El pasado 26 de abril, asistí a la I Jornada de Mujer y Criminología que celebró el Colegio Profesional de Criminología de la Comunidad de Madrid (CPCM), cuyo objetivo fue difundir y explorar los múltiples roles de la mujer en torno a la criminalidad: víctima, victimaria, criminóloga y profesiones afines a la criminología.
Con un enfoque holístico como vehículo, acercaron a los asistentes los diferentes papeles de la mujer en las ciencias criminológicas. Para ello, contaron con diferentes mujeres reconocidas profesionalmente, tanto criminólogas como juristas, policías y periodistas especializadas en sucesos. Una jornada inaugurada por Paula Gómez-Angulo Amorós (Directora General de la Mujer de la Comunidad de Madrid), Concepción Burgos (Rectora de la Universidad a Distancia de Madrid – UDIMA) y el decano del CPCM, Ángel García Collantes.
La mujer como víctima de la actividad delictiva
En la primera mesa redonda se abordó el papel de la mujer como víctima. Para ello, Menchu Bernal (criminóloga) habló de la mujer como víctima de delitos violentos y, por lo tanto, de la necesidad de poner en marcha la autopsia criminológica y la criminodinámica. Una rama de la criminología que se encarga de buscar la explicación de los comportamientos antisociales, es decir, de los procesos dados para llegar a una conducta antisocial y violenta. Pensad en esos actos disruptivos caracterizados por hostilidad y agresión hacia los demás. Algunos de esos comportamientos incluyen transgredir las reglas sociales, desafiar a la autoridad, engañar o manipular, entre otros, y se pueden identificar en niños de hasta tres o cuatro años de edad. Menchu nos mostró tres factores de vulnerabilidad claves para que la mujer sea víctima de delitos violentos: ser en base a otro (conocido como “ser la costilla de Adán”), los estereotipos y los factores endógenos (genéticos, hormonales, circunstanciales, temperamento, etc).
La peor violencia es la ciega en cuanto a las víctimas, pero también en cuanto a su autor. Por ello, tenemos que ir más allá de nuestro concepto de lo aceptable y cómodo para cuestionar las ideas y creencias en torno a la violencia
Posteriormente, Laura Gómez (criminóloga) explicó el proceso de desvictimización en la mujer. “Un proceso y un derecho victimal por el cual se extienden los mecanismo y variables necesarias para la recuperación global”, tal y como explicó. Además, incidió en la necesitad de comprender que hay tantos procesos de desvictimización como personas víctimas. El objetivo de este proceso no es otro que impedir que la víctima se estanque en una victimización crónica y sufra una parálisis vital. Sin duda alguna, esto limitaría también el uso instrumental de las víctimas, así como disminuiría quienes se dejan llevar por el victimismo.
Cerró esta primera mesa Susana Laguna (psicóloga y criminóloga) con unas propuestas criminológicas de prevención en violencia de género. Antes de entrar en materia, recordó que hay mujeres víctimas de otros delitos que no son visibles, como las mujeres víctimas de siniestros viales (282) o víctimas de explotación sexual (577), tal y como recogen los balances del CITCO de 2017. Posteriormente, repasó el Pacto de Estado en materia de violencia de género, insistiendo que es vital individualizar cada caso, tanto para evaluar y tratar al agresor como para proteger a la víctima.
La mujer como agente de la actividad criminal
La segunda mesa redonda versó sobre el papel criminal de la mujer. Para ello, Beatriz de Vicente (abogada y criminóloga), con su ponencia “Donna Delinquente”, nos mostró un análisis criminológico de las mujeres letales. Incidió en un punto clave sobre este tipo de mujeres y es que, en el rol criminal, la mujer tiene una idiosincrasia particular: el 70% de los filicidios y el 95% de los neonaticidios los cometen las mujeres. Aunque también nos recordó que no siempre matar es lo peor, refiriéndose a los maltratos y acciones negligentes y de omisión que pueden dar lugar a que esos niños presenten problemas antisociales. Explicó que las mujeres matamos a gente conocida y en el ámbito familiar, tal y como recoge el Informe sobre el Homicidio en España. Además, explicó los tipos de mujeres filicidas, desde las más conocidas como es el síndrome de Medea (asesinato por venganza) o el altruista, hasta los más complejos como es el filicidio compartido en las redes sociales, los secuestros fetales (secuestro de un nonato por medio de una extracción coercitiva del vientre materno en una macabra réplica, primitiva y brutal, de un procedimiento de cesárea) o el síndrome de Munchausen por poderes. Un dato relevante que compartió fue que con la entrada del cristianismo descendieron los filicidios y neonaticidios, aunque en los países desarrollados la primera causa de muerte infantil sigue siendo el filicidio. El dato más interesante, a mi ver, fue cuando habló del síndrome de la mala madre: esas madres o figuras maternas (tías, abuelas, hermanas) negligentes por acción u omisión y, a veces, maltratadoras, que “matan” al niño dando lugar a que “nazca” el monstruo (Ted Bundy, Ed Kemper o BTK).
A continuación, Paz Velasco (jurista y criminóloga) explicó las tipologías de la mujer homicida, haciendo entender que, a nivel criminológico, mientras que los hombres salen a cazar las mujeres son recolectoras o instrumentales. Recordó que las mujeres matan con menos frecuencia que los hombres, pero sus métodos pueden ser igual de crueles. De los rasgos característicos de las mujeres homicidas, cabe destacar que la media de edad de estas criminales se sitúa a partir de los 33 años, el 50% de ellas contó con la colaboración de un cómplice masculino, el motivo fundamental por el que asesinan es el lucro (75% de la muestra) y el método más empleado (casi el 50%) es el envenenamiento. También incidió en la necesidad de conocer a sus víctimas para comprender sus modos operandi y motivaciones. Pues las víctimas preferentemente son personas con una baja capacidad de defensa como niños, ancianos o personas enfermas que necesitan cuidados o bien aquellas personas que confían plenamente en ellas debido a la existencia de una relación sentimental, familiar o de amistad, de modo que en la mayoría de los casos las asesinas conocen a las víctimas. Así, nos encontramos con mujeres que bien matan solas, bien en compañía de su pareja (Valmae Beck y Barrie Watts) o de otras mujeres (Toni Lawrence y Melinda Loveless).
Para terminar esta mesa, Sara Blanco (jefa de servicio de penas y medidas alternativas – SGIIPP) mostró una realidad poco conocida: la mujer en prisión. Explicó que de los 59.230 prisioneros en España, el 7,4% son mujeres y solo hay 4 centros para mujeres, lo que conlleva problemas para su reinserción por la distancia de su entorno familiar y social de origen. Además, el 23% son extranjeras y los delitos que suelen cometer son de índole económica (robos, hurtos) y contra la salud pública (“muleras”). Suelen provenir de familias desestructuradas y con familiares dependientes, lo que genera en ellas un estado de ansiedad aumentado al ingresar en prisión, por el “abandono” del nicho familiar. A su vez, todo ello suma para que estando en prisión sean activas y hagan uso de la condena para formarse y desarrollarse, aumentando la capacidad de reinserción y disminuyendo la posibilidad de reincidir.
Mujer como profesional de la criminología
Fátima Llambrich (periodista y criminóloga) explicó el papel de la criminología en la crónica policial. Comentó que la inseguridad ciudadana es utilizada tanto por la política, para captar votos, como por los medios de comunicación, para obtener espectadores/lectores. Destacando la importancia de la veracidad a la hora de informar y dejar a un lado los sensacionalismos. Algo que brilla por su ausencia habitualmente, pues los medios se encuentran en una guerra de clicks, en la que cuanto antes se actualice las noticias, y resulten menos contrastadas, se obtienen más clicks y, por tanto, más ingresos publicitarios.
Continuó Virgília Pires (criminóloga y analista de inteligencia) hablando del rol de la criminología en las empresas privadas de inteligencia, seguridad e investigación en España. Sin olvidar puntualizar que también es necesario que la Administración Pública haga un hueco a la criminología. Puso múltiples ejemplos de desarrollo profesional que podría llevar a cabo los criminólogos, tanto en el sector público (políticas de seguridad, juntas de tratamientos de cárceles, etc) como en el privado (compliance, estadísticas, seguridad, etc).
Para terminar, Zaida Medina (criminóloga y Guardia Civil) nos detalló el funcionamiento de la Sección de Análisis del Comportamiento Delictivo (SACD), donde ella trabaja, y la necesidad de incorporar más criminólogos a la sección (actualmente solo hay 2).
Mujeres de profesiones afines a la criminología
Para terminar, la última mesa versó sobre otras profesiones relacionadas con la criminología. Eva Serrano (presidenta de la Asociación Española de Mujeres Empresarias) habló sobre las posibilidades de emprender desde la criminología, incidiendo en la mediación penal y la pedagogía (diseño de protocolos de prevención en materia de acoso escolar). A continuación, Esther Morales (magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Madrid) habló del “techo de cristal” en el Poder Judicial. Para ello utilizó el último informe del CGPJ sobre la carrera judicial y resaltó que las mujeres son mayoría, pues de los más de 5400 jueces, el 53,9% son mujeres, siendo mayoría cuando están comprendidas entre los 20 y 40 años de edad. Posteriormente a esa edad, desciende vertiginosamente el número de mujeres que se encuentran en el Tribunal Supremo. Ahora bien, habría que preguntarse si ese descenso se debe a cuestiones “machistas”, clasistas o de poder o más bien se debe a otros factores no analizados. Por último, Laura Lobato (criminóloga y policía nacional – ciberseguridad) nos ofreció una ponencia sobre la criminología y la investigación. Habló de la casi ausencia de estudios sobre cibercriminalidad. No obstante, a la vista de su experiencia y de la bibliografía al respecto, nos detalló cómo en la actualidad funcionan los cibercriminales. Personas motivadas que encuentran en Internet a las víctimas apropiadas y dándose, además, una ausencia de control social. Así, los “trolls”, personas con rasgos maquiavélicos, narcisistas y psicopáticos, actúan casi con total impunidad.
Somos personas que trabajamos con personas
Fueron unas ponencias sumamente interesantes y para ser la primera jornada sobre la mujer y la criminología fue un éxito. Es cierto que se hace necesario mostrar una visión holística y multidisciplinar para comprender por qué nos comportamos cómo nos comportamos. Se necesitan de todas las ciencias y disciplinas para entender los factores y mecanismos que llevan a que una mujer sea víctima y/o victimaria. Tal y como dijo Susana Laguna, ofrecieron un escenario único de conocimiento y debate, donde compartir experiencias, cambiar o crear opiniones, celebrar trayectorias, descubrir nuevos talentos y analizar tendencias que den visibilidad a la Criminología y nos ayuden a aumentar las cotas de empleabilidad en el sector.
Sin duda, la peor violencia es la ciega en cuanto a las víctimas, pero también en cuanto a su autor. Por ello, tenemos que ir más allá de nuestro concepto de lo aceptable y cómodo para cuestionar las ideas y creencias en torno a la violencia. Pues es un problema complejo, relacionado con esquemas de pensamiento y comportamiento, conformados por multitud de fuerzas en el seno de nuestras familias y comunidades. En definitiva, se trata de difundir una mirada con un prisma de 360 grados de la mujer en el mundo criminológico como víctima, victimaria y criminóloga. Pero para ello también es vital visibilizar y reconocer al hombre, no solo como victimario, sino sobre todo como víctima. Espero que próximamente el CPCM diseñe la I Jornada del Hombre y la Criminología.
Foto: Sofia Sforza