La palabra “misógino” se utiliza hoy en día como exabrupto, como interjección o más bien como un gruñido, como mantra mágico para librarnos de los malos espíritus, como un insulto denigrante. Sucede similarmente con las palabras “machista”, “racista”, “xenófobo”, “homófobo”, “fascista”, “ultraderecha”,… Tienen el mismo efecto hoy en día estas palabras al pronunciarse que el que tenía pronunciar las palabras “rojo”, “maricón”, “hereje”,… en los tiempos de Franco. Lo que han cambiado son los grupos de poder y la tolerancia hacia algún tipo de verbalización. Así, mientras que el uso de la palabra “maricón” hoy en día se considera ofensivo y está censurado porque se cree que no hay razón para avergonzar a un homosexual, las palabras “machista” o “misógino” tienen similar carga de desprecio y se suelen utilizar como descalificación, pero no se apela a la inhibición de estos adjetivos porque se considera bien merecido avergonzar a quien recibe tales calificativos. Dicho en otros términos, se puede insultar a todo lo que provenga de valores lejanos a lo progre, pero no se pueden insultar o avergonzar a quienes están con lo progre. La ofensa no se valora objetivamente, depende de quién la pronuncia y hacia quién la pronuncia.

Publicidad

El término “misógino”, abstraído de la jerga plebeya que le atribuye connotaciones negativas, viene a referirse a un subtipo de “misántropo”, el otro subtipo por géneros sería el de la “misandria”. En verdad, la misandria está mucho más extendida que la misoginia en un país como España, pero no se le suele atribuir la carga negativa que se asocia al primer término ni se la considera problemática. En cuanto a la palabra “misántropo”, define un tipo de actitud asocial y pesimista sobre el ser humano que en la mayoría de los casos denota la lucidez intelectual de la persona que la sostiene. Misántropos ilustres a lo largo de la Historia han sido santos, eremitas, nobles que huían de lo plebeyo e inmundo, intelectuales o artistas refugiados en sus torres de cristal, etc. que buscaron la soledad huyendo del mundanal ruido, motivados por reflexiones y experiencias que no hablan bien de la humanidad en general, o bien vivieron una vida social con normalidad aceptándola como un mal necesario. Misántropos célebres han sido Baltasar Gracián, Quevedo, Jonathan Swift, Beethoven, Lord Byron, Schopenhauer, Oscar Wilde, Pío Baroja, H. P. Lovecraft, Marcel Proust, Sartre, Cioran, y un largo etcétera.

La cultura de la cancelación que viene pisando fuerte hoy en día pretende que nos olvidemos de esa sabiduría de miles de años, y empezar todo de nuevo desde el prisma de la «perspectiva de género»

No todos los misóginos son misántropos, pero sí se da usualmente la misoginia por inclusión dentro de una misantropía más amplia aunque con características propias. Baltasar Gracián decía en boca de uno de los personajes de su El Criticón (se reproduce aquí en castellano original del s. XVII):

“Y, porque lo entiendas, advierte que entre los leones y los tigres no había más que un peligro, que era perder esta vida material y perecedera; pero entre los hombres hay muchos más y mayores: ya de perder la honra, la paz, la hacienda, el contento, la felizidad, la conciencia y aun el alma. ¡Qué de engaños, qué de enredos, traiciones, hurtos, homicidios, adulterios, invidias, injurias, detracciones y falsedades que experimentarás entre ellos! […] ¿Y ves cuán malos son los hombres? Pues advierte que aún son peores las mugeres y más de temer”.

Esta visión negativa del ser humano en general, y de lo femenino en particular, está  bien extendida en nuestra cultura de raíces grecolatinas y judeocristianas. La figura de la femme fatale se encuentra en la mitología pagana: Afrodita, Pandora, Medea, Perséfone, Medusa, Helena de Troya, Electra,…; en la Biblia u otros libros sagrados: Lilith, Eva, Judith, Salomé, Dalila,…; en la visión de la Historia sobre algunos personajes reales: Cleopatra, Mesalina, Lucrecia Borgia, Mata Hari,…; en la literatura moderna: Madame Bovary de Flaubert, Carmen de Mérimée,…; en el cine clásico: El demonio y la carne, Gilda, Jezabel, La dama de Shanghái, Perversidad,… Esta representación de la mujer fatal y el origen del pecado original simboliza algo más que casos excepcionales, es una representación del sentir general de una cultura sobre los peligros de la perdición de los hombres cuando se dejan arrastrar por los encantos seductores de las mujeres hermosas (las mujeres no-hermosas o feas son una desgracia en otro sentido), tal cual sirenas de La Odisea de Homero. Hay asimismo una abundante literatura en la tradición que ensalza las virtudes de lo femenino. Hay ángeles y demonios, santas y pecadoras en la visión cristiana, y por ende de la visión que ha predominado en occidente.

La cultura de la cancelación que viene pisando fuerte hoy en día pretende que nos olvidemos de esa sabiduría de miles de años, y empezar todo de nuevo desde el prisma de la perspectiva de género (discutir las motivaciones de los movimientos feministas en boga actualmente requiere un desarrollo mucho más amplio del que puedo ofrecer en este breve artículo y sobre lo que ya he dado algunas pinceladas en otro texto), subrayando el carácter de víctima de la mujer, de seres de luz que son pisoteados por el opresor masculino, por defecto el sexo tóxico de la nueva ideología. Se nos viene a decir algo así como que la mayoría de los grandes sabios que ha dado nuestra cultura durante miles de años eran machistas y misóginos, desde Aristóteles hasta Rousseau, desde los textos bíblicos hasta los anticristianos de Nietzsche, Freud, etc. Nuestra cultura de arriba a abajo ha estado equivocada porque no ha sabido reconocer a “la mujer” y ponerla en el sitio que le corresponde. No es que la naturaleza humana haya cambiado con los siglos, sino que todos esos sabios de pacotilla –diría la feminista de turno— no tenían los ojos lo suficientemente abiertos para ver la realidad; realidad que ahora los enanos intelectuales de nuestros tiempos dicen reconocer con sus profundas indagaciones dentro de los estudios de género, a los que les basta con pronunciar con tono bronco y cara de mala uva el mantra mágico de “machista” y/o “misógino” para dar por concluida su sentencia y derivar, como sucede con frecuencia en los bárbaros países anglosajones, a una cultura de la cancelación que derriba estatuas, censura libros clásicos, prohíbe exposiciones y lleva a la cultura y la educación hacia la barbarie, substituyendo la sabiduría por el fanatismo.

Más allá de las discusiones sobre la naturaleza humana, al misógino se le atribuyen también desórdenes psicológicos propiciados por sus malas experiencias pasadas con las féminas, lo que derivaría en un resentimiento hacia el sexo femenino en conjunto. Es una manera de querer invalidar sus argumentos con un “piensa así porque tuvo un trauma que le trastocó”. Argumento ad hominem. Constituye una falta de respeto meterse en la vida privada de un pensador para invalidar sus argumentos y no se prueba nada con ello. Las verdades sobre mujeres y hombres no se diluyen ni con insultos hacia quien las pronuncia ni con argumentos ad hominem. En cualquier caso, tampoco es cierto que una visión pesimista sobre la feminidad provenga exclusivamente de malas experiencias, o de personas que se hayan apartado voluntariamente del sexo opuesto por temor al daño que pudiera producirle. Son innumerables los hombres heterosexuales que, aun teniendo los ojos bien abiertos y viendo una realidad que no se corresponde al mundo rosa de seres de luz que predica el feminismo actual, interactúan afectivamente con normalidad con el sexo opuesto, y aun admiran al sexo bello. Reconocer los peligros de una criatura no quita de reconocer lo atractivo, bello, inteligente y fascinante de la misma; al igual que podemos reconocer que un tigre es un animal peligroso, pero no dejamos de admirar la belleza de su pelaje y su conducta audaz de felino salvaje, y alguno hasta se llevaría un tigre a casa si pudiera.

Que en esta sociedad de feministas chillonas y hombres afeminados y calzonazos alguien llame a otro “¡misógino!” o “¡machista!” poco importa, y aun puede ser para el increpado motivo de orgullo salirse de la manada sometida a valores decadentes. Además, la ventaja que posee quien es tachado de misógino una primera vez es que gana inmunidad ante los efectos sociales del calificativo, es como un virus que refuerza el sistema inmunitario y lo hace más fuerte ante sus futuras agresiones. Ello le permite expresar ideas sobre el tema libremente donde los demás callan por miedo a ser señalados. No obstante, más allá de etiquetas hay seres humanos con ideas, dignas de respeto aunque no se compartan, y usar este tipo de términos con ánimo de ofender retratan más negativamente a quien los pronuncia que a quien los recibe.

Foto: Slim Emcee.

¿Por qué ser mecenas de Disidentia? 

En Disidentia, el mecenazgo tiene como finalidad hacer crecer este medio. El pequeño mecenas permite generar los contenidos en abierto de Disidentia.com (más de 2.500 hasta la fecha), que no encontrarás en ningún otro medio, y podcast exclusivos. En Disidentia trabajamos para esa sociedad civil que los grupos de interés y los partidos quieren silenciar.

Ahora el mecenazgo de Disidentia es un 10% más ecomnómico si se hace anual.

Forma parte de nuestra comunidad. Con muy poco harás mucho. Muchas gracias.

Become a Patron!