Transexual, transgénero, hermafrodita, intersexual, etc. son vocablos que aparecen en diferentes momentos históricos y con diferentes cosmovisiones. Pero todos expresan rupturas con el sexo biológico, la expresión, corporalidad o identidad de una persona. Cabe preguntarse el porqué de este frenesí lingüístico, pero es una terminología que hay que entender con la distancia y la necesidad de reconocer que no tienen la misma trayectoria y enraizamiento en todos los países.
Se sabe que la sexualidad no es un camino lineal, sino que constituye un complejo movimiento de ensamblajes y articulaciones provenientes de diversos estratos de la vida de la persona y de la cultura, que obliga a una delimitación nueva y renovada en la llamada constitución de la identidad para permitirnos abordar cuestiones tan complejas como las diferencias sexuales y la diversidad.
Antes de adentrarme en la transexualidad, creo conveniente aclarar un par de problemas conceptuales que se dan en torno al tema. Pues la gente suele confundir sexo y género. Cuando nos referimos al sexo hablamos de la variable dicotómica biológica que se expresa en 5 niveles: cromosomas, hormonas, genitales externos, estructuras reproductivas accesorias internas y gónadas.
Se confunde transgénero con transexualidad, disconformidad de género o disforia
En lo que respecta al género es un concepto que de base está mal definido/traducido. Lo empleamos cuando hacemos alusión a la división de las personas en la categoría de hombre y mujer en relación con los aspectos socioculturales transmitidos. Es decir, y en palabras de la American Psychological Association (APA)
«El sexo viene asignado de nacimiento, hace referencia a la condición biológica del individuo como masculino o femenino y se asocia básicamente a atributos físicos como los cromosomas, la prevalencia hormonal y la anatomía externa e interna. El género hace referencia a los roles construidos, conductas, actividades y atributos que una determinada sociedad considera apropiados para niños y hombres o niñas y mujeres. Estos aspectos influyen en cómo las personas actúan, interactúan y se sienten consigo mismas. Mientras que los aspectos del sexo biológico son similares en diferentes culturas, los relativos al género pueden diferir.»
También se confunde transgénero con transexualidad, disconformidad de género o disforia. Mientras que el concepto de transgénero engloba a todas las personas que se comportan o se sienten diferentes al género dado, la transexualidad hace alusión a los transgéneros que se realizan cambios corporales para encajar en el género sentido. La disforia surge cuando se da ansiedad, angustia y depresión por la discordancia entre género y sexo. Por último, la disconformidad de género hace alusión a quien se comporta de manera contraria a las normas específicas del género al que corresponde su sexo biológico (hombre afeminado, mujer masculina).
No obstante, relacionar el sexo sólo con lo biológico y el género con lo social no es acertado, pues no son categorías excluyentes.
Todo son problemas
Ya es una norma ver las problemáticas como falsas dicotomías, y la transexualidad no iba a ser menos. Nos encontramos con los que rechazan esta situación, pero no comprenden o ignoran que la biología es compleja y gradual, encontrándonos con casos como el de una mujer embarazada con juego de cromosomas femeninos y masculinos o con personas con insensibilidad completa a los andrógenos, por ejemplo. En el otro extremo, nos encontramos a quienes defienden la fluidez del género o rechazan el binarismo. Sea como fuere, hay personas que, en mayor o menor grado, están disconformes o no sienten una concordancia entre sexo y género y por ello no se puede negar o destruir las concepciones en torno a la sexualidad, sino que más bien debemos comprender las excepciones a la conducta típica independientemente de los estereotipos sobre qué conductas son adecuadas para cada sexo.
Otra dicotomía falsa es el hablar de la transexualidad como algo natural o antinatural. Noah Hariri lo explica con sencillez
«En verdad, nuestros conceptos ‘natural’ y antinatural’ no son tomados de la biología, sino de la teología cristiana. El significado teológico de ‘Natural’ es ‘de acuerdo con las intenciones del Dios que creó naturaleza’. Los teólogos cristianos argumentaron que Dios creó el cuerpo humano, con la intención de que cada miembro y órgano sirviera a un propósito particular. Si usamos nuestros miembros y órganos para el propósito previsto por Dios, entonces es una actividad natural. Usarlos de forma diferente a lo que Dios quiere es antinatural.»
Igualmente, la evolución no tiene ningún propósito. Es más, nos ha dado cosas tan naturales como las epidemias, la mortalidad, los depredadores, etc.
¿Existe el cerebro transexual? La respuesta es que no
Otro problema a tener en cuenta es que no hay consenso en los estudios en lo que se refiere a la frecuencia. Por ejemplo, Thomas Bevan, en The Psychobiology of Transsexualism and Transgenderism, estima que hay un 1% de mujeres transgénero y un 0,5% de hombres transgénero.
Parece que todo son problemas y pocas respuestas clarificadoras. Entonces, ¿existe el cerebro transexual? La respuesta es que no. Pero sí parece existir un cerebro transgénero con características masculinizadas o feminizadas que conforman un fenotipo distinto a los cerebros de hombres y mujeres. Las evidencias al respecto son múltiples: Frank Kruijver, Alicia García-Falgueras, Ai-Min Bao o Jiang-Ning Zhou, entre otros, que encuentran diferencias en la corteza cerebral, diferencias en el tamaño del cuerpo calloso o diferencias relacionadas con la autopercepción corporal. En resumen, las personas transgénero tienen su propio fenotipo cerebral, con áreas relevantes masculinizadas o feminizadas.
De lo que sí tenemos evidencias es que el rechazo de la condición transgénero sin duda es una construcción social. Pues nos encontramos con otras culturas que, además de aceptar la disconformidad, contemplan más categorías de género que la dicotomía de nuestra sociedad (hombre/mujer), llegando a tener cuatro o cinco géneros. Eso sí, todos esos géneros se encuentran dentro del espectro masculino/femenino. Sean dos o cinco géneros, es más que probable que el género sea un proceso de retroalimentación entre biología y cultura, con sus propias variaciones genéticas y epigenéticas.
¿Y los niños?
De un tiempo para acá surgen noticias varias en torno a la infancia y el sentimiento de esos niños de ser transgéneros. Con todas las repercusiones que conlleva esto. Hasta la política ha decidido tomar partido y algunos partidos políticos incluso creen conveniente imponerse por encima de los padres, alegando que lo hacen por el bien de esos niños que están disconformes con su género. Lo cierto es que está contraindicado hormonar a los niños, pero se puede aplicar el retraso hormonal de la pubertad. Este es un tratamiento clínicamente necesario, en muchos casos, y reversible.
Esta técnica de retraso hormonal se aplica con la idea de que ese menor pueda tomar con calma la decisión o no de seguir con el proceso de transexualidad y sin dar pie a una disforia. Piensen un momento en lo que podría suponer a un niño que se siente niña y su voz comienza a volverse grave, más masculina. Múltiples estudios sugieren que esta supresión reversible es razonadamente segura cuando está bien indicada.
No obstante, lo realmente recomendable para con los niños es una transición social. Es decir, permitirles ser niños y que expresen sus preferencias como más gusten mediante el apoyo de familiares, profesionales y la sociedad en conjunto. Les invito a que se ponga en la piel de una personita de apenas unos años de edad de vida, que no entiende su cuerpo, sus sentimientos y sus pensamientos. Una personita que está aprendiendo a conocerse biológica, psicológica y socialmente y a partir de esas 3 esferas a diseñar su persona. Y ahora a esa ansiedad por aprender y descubrirse, sumarle que personas adultas les bombardeen con mensajes que dicen cómo tienen que ser, cómo tienen que pensar y cómo tienen que sentirse. Luego nos sorprende que se sientan unicornios.
¿Una cultura en transición?
Me gustaría pensar que nos encontramos en una transición, pero lo cierto es que mientras que unos estudios hablan de situaciones desastrosas, de personas trans que viven en la calle o se suicidan, otros estudios muestran indicadores objetivos (estudios universitarios) y subjetivos (mediciones psicométricas) iguales o superiores al de la población general, mostrando un bienestar similar o mejor que otros adultos jóvenes de la misma edad. Lo que sí es cierto que vivir en secreto, disimulando su identidad, genera fatiga mental y física. Pues vivir calculando mentiras y cambiando la ropa para que no se sepa les lleva a sentir una profunda pérdida de autenticidad personal. Es más, lo que indican las personas trans es que al “salir del armario” se debilitan sus relaciones, por el rechazo e incomprensión.
Tal vez, la sociedad deba preguntarse qué tipo de comportamientos son saludables y cuáles socavan a las personas, en lugar de querer imponer su visión de la vida a los demás
Son realidades complejas que, por un lado, tocan emociones y, por otro, desafían tabús, tradiciones, dogmas. Todo ello polariza a la sociedad. Tal vez, la sociedad deba preguntarse qué tipo de comportamientos son saludables y cuáles socavan a las personas, en lugar de querer imponer su visión de la vida a los demás. Quizá sea más importante dar con las herramientas con las que las personas puedan llegar a asumir el género que le sea más cómodo y afín, en lugar de negarles cómo se sienten porque aceptarlo confrontaría con las creencias de uno mismo.
Y no, no me refiero a dar lugar a un libre albedrío. Sino que me refiero a evaluar situación por situación, brindar una transición social y los apoyos necesarios de una sociedad comprensiva para que, llegado el momento, esa persona pueda proseguir o no con el camino para encontrarse bien consigo mismo.
Resistirse a los cambios bajo la consigna de dogmas arraigados, como lanzarse a cambios arbitrarios por el gusto de pertenecer a un colectivo progresista sólo polarizan esta problemática y las personas que realmente viven esta tesitura no son escuchadas, menos aún comprendidas. Personalmente, que un grupo tenga una prevalencia del 42 al 46% de intentos de suicidio, en comparación con el 4,6% de la población en general, me parece motivo suficiente para replantearme esta problemática y abandonar uno y otro bando. Las personas transgénero, al igual que cualquier otra persona, deben ser libres de vivir y trabajar sin ser estigmatizados, acosados o violentados. Si el género es binario, un espectro, o si hay 42 géneros, no marca absolutamente ninguna diferencia.
Foto: Brandon Wong
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