Este libro de Ernesto Baltar constituye un magnífico retrato de los tres papeles que desempeñó ese español llamado Julián Marías a lo largo de su fecunda vida: Marías fue un personaje público y un escritor profesional, un filósofo persuasivo, original y profundo, y, casi sobre todo, un ciudadano ejemplar.

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Al hilo de la larga vida de Marías, Ernesto Baltar va desgranando las ideas del filósofo, y muestra su íntima trabazón con las experiencias vividas: desde una infancia de familia feliz a una juventud estudiosa y esperanzada, muy pronto rota por nuestra larga guerra, luego una especie muy absurda de exilio interior, que le impidió ser el profesor universitario que estaba llamado a ser, en ausencia de lo cual se vio impelido a una actividad incesante, con continuos viajes, que habría arruinado la vocación de pensador a más de uno, pero que no fue capaz de reprimir una curiosidad sostenida y muy perspicaz hacia todo lo que pasaba a su alrededor y que Marías sabía convertir en palabras, en crónicas periodísticas, en artículos de opinión, y en esos más de setenta libros  en los que se enfrentó con muchas de las grandes cuestiones de nuestra época.

Pese a tener que vivir de sus conferencias y lectores, Marías nunca se dejó arrastrar ni por la demagogia ni por la moda o el halago al público, estaba convencido de que decir la verdad y mostrarse exigente con los lectores era la mejor forma de ayudar a entender y a juzgar

Cualquier lector de la obra de Marías puede percibir en ella su mayor cercanía con la vida común que con las abstracciones, en especial con las más pedantes y tópicas. Baltar muestra cómo Marías siempre se pone en marcha a partir de dos resortes intelectuales que le permitieron avanzar con seguridad: en primer lugar, lo que aprendió con sus maestros y sus lecturas, señaladamente con Ortega, pero no solo con él, y en segundo lugar la fidelidad ejemplar a aquello que entendía su deber, esa conciencia moral que le exigía enfrentarse con las cuestiones que una historia tan convulsa como la del pasado siglo no dejaba de plantearle.

Baltar concede gran importancia al muy temprano compromiso de Marías con la verdad, a su firme propósito de “no mentir jamás”. Esa decencia moral es un requisito de la verdadera independencia que no está al alcance de nadie que no se empeñe en ello, y por eso Marías pudo juzgar nuestra guerra civil con una mirada limpia, imparcial y valiente, y logró también sobrevivir en una atmósfera intelectual de intolerancia radical, que ahora nos cuesta comprender, para lo que es de sumo interés el análisis de las circunstancias en las que se produjo el suspenso de su tesis doctoral, caso único en la historia universitaria española, al que Baltar dedica unas páginas indispensables.

Pese a tener que vivir de sus conferencias y lectores, Marías nunca se dejó arrastrar ni por la demagogia ni por la moda o el halago al público, estaba convencido de que decir la verdad y mostrarse exigente con los lectores era la mejor forma de ayudar a entender y a juzgar.

Libro Julián Marías A través de las páginas de Baltar, comprendemos muy bien el modo de pensar de Marías, que estuvo muy condicionado por su necesidad de escribir, de vivir de ello, pero de tal forma que el filósofo tuvo la capacidad de aprovechar ese impulso sin dejarse arrastrar por él. No es difícil encontrar en Marías dos tipos de libros, aquellos que nacen de su obligación, de la necesidad de atender a demandas de las que vivía, y los que nacen de incitaciones más de fondo. Lo sorprendente de su caso es que siempre fue capaz de transformar un encargo o una ocasión muy circunstancial en textos en los que brilla su perspicacia y su capacidad de anticipación. Tal vez el ejemplo más notable de esto sea su libro Cara y cruz de la electrónica (cuyo título mismo ya denuncia una cierta edad) en el que Marías plantea con sorprendente claridad muchas de las cosas que se han convertido en debate habitual varias décadas después.

Se podría decir que entre los libros del segundo tipo, hay dos grandes clases, los dedicados a explicar la peculiaridad, las posibilidades y las virtudes de España y de los españoles, y los más metafísicos, las obras en que está su pensamiento más sistemático y especulativo, aunque siempre muy atento a lo inmediato, a lo que es posible entender sin hacer grandes contorsiones intelectuales. En esto siempre fue fiel a la invitación orteguiana a que la claridad sea una cortesía básica de los filósofos. Incluso en su obra más abstracta, Antropología metafísica, Marías nunca pierde el hilo rojo de la experiencia concreta, de lo cotidiano y lo evidente.

Sobre la forma de entender España que propugnó Julián Marías, y sobre sus exigentes consecuencias para él mismo, que las siguió de forma rigurosa, pero, sobre todo, para cualquier español, el análisis que hace Ernesto Baltar es exhaustivo, y nos muestra cómo algunos libros de Marías debieran ser de obligada lectura para nuestros jóvenes compatriotas. Por desgracia, no está siendo así, de forma que se repite con Marías el desentendimiento que hemos dispensado a otro libro excepcional que también nació de la preocupación patriótica de su autor, me refiero al librito de Ramón y Cajal, Reglas y consejos sobre investigación científica. Los tónicos de la voluntad, que debieran leer todos nuestros jóvenes investigadores y que a veces ni se encuentra en las bibliotecas universitarias.

Como recuerda Baltar, “la reivindicación constante por parte de Julián Marías de valores como la libertad, la autenticidad, la esperanza, el optimismo, la amistad, la valentía, el entusiasmo, la serenidad, el amor o la intensidad vital no ha perdido un ápice de su vigencia”, pero es obligación de todos nosotros el preguntar por las razones de que un español tan ejemplar no se haya convertido en un ejemplo moral y nacional, en especial si se tiene en cuenta que no estamos demasiado sobrados de modelos similares.

Por eso hay que felicitarse de que la Fundación Faes haya invitado a Ernesto Baltar a escribir este pequeño gran libro sobre la figura de un ciudadano excepcional, y hay que esperar que su lectura renueve el interés por una obra llena de incitaciones, de originalidad y de culto a la inteligencia, a la verdad que todos podemos compartir, y a la libertad como valor moral básico en la vida personal y en la convivencia ciudadana.

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Prólogo del libro Julián Marías. La concordia sin acuerdo (2021), de Ernesto Baltar. Ed. Gota a gota. Madrid.

Foto: Julián Marías en la época en que viajó a la India.


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J.L. González Quirós
A lo largo de mi vida he hecho cosas bastante distintas, pero nunca he dejado de sentirme, con toda la modestia de que he sido capaz, un filósofo, un actividad que no ha dejado de asombrarme y un oficio que siempre me ha parecido inverosímil. Para darle un aire de normalidad, he sido profesor de la UCM, catedrático de Instituto, investigador del Instituto de Filosofía del CSIC, y acabo de jubilarme en la URJC. He publicado unos cuantos libros y centenares de artículos sobre cuestiones que me resultaban intrigantes y en las que pensaba que podría aportar algo a mis selectos lectores, es decir que siempre he sido una especie de híbrido entre optimista e iluso. Creo que he emborronado más páginas de lo debido, entre otras cosas porque jamás me he negado a escribir un texto que se me solicitase. Fui finalista del Premio Nacional de ensayo en 2003, y obtuve en 2007 el Premio de ensayo de la Fundación Everis junto con mi discípulo Karim Gherab Martín por nuestro libro sobre el porvenir y la organización de la ciencia en el mundo digital, que fue traducido al inglés. He sido el primer director de la revista Cuadernos de pensamiento político, y he mantenido una presencia habitual en algunos medios de comunicación y en el entorno digital sobre cuestiones de actualidad en el ámbito de la cultura, la tecnología y la política. Esta es mi página web