Lo reconozco, cada vez tengo la piel más fina en cuanto al pensamiento hegemónico se refiere. Escribía en mi anterior artículo sobre una serie de ideas vertidas por Carmen Calvo, inesperadamente nombrada vicepresidenta del gobierno español, y decidí dar un trato especial a uno de sus comentarios: “hay que acabar con el estereotipo del amor romántico: es machismo encubierto”.
Me llama poderosamente la atención que se hable del amor romántico en términos de dictadura, como si se tratase de un modelo en el que te imponen cómo amar, a quién y bajo qué normas. En realidad, las relaciones de pareja son una construcción humana sumamente compleja, erigida sobre fenómenos psicobiológicos (amor) y socioculturales (compromiso, intimidad y romance).
Amar es universal
El amor es una de las experiencias universales en la que se ve envuelto el ser humano. Ha sido objeto de estudio y análisis por diferentes disciplinas y tema central de canciones, poemas, pinturas, novelas, etc. Uno de los hallazgos que evidencia su universalidad data de hace 4000 años antes de Cristo. Un grabado sumerio que contiene imágenes y frases románticas dirigidas a una pareja.
La experiencia amorosa se encuentra en todas las culturas; de ello dejaron constancia William Jankowiak y Edward Fisher en su investigación. Documentaron la existencia del amor romántico en un 88,5% de las 166 culturas que estudiaron. Esta idea la comparten otros teóricos como Glenn Wilson y David Nias para los que el amor romántico y pasional ha existido a lo largo de la historia, aunque no siempre fue concebido como un preludio al el matrimonio.
Eso sí, la concepción del amor varía de unas personas a otras. Para unos será ese último refugio de lo auténtico y cálido que esta época tecnócrata y legalista nos ha robado; para otros una ideología que esclaviza a las mujeres. Pero, ¿por qué hoy se demoniza, se contempla como una expresión machista?
No tener que estar alerta por la supervivencia nos ha llevado a dedicar tiempo y energía a cuestionar las formas de amar
Quizá no tener que estar constantemente preocupados o en alerta por la supervivencia nos ha llevado a consumir el tiempo y la energía en cuestiones no tan vitales como encontrar el amor perfecto y, por tanto, a cuestionar las formas de amar. De ahí esa importancia que ha ido adquiriendo. Pero a su vez, en la actualidad tenemos un deseo de permanecer entretenidos continuamente y de vivir emociones fuertes e intensas. Una era del narcisismo en la que la otra persona no importa tanto como la satisfacción propia.
Todo se vuelve un menú a la carta bajo la concepción de que si no se encuentra lo que se quiere hay cientos, miles, de personas ahí fuera, algo que ha debilitado la concepción del amor. En palabras de Erich Fromm: “la gente capaz de amar, en el sistema actual, constituye por fuerza la excepción; el amor es inevitablemente un fenómeno marginal en la sociedad actual”.
Pero entonces, ¿qué es el amor romántico? Cuando se habla de esto suele referirse al amor trovadoresco del que habla Denis de Rougemont en su obra “El amor y Occidente” o del enamoramiento insensato de Alcibíades por Sócrates, del que Platón habló en “el Banquete”. En esencia, ese amor pasional y con frecuencia sexual que surge entre las personas es un constructo que tiene algunos de sus fundamentos en el amor burgués, victoriano y cortés. No es un mito, es real y está presente. Muestra de ello es, por ejemplo, los candados puestos por los puentes de diferentes ciudades, con los que algunas parejas celebran el amor.
La teoría del amor
Dentro de su universalidad, el amor no se puede establecer invariable. El psicólogo Robert Jeffrey Sternberg construyó un triángulo para explicar su teoría sobre el amor, según la cual existen 7 tipos diferentes, que se sustentan en la presencia o ausencia de 3 características: pasión, intimidad y compromiso. Así nos encontramos con el cariño (intimidad), el encaprichamiento (pasión), el amor vacío (compromiso), el amor social o compañero (intimidad y compromiso), el amor fatuo (pasión y compromiso), el amor consumado (pasión, intimidad y compromiso) y el amor romántico (pasión e intimidad).
Según esta teoría, el amor romántico es dado entre quienes disfrutan una intimidad sincera y abierta que les permite conectar con confianza y complicidad, a la par que dan rienda suelta a sus pasiones. Pero no se le considera “perfecto” pues el compromiso no entra a formar parte del vínculo. Dentro de este tipo de amor, existen diferentes grados y etapas personales que no tienen por qué menoscabar la razón.
De haber un problema en torno al amor romántico es verlo en grado superlativo. Es decir, mitificarlo por medio de la idea del “amor todo lo puede” y de la idea que es “para siempre”. Surgiendo así una serie de mitos que en definitiva pervierten el concepto de amor romántico. Mitos con los que se deposita la esperanza ilusoria de convertir el amor romántico en el consumado (pasión, intimidad y compromiso).
Mitos que ensucian
Estos mitos suelen constituir una simplificación del amor. Por ello, cuando desde sectores del feminismo hablan de crear nuevos mitos cabe preguntarse si realmente es necesario crear nuevos para destruir los previos, en lugar de saber ajustarse a la realidad vivida.
Lo cierto es que frases como “si no duele no es amor”, “los celos son una muestra de amor” y otros tantas que se dan en torno al amor romántico están ensuciando el nombre de un sentimiento noble. Se está condenando al amor porque las personas basan la relación en unas expectativas e ideales y se alejan de la realidad. Además, se criminaliza al amor por el dolor que provoca su cara opuesta: el desamor.
En definitiva, el desamor y los mitos lo ensucian al no llamar a las cosas por su nombre. Eso no es amor ni es romántico, más bien es carencia de amor (especialmente amor propio). Y la culpa no es del amor romántico, ni de las películas ni de los libros que enfatizan en esos constructos sino de las personas que se aprovechan de los otros, de las personas que no empatizan ni respetan al otro. De las personas que, hablando en nombre del amor, imponen sus deseos por encima del otro. De las que diluyen sus responsabilidades y culpan al otro del “mal de amores”. Eso no es amor.
Es evidente que hay cosas que pensamos y hacemos en torno al amor que están equivocadas e incluso mitificadas. Hay cosas de sentido común que, en efecto, funcionan y también otras tantas que damos por sentadas pero que, en realidad, son ineficaces y contraproducentes. Empecemos por aceptar que no hay sólo un modelo concreto de amor y menos aún del romántico.
El amor no lo cura todo pero ayuda
Los mitos son premisas sin equivalentes en el mundo real, mientras que el amor es parte de lo que somos. Si hay algo que se deba analizar es cómo la modernidad ha traído una relajación de las normas morales y sociales que sujetaban el amor y la mayoría de actividades sociales.
En “¿Por qué duele el amor?”, Eva Illouz explica que “al disminuir los recursos morales y el conjunto de restricciones sociales que configuraban las maniobras del sujeto en su entorno social, la estructura de la modernidad nos expone a nuestra propia estructura psíquica, lo que provoca que la psiquis moderna quede en un estado de vulnerabilidad”. Es decir, que estamos expuestos al influjo de cualquier moda que nos quieran imponer, cambiando en nuestras mentes incluso lo que entendemos por amor.
El amor es igualitario y subversivo ya que conserva su capacidad de liberar a las personas y erigirlas arquitectas de sus propias vidas
Cabe preguntarse, entonces, si podemos vivir en la inestabilidad de no tener modelo de amor. Personalmente, considero que no hay que preguntarse si es normal o convencional, sino qué es y qué implica para uno mismo la vivencia del amor. En una sociedad que aceptase la individualidad y elección personal, cualquier experiencia del amor podría ser válida, siempre que encajaran los deseos y necesidades de todas las partes implicadas. Pues el amor en definitiva es igualitario y subversivo, ya que conserva su capacidad de liberar a las personas y erigirlas arquitectas de sus propias vidas, como agentes activos del cambio social.
Pero mientras se anule a las personas como entidades diversas y diferentes, se anule la individualidad, y a la vez se nos englobe por razón de sexo, género, raza, religión, etc., se nos impondrán las formas de relación. Acabaremos autoimponiéndonos un modelo para no ser excluidos, rechazados, señalados como incorrectos. Así, el sistema establecido, con el feminismo y sus políticas de género, seguirá conceptualizando el amor en base a su norma y a cómo debe ser.
Luego que no nos sorprenda que los jóvenes estén confundidos cuando, buscando respuestas, se encuentran con adultos infantilizados que se esconden tras discursos prefabricados como “el amor romántico mata”. En el fondo, quienes lo condenan creen en el amor con sus pinceladas de romanticismo, debajo de ese escozor nihilista con el que conviven.
Foto The HK Photo Company
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