Está ampliamente reconocido que el Premio Nobel de la Paz es de naturaleza política. pero pocos admiten que lo mismo ocurre en cierta medida con el Premio Nobel de Física. La política, los intereses económicos y la investigación científica están más entrelazados que nunca, las grandes subvenciones son un requisito previo para la investigación científica y los premios son parte del tinglado para atraer inversiones. Tener las conexiones adecuadas o la política correcta parece haberse convertido en un criterio tan importante o más que el mérito científico real. El Premio Nobel se ha convertido en una herramienta para promover las carreras personales de ciertos científicos con buenas conexiones y abultadas subvenciones, en lugar del avance de la ciencia, un síntoma entre otros del ocaso de la era científica que vivimos.

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El testamento de Alfred Nobel llamaba a dotar de “premios a quienes, durante el año precedente, hubieran conferido el mayor beneficio a la humanidad”. Los premios Nobel se crearon pues con la idea de reconocer algunos de los desarrollos o descubrimientos más sobresalientes dentro de algunas áreas. En Física, por ejemplo, algunos de los mejores investigadores del siglo XX fueron galardonados con un Premio Nobel por sus destacados y bien fundamentados descubrimientos. Por consiguiente, el Premio adquiriría una magnífica reputación en todo el mundo como signo de garantía de calidad científica.

El Premio ha perdido su carácter prístino y se ha convertido más en un reconocimiento de aceptación social que en un premio puramente científico. Algo parecido a cantar «porque es un muchacho excelente» en un cumpleaños

Sin embargo, el Premio Nobel de Física ya no es lo que era. En la actualidad, tiempos de logros científicos más modestos, está siendo víctima de presiones económicas y sociales. y los comités parecen premiar hipótesis cada vez más especulativas, en lugar de descubrimientos firmes, quizá sencillamente porque no hay descubrimientos sólidos de gran importancia: la física del siglo XXI no le llega a la altura de los tobillos en importancia a la del siglo pasado. Si hubiéramos de dar premios por hallazgos igualmente importantes a los que se daban en promedio hace un siglo, se otorgaría a lo sumo uno cada 10 o 20 años.

Además, vivimos en una época en la que los intereses políticos se mezclan a menudo con la ciencia. Esto se debe principalmente a la acuciante necesidad de obtener subvenciones y otros fondos para llevar a cabo proyectos científicos, algo que no ocurría en la misma medida en el pasado. Esto hace que la ciencia dependa más que nunca de fuerzas económicas y políticas, y como resultado los principales centros de investigación están fuertemente vinculados a los intereses socioeconómicos. Estamos presenciando los síntomas de un ocaso de la era científica: la creatividad individual está condenada a desaparecer en favor de las grandes corporaciones de administradores y políticos de la ciencia especializados en buscar formas de obtener dinero de los gobiernos en megaproyectos con costes crecientes y retornos menguantes.

El Premio Nobel se ha ido adaptando a nuestros tiempos, acercándose cada vez más a la política y alejándose del espíritu de la ciencia y la cultura. La politización del Premio de la Paz es notable; ¿quién puede por ejemplo olvidar la concesión del galardón a Barack Obama en 2009, antes incluso de que tuviera la oportunidad de demostrar sus méritos como político promotor de la paz, méritos que quedaron luego por debajo de las expectativas de lo que se esperaba? En menor medida, se reconoce que el Premio Nobel de Literatura también se ha politizado. Pero cuando se trata de la física no se esperaría que la política entrara tanto en el premio, ya que la física está relativamente más alejada de los asuntos humanos y sociales que otras áreas de investigación. A pesar de ello, los premios de las últimas décadas también muestran una creciente contaminación de la política.

Este año, una parte del premio en Física ha ido a parar a científicos relacionados con la «modelización física del clima de la Tierra, la cuantificación de la variabilidad y la predicción fiable del cambio climático». No hay nada extraordinario en establecer la conexión entre el efecto invernadero y el aumento de la temperatura. La física es bien conocida desde hace décadas, y las simulaciones numéricas implicadas son un mero logro intelectual de segunda categoría. Sin embargo, el tema del cambio climático está estrechamente ligado a la política, y esto da a los proyectos de investigación sobre el tema puntos extra para ganar el Premio.

A veces uno tiene la impresión de que el comité de los premios Nobel no ha sabido distinguir entre ingeniería y física, dado que muchos de sus premios recientes han errado en esa dirección (por ejemplo, en los premios Nobel de 2009, 2010, 2014, 2018). La aplicación de la física en tecnologías que benefician a la industria y a la economía parece confundirse con los descubrimientos de las leyes fundamentales de la física.

La Academia Sueca también ha concedido en las últimas décadas muchos premios que no reconocen descubrimientos reales, sino las especulaciones de algunos científicos bien relacionados. En mi propia área, la cosmología, me sorprendió que el premio de 2011 se otorgara «por el descubrimiento de la expansión acelerada del Universo a través de observaciones de supernovas lejanas», que es una hipótesis lejos de ser admitida unánimemente.

Hay que recordar que el propio Einstein no recibió el premio Nobel hace justamente 100 años, en 1921, por sus formulaciones de la teoría especial y general de la relatividad, sino por el efecto fotoeléctrico, porque, entre otras cosas, sus aportaciones teóricas sobre relatividad, por extraordinarias que fueran, se consideraban demasiado especulativas en aquella época, sin suficiente evidencia empírica que las respaldara. Ni tampoco Hubble recibió un Premio Nobel por su descubrimiento de la expansión del Universo, en parte debido a que la astrofísica no se consideraba por aquel entonces un campo bien establecido como para merecer un Premio Nobel de Física, aunque su descubrimiento fue más significativo y con más evidencias observacionales que la hipótesis especulativa que tiene que ver con la aceleración de la expansión del universo que fue galardonada en 2011.

Cada vez da más la impresión de que la nueva misión del comité del Nobel no es premiar descubrimientos sólidos y de gran importancia, sino promover a algunos equipos de científicos influyentes y económicamente poderosos. El premio Nobel, dado su prestigio, tiene una poderosa influencia en el público en general, así como en las nuevas generaciones de científicos, a los que se les hace creer que la física está en posesión de un modelo del Universo tan comprendido empíricamente como el modelo de lo que está hecha la materia que nos rodea, lo cual es cuanto menos cuestionable. El comité del Nobel tiene el poder, con su sello de aprobación, de persuadir a la población general sobre lo que la ciencia realmente sabe y no sabe.

En el caso de un Premio Nobel de Física de 2019, la situación es aún más desconcertante. No sólo se concedió dentro la especulativa área de cosmología, sino que el comité ni siquiera especificó qué hipótesis se señalaba como merecedora de un premio. Simplemente decía: «por descubrimientos teóricos en cosmología física». Parece que el comité, en una nueva vuelta de tuerca a las reglas del premio Nobel, ha decidido conceder premios por los logros de una vida, para impulsar la carrera de importantes investigadores y de alto status en el mundillo científico, en vez de reconocer descubrimientos concretos.

Las consideraciones de diversidad, inclusión e igualdad también están desempeñando un papel cada vez más importante en la distribución de los premios debido a las presiones políticas, mientras que los méritos de los propios descubrimientos tienen cada vez menos importancia entre los factores para conceder un premio. Por supuesto, si el candidato se sale de la corrección política en sus comentarios, es automáticamente eliminado de entre los premiables, por mucho que hayan sido revolucionarios sus descubrimientos. Ya no digamos si hay alguna sospecha de conductas inapropiadas, como acoso sexual:  por muy importante que hayan sido sus hallazgos, no le darán el premio y se lo darán al equipo de la competencia con méritos similares o menores (se ha dado algún caso).

Sea cual sea la razón, la conclusión parece ser que las presiones económicas, sociales y políticas desempeñan un papel importante en la asignación del Premio Nobel de Física. El Premio ha perdido su carácter prístino y se ha convertido más en un reconocimiento de aceptación social que en un premio puramente científico. Algo parecido a cantar «porque es un muchacho excelente» en un cumpleaños. Los genios asociales sin buenas conexiones en el mercado de la ciencia, o los políticamente incorrectos, no son hoy en día buenos candidatos para el Premio.

*** Traducción al español con muy ligeras variaciones del artículo publicado en inglés por el autor en The Institute of Arts and Ideas (IAI) News, 2021, October 12th.


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Martín López Corredoira
Martín López Corredoira (Lugo, 1970). Soy Dr. en Cc. Físicas (1997, Univ. La Laguna) y Dr. en Filosofía (2003, Univ. Sevilla) y actualmente investigador titular en el Instituto de Astrofísica de Canarias. En filosofía me intereso más bien por los pensadores clásicos, faros de la humanidad en una época oscura. Como científico profesional, me obstino en analizar las cuestiones con rigor metodológico y observar con objetividad. En mis reflexiones sociológicas, me considero un librepensador, sin adscripción alguna a ideología política de ningún color, intentando buscar la verdad sin restricciones, aunque ofenda.