Han pasado más de diez años desde que se abrieron las diligencias previas del caso ERE por la juez Mercedes Alaya. Podría tratarse de otro proceso judicial más si no fuera porque estamos refiriéndonos al mayor caso de corrupción de España en toda su historia, y su nombre empieza por “PSOE” y termina en “condena”.

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Con esto no quiero que pueda parecer que planteo una especie de analogía entre PSOE y corrupción; al contrario, quiero plantearlo como una analogía sea el partido político que sea, pero con este en especial. Para ello quiero dar dos razones:

a) El poder corrompe porque el hombre corrupto suele llegar a la cúspide macropolítica, y los partidos políticos no necesariamente premian la sensatez, la bondad y el intelecto. Se preocupan más por la circulación de élites e instrumentalizan el futuro voto de la masa;

b) el PSOE es el termómetro político de España, el método de medición estrella de la tolerancia del país a la hipocresía.

Respecto al primer punto, hay una larga tradición, estudiada de cerca por las ciencias políticas y la antropología, que dejan entrever una constante llegada al poder de los personajes menos capaces profesionalmente y sí picarescamente, que además crean un sistema de protección para la nueva élite en la que se transforman. Su origen, a todas luces, es demasiado ambicioso para desarrollarlo aquí, pero todo parece indicar la confluencia de muchas variables: el pueblo no suele querer asumir responsabilidades individuales si se ofrece poder echar la culpa a otro que sí quiere “hacer parecer” que las asume; a su vez es muy característica la máxima de Lope de Deza cuando señalaba “queremos comer sin trabajar” incidiendo en el deseo del imaginario colectivo en evitar la miseria de trabajar por obligación para solo pagar, pagar y pagar; el ser humano prefiere el corto plazo y el beneficio inmediato; queremos muchas veces ser engañados o, de verdad, creer que lo imposible puede hacerse realidad si es que nos beneficia…

Cuando el PSOE ha triunfado ha primado la emoción antes que lo razonable, el gasto gigante antes que la administración, y cuando no podía triunfar, optaba por el sentido común, por el centrismo, por el beso de cura en la frente

Estos y otros sesgos, así como una ajetreada costumbre de justificar el poder desde aspectos divinos a racionalistas (Max Weber) han permitido crear desde el ámbito político-económico una pequeña sociedad pícara, que a muy seguro el Dr. García hubiera apodado, en su obra La ordenada codicia de los bienes ajenos, como pequeña sociedad de “cortabolsas”, ladrones de medio pelo que se llevaban el dinero a golpe de cortar carteras y monederos. Es esa sociedad pequeña de Bertrand de Jouvenel, que dirá “el poder nos aparece como una sociedad pequeña que domina a otra mayor”. Poder no significa valor, solo fuerza, y aquellos que ponen fuerza de voluntad llegan a tomar el poder; si hay gente competente o buena para gobernar, se están quedando por el camino. Los que sí están llegando al poder son los Griñán, Chaves, Magdalena Álvarez, todos ellos condenados, hasta el chófer personal de uno de ellos, que se gastaba el dinero público en cocaína y otras variopintas actividades. Esta “carrera de ratas” no es propia solo del PSOE, pero sus ratas son las que más corren, y la condena del caso ERE lo confirma.

Respecto al segundo punto, esto que ha sucedido con el PSOE, ahora que el Tribunal Supremo ha confirmado la condena de la Audiencia, no es un hecho aislado; el PSOE, Franco y el turnismo de Cánovas del Castillo son más “Marca España” que Manolo Escobar. Representan un hábito adquirido en los españoles: paella, tortilla, jamón, PSOE. Algo que el español «se traga» como el argentino al peronismo.

Desde 1879, año de nacimiento del partido, hasta la actualidad, el PSOE ha ido configurándose como el termómetro político español. La primera vez que fue el partido con más escaños fue en 1931, preparándose la llegada de la II República, y después en 1936, preparándose la llegada de la Guerra Civil tras varios golpes de Estado donde Indalecio Prieto, del PSOE, tuvo algo que ver en unos cuantos. En 1982 volvió a ser el partido más votado, y con diferencia, tras el golpe de Estado de Tejero y a las puertas de la entrada de España en la actual Unión Europea. En 2004 repitió título tras los atentados del 11M, a las puertas de una crisis económica del 2007-2008 que muchos economistas ya alarmaban. Nuevamente, en 2018, tras la moción de censura justificada en la corrupción de otro partido que “tal baila” (el PP) y ser el partido más votado en las siguientes elecciones desarrolladas en 2019, formó un gobierno de coalición con Unidas Podemos, bajo la tolerancia de los partidos nacionalistas, todos ellos con los que juraron no pactar.

El voto aventajado del PSOE significa “España emocional”. Este término que he empleado no se debe malinterpretar confundiéndolo con el “socialismo romántico” de Fernando de los Ríos, que buscaba en forma humanista y rica intelectualmente un encuentro entre el hombre y su obra; “España emocional” es ese suspiro del famoso pasodoble, que ve cómo la patria desea creer en cualquier cosa sin saber en qué, ese “qué” que se perdió hace mucho en la historia y se trata de buscar con programas electorales vacíos y jurisprudencia del Tribunal Constitucional. Cuando el PSOE ha triunfado ha primado la emoción antes que lo razonable, el gasto gigante antes que la administración, y cuando no podía triunfar, optaba por el sentido común, por el centrismo, por el beso de cura en la frente; el PSOE, como partido de la oposición, es sin duda impecable.

Ante nuestros ojos el mayor caso de corrupción política en España; no esperen la misma moción de censura que llevó a Rajoy fuera de Moncloa. Porque el PSOE, como es corazón que palpita y rosa que entrega, es más verdadero porque es la pasión del pueblo, y cuando le vota el pueblo es para que haga y deshaga lo que le dé la gana, como si les encierran en sus casas por su bien, aunque sea inconstitucional; ya vendrá la derecha para hacer luego el trabajo sucio y servir de diana por haber matado a la gallina de los huevos de oro, para después ser reelegido el PSOE y volver a su juego de esconder a España en el vaso del trilero. Ahí el partido termómetro de España, la cosificación de la hipocresía como herramienta política.

*** Luis García-Chico es un pensador y jurista español, con más de diez años de experiencia en el estudio de la mentira como línea de investigación en los campos del derecho, economía, filosofía y psicología. Autor de «Teoría de la mentira» (2022)

Foto: PSOE de Andalucía.

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