Desde hace unos años, pido a mis alumnos que levanten la mano quiénes no se consideren creativos. Un veinte por ciento la alzan. No es un dato representativo, pero  provoca diferentes reflexiones sobre lo que es y no es la creatividad, con frecuencia asociada a personalidades geniales, el éxito fácil o a cualidades innatas.

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Como todas las palabras abstractas, la creatividad admite muchos espejismos, pero por cuestión de espacio me centraré en dos.  Un par de distorsiones  bastante frecuentes que limitan muchas posibilidades, tanto para el aprendizaje como para la formación, y enfatizan falsas creencias.  No cabe duda que el término es amplio y correoso. Google me proporciona en una primera búsqueda 174 millones de resultados.

David Burkus, en The Myths of Creativity  ayuda a desbrozar este término y facilita su desmitificación. Se trata de un estudio basado en las últimas investigaciones sobre personas y empresas creativas que han tenido éxito.  Parece que la creatividad contiene un halo de imposible o inalcanzable, como un fuego extraordinario solo reservado a los dioses, a seres dotados de genialidad. Desde la lejanía y el desconocimiento se asocia a inspiración divina, casualidad o incluso riqueza genética.

Quizás sea una percepción que procede de una cultura que ha exaltado demasiado las individualidades (artísticas, históricas), y subestimado el propio arte y su historia como una suma de hechos, eventos e individualidades. Con el Renacimiento, llegó la firma, hasta entonces, la obra se entendía como algo colectivo.  Demasiado anclados en grandes individualidades (Einstein, Mozart, Leonardo Da Vinci), que han generado una mitología sagrada en torno al ser creativo.

Se relaciona con la originalidad, como si fuera posible que “algo saliera de la nada”, y con la implícita necesidad de obtener ideas nuevas. Antonio Mercero, uno de los grandes creadores del audiovisual español, sostenía que lo único que hacía era comportarse como un profesional, como podía serlo un fontanero o un electricista. La comprensión sobre cómo funciona el cerebro creativo facilita su normalización,  dado que esta facultad está inserta en lo cotidiano,  no responde a ninguna revelación divina  y no exige una genialidad.

La escultura ya estaba dentro de la piedra

La escultura ya estaba dentro de la piedra. Yo, únicamente, he debido eliminar el mármol que le sobraba”,  recoge Giorgo Vasari aludiendo Miguel Angel en su célebre estudio de la Historia del Arte. “El escultor, antes que nada, debe aprender a escuchar la piedra”. Observación y aprendizaje, son dos actitudes que describen el camino y el proceso de la creación.

La creatividad es el resultado de un proceso que ejecuta el cerebro, en el que conserva y reproduce la experiencia anterior, pero también la transforma

A partir del siglo XIX la creatividad abandona el etiquetado de genialidad y el carácter de personas excepcionalmente dotadas, para desarrollar otras perspectivas más prosaicas y dinámicas como expuso Vigostky. Para el psicólogo ruso de origen judío, la creatividad es el resultado de un complejo combinado que ejecuta el cerebro, en el que conserva y reproduce la experiencia anterior, pero también la transforma. Un motivo más para reclamar la memoria, la gran olvidada en la educación actual , cuando se sabe que el cerebro inicia todo el aprendizaje desde y con la memoria, también el aprendizaje creativo.

Junto a la memoria, la imitación es también muy despreciada, pero se olvida que la acción imaginativa en las edades más tempranas del niño, se dan en el juego, cuando imita disparar con un palo, o colocarse encima de una escoba para galopar en un caballo o juega a papás y mamás, o recrea las persecuciones de civiles y ladrones. El papel de la imitación es una intensa fuente creativa. Como ocurre con la memoria, son nutrientes para que el cerebro realice sus caprichosas combinaciones, que nunca salen de la nada, que son producto de lo anterior y el necesario entrenamiento y esfuerzo.

Roger Beaty, experto en neurociencia cognitiva de la Universidad de Harvard, indica que  la creatividad puede ser considerada como un talento que todas las personas tienen. El pensamiento creativo ocurre en el interior de tres redes, arranca de la primera que es la neuronal, aquella que conecta con el cerebro cuando imagina, para llegar a  la red ejecutiva que activa las decisiones, y llegar a la de prominencia, que decide lo importante. Es aquí donde se produce la evaluación y donde se pone el marcha de nuevo la secuencia creativa.

En esta misma línea se pronuncia Mihaly Csikszentmihalyi, profesor de psicología de la universidad de Claremont (California),  que ha pasado más de treinta años estudiando el proceso creativo y la personalidad de aquellos que lo desarrollan. Su conclusión es que «si tuviera que expresar en una palabra que hace estas personalidades distintas del resto sería complejidad.”

Varios tipos de inteligencia

Los descubrimientos de H. Gardner, apuntan el sendero de la complejidad, con sus célebres “inteligencias múltiples”, que permitieron abrir la perspectiva del potencial creativo. Hasta entonces, varias generaciones sufrieron aquello de que “si eres tonto… para letras.” Décadas de una escuela que solo reconocía la lógica y el lenguaje como inteligencia, por fin abrió su visión unitaria a la propuesta de este científico.

Los psicólogos ignoraron la teoría, pero los ocho tipos de inteligencia fueron  aplicados y acogidos por educadores, con el tiempo se legitimó en la práctica educativa y familiar, que corroboró que “todas las personas son dueñas de cada una de las ocho clases de inteligencia”. Este autor rompe con el esquema tradicional de inteligencia, abre su significado al contemplar un amplio abanico de capacidades humanas. Lo cual permitió advertir la diversidad y diseñar otras estrategias de intervención, alejadas del “café para todos”.

La Harvard Business Review aporta una serie de descubrimientos científicos donde se destaca el debate sobre la diversidad, que no se centran tanto en las variables demográficas, sino en los aspectos psicológicos como la personalidad, los valores y habilidades, en los que el intercambio de conocimiento es clave para alimentar el proceso creativo.

El pensamiento creativo se asocia mucho a los éxitos pero se valora poco su valor resiliente, su capacidad para afrontar y superar la adversidad

La expresión creativa ni es un atributo innato, ni es un regalo. Dejarse llevar por la rutina y la comodidad, en las que la zona de confort marca el ritmo cotidiano, son un freno. Al igual que el miedo al fracaso y al ridículo, frecuentes tentaciones que impiden el ensayo y error, siempre creativo. La creatividad reclama una vez más el esfuerzo diario y constante.

El pensamiento creativo se asocia mucho a los éxitos pero se valora poco su valor resiliente, su capacidad para afrontar y superar la adversidad. Lo expresa la niñez, los primeros balbuceos son una constante búsqueda de la palabra, o cuando dejar de gatear y buscan la posición bípeda que permita por primera vez andar. La historia y sus portadas están llenas de la sonrisa de los triunfadores, de los que llegaron, pero hay un interminable número de individuos que también superaron muchas dificultades, y que hoy y ahora crean y crearán.

Foto: Amaury Salas


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