancialmente inferior a lo largo de todo el registro histórico (cuadro 1).

(Tabla 4)

Gráfico 4

(Cuadro 1)

Gráfico 05

Alguien podría ver aquí un agujero negro de discriminación, y aunque seguro encontrará datos que así lo hagan ver, hay muchos más argumentos que apoyan otras razones: por ejemplo, a) las preferencias sociales derivadas de ciertas apetencias a ver reconciliada la familia, los hijos u otras consideraciones que son, en las mujeres por el hecho de serlas, predilectas. O por qué no decirlo, a los b) roles sociales instaurados bajo una división social del trabajo que aun resiste los envites del modernismo. La cueva alberga por hoy su influencia decisiva sobre nuestros gustos clasificados en orden al sexo y sobre nuestras disposiciones. Y si no lo crees así pregúntate por qué hoy en día ninguna mujer resulta entre los mejores maestros de ajedrez. El hombre antropológicamente empujado por un obrar más estratégico (cazador-recolector) se siente, en cambio, inservible ante la superior inteligencia emotiva del otro sexo (madre-cuidadora).

Y no será por oportunidades desperdiciadas, como alguno que otro podría rumiar, pues no se conocen argumentos que hagan pensar (por mucha estadística que se arroje siniestramente) que las mujeres por serlo se hallen socialmente penalizadas (tesis 3). Si así lo fuera no podría ser mayor el número de universitarias en todo el orbe, cuanto y más este tipo de educación se haya desconocida frente a la acción punitiva de la ley (cuadro 2).

(Cuadro 2)

Gráfico 06

Por último, y no menos importante, el feminismo guarda celoso los casos de feminicidio, a veces, para alimentar la sensación de que la violencia del mundo golpea a las mujeres con especial dilación (tesis 4). Nada más lejos de la realidad, incluso todo lo contrario me atrevería a decir. Asisto perplejo cuando observo ante las cinco muertes más violentas así recogidas por la Organización Mundial de la Salud siempre lideradas por hombres. Ya quieras desempolvar las muertes dictadas por accidentes de tráficos (tabla 5), ya sea por ver el número de los que sufren un corazón quebrado (tabla 6), como sea por el rastro que deja la huella de los suicidios (tabla 7) que eres tú ¡oh, pobre varón!, el sufridor por excelencia.

De aquí una breve sugerencia para terminar: no quieras verte bajo el auspicio de una sociedad entregada a la igualdad de formas pues sufrirás, sin reversión, un vacío de fondo insoportable. Es común para todo pueblo civilizado erradicar los privilegios y celebrar con orgullo las diferencias; expresión, esta última, de la riqueza que aflora en el espíritu humano. Un feminismo empeñado en aborrecer las diferencias (¡desigualdad!) olvida que lo contrario a una sociedad de diferentes es una sociedad de jerarquías (de clases). Quizás sea eso lo que el movimiento añora en su más profundo sentir: aliviar el rencor entretejido por años de desprecio a su propia naturaleza a despecho del supremo domino de la voluntad de todas las mujeres y del silencio cobarde de todos hombres.

(Tabla 5: Ratio de muertes por accidentes de tráfico – por sexo)

Gráfico 07

Fuente: Al-Balbissi (2010)

(Tabla 6: Defunciones por ataque al corazón – por sexo)

Gráfico 08

Fuente: OCDE (2016)

(Tabla 7)

Foto: Giacomo Ferroni.


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Antonini de Jiménez
Soy Doctor en Economía, pero antes tuve que hacer una maestría en Political Economy en la London School of Economics (LSE) por invitación obligada de mi amado padre. Autodidacta, trotamundos empedernido. He dado clases en la Pannasastra University of Cambodia, Royal University of Laws and Economics, El Colegio de la Frontera Norte de México, o la Universidad Católica de Pereira donde actualmente ejerzo como docente-investigador. Escribo artículos científicos que nadie lee pero que las universidades se congratulan. Quiero conocer el mundo corroborando lo que leo con lo que experimento. Por eso he renunciado a todo lo que no sea aprender en mayúsculas. A veces juego al ajedrez, y siempre me acuesto después del ocaso y antes del alba.