Hay gente a la que le gusta presumir y en su narcisismo no repara en los medios empleados para llamar la atención. A la musa de Izquierda Republicana de Cataluña, Pilar Rahola, no le importó presentar en el Congreso de los Diputados un currículum emperifollado. Se nombraba, nada menos, “doctora en Filología” cuando no lo era. Pero no es un caso aislado. “Doctor” ingeniero reclamaba para sí Miguel Gutiérrez desde Ciudadanos, no siéndolo. Y de la que fuera colaboradora directa de Rubalcaba, la eurodiputada Elena Valenciano, sabemos que se endosó, hala, así, a las bravas, una licenciatura en Derecho y en Políticas. No había rastro de eso. Sólo humo y patrañas, muy similar a lo que hizo el ministro de Sanidad con Rodríguez Zapatero, Bernat Soria, al declarar, entre otras falsedades, su participación en investigaciones científicas internacionales que, claro está, no existían.
A ver, una democracia no es una aristocracia. Y es importante tener este dato en mientes, pues en un gobierno democrático cualquier persona es, por derecho, elegible, amén de elector. La honradez y la voluntad de trabajar por el bien común definen, al menos en teoría, el perfil de un candidato político. En el momento en que un representante público amaña su currículum poniendo a la vista una licenciatura fantasma en Matemáticas, como hizo José Manuel Franco, líder del Partido Socialista de Madrid, nos están timando a todos.
Alma mater
Cualquiera que posee un diploma académico expedido por una Universidad está en su derecho de utilizar el término Alma mater. Otros han usado esta expresión latina sin poseer una certificación de carrera universitaria. Joseba Egibar, en la actualidad presidente de la ejecutiva territorial del Partido Nacionalista Vasco, se hacía pasar por licenciado. Sin serlo. El ex presidente de la Generalidad de Cataluña, el socialista José Montilla, aparecía también como licenciado. Sin serlo. Joana Ortega, la que acabaría desempeñando el cargo de vicepresidenta autonómica con el dirigente de Convergencia y Unión Artur Mas, aseguraba igualmente haber conseguido una licenciatura, sin que tampoco eso fuese cierto.
Una mujer o un hombre que están seguros de sí mismos no necesitan falsificar su vida para demostrar su valía
Y las anomalías se repiten y repiten bajo el hechizo de un fractal embustero. Tomás Burgos Gallego, secretario de Estado de la Seguridad Social con el Partido Popular (PP), lució durante un tiempo un título en Medicina y Cirugía. Nada era verdad. La alcaldesa de Santander Gema Igual (Partido Popular) en cuyo currículum aparecía el título de Magisterio no había logrado tamaña gesta. Otro tanto le ha sucedido al Presidente del PP en Andalucía, José Manuel Moreno Bonilla, que exhibía una licenciatura nunca lograda.
Y es que abultar de modo torticero el prestigio personal resulta altamente sospechoso y, sobre todo, denota un signo de inferioridad mental “preocupante”. Una mujer o un hombre que están seguros de sí mismos no necesitan falsificar su vida para demostrar su valía. Más claro agua: tener ambiciones no es malo, otra cosa es cuando la conducta está mediatizada por las patologías del mentiroso. Apunto este matiz porque si lo que no se es ostenta más valor que lo que se es, la insatisfacción se aliará, entonces, con la farsa de la ficción y de los espejismos. Y esa terrible manía de alejarse de los hechos, para acabar alardeando de lo que no se es, pondrá de manifiesto un gusto clarísimo por la falsificación y el todo vale.
Que algunos engordan sus virtudes políticas por lo que no han conseguido ni con una dosis mínima de trabajo indica una circunstancia de veras triste: que a ciertos servidores de la vida pública no les agrada el esfuerzo y sí, en cambio, les cautiva que los demás les vean, les perciban en la cima del éxito. Desde luego, en la artimaña ególatra de engordar los méritos personales, que no jueguen con nuestra credulidad, que desde hace tiempo sabemos que entre ciertos segmentos de la clase política hay estos (nuevos) enfermos que nos gobiernan, tesis que desarrollaron con maestría Rentchnick & Accoce.
Las falsedades de la Kultura
Me malicio que esta clase de conductas moralmente anémicas es resultado del proceso de ideologización de la Kultura que sufre Occidente, ideologización de la Kultura en donde la (im) postura y el cuento cuentan más que la propia realidad y mucho más que el código ético del buen gobierno. Quizá esta es la razón de que la lista de tramposos, desde Luis Roldán (PSOE) a los Miguel Urbán (cofundador de Podemos) pasando por Cristina Cifuentes (PP), no sea simple anécdota.
Entre tanto, en España, en las evaluaciones finales de 4º de la ESO y cumpliéndose la letra de la Ley de (des) Educación, se pastelea votando los resultados académicos y ello con el fin de decidir qué “no” estudiantes, dado que esos discentes no han alcanzado los objetivos intelectuales “mínimos” marcados por ley, tienen derecho, sin embargo, a disfrutar del título de la ESO.
En las evaluaciones finales de 2º de Bachillerato los inspectores se arrogan a veces la facultad de reevaluar a ciertos alumnos y regalan indulgencias aprobando a alumnos incluso con varias asignaturas suspensas
Por otra parte, en las evaluaciones finales de 2º de Bachillerato los inspectores se arrogan a veces la facultad de reevaluar a ciertos alumnos y regalan indulgencias aprobando a alumnos incluso con varias asignaturas suspensas. Y, como la fiesta del gratis es lo que se ha instalado en las aulas, se admite aprobar a alumnos (de final de carrera universitaria) con una o dos materias suspendidas tras petición de los interesados, y eso sin hablar del pan nuestro de cada día que son esas redes clientelares universitarias centradas en autoabastecerse con profesores seleccionados no por su labor, no por su esfuerzo, sino por su identidad ideológica.
El caso “Cifuentes” trae a la memoria las irregularidades universitarias cometidas por otras figuras conocidas, como el caso “Errejón” o el caso “Monedero”. Y esa persistencia en traspasar los límites morales no hace más que generar alarma social. Es más, por haberse aceptado el analfabetismo y la molicie kultural en el seno de las instituciones públicas se ha normalizado el fraude de las calificaciones infladas, el timo de los aprobados inexistentes, el robo de cursos de formación con alumnos falsos, la estafa de investigaciones no realizadas en programas de doctorado en los que, para obtener una puntuación máxima, ni tan siquiera se exige la elaboración “personal” de un trabajo de investigación. Para muestra un botón: la tesis doctoral del Secretario General del Partido Socialista, Pedro Sánchez, fue realizada en un 90% a partir de los datos del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, según declaraciones del propio ex Ministro de Industria Miguel Sebastián. Y la lista de agravios a la ciudadanía continúa.
En este paupérrimo panorama fascina que Estela Goicotxea (PSOE) dimitiera tras destaparse su inexistente licenciatura en Biotecnología e igualmente que Juan J. Merlos (Podemos) haya renunciado a su puesto político por haber incluido en su C.V. unos estudios en ingeniería que nunca finalizó. Ellos son una excepción admirable que incumple la regla de no dimitir.
Postdata
¿Asombra que el Partido Nacionalista Vasco haya decidido, hace unos días, baremar en 18 puntos la habilidad fonética en euskera (vasco) y rebajar el valor del título de doctor cum laude a 10 puntos y, por otro lado, recortar a 2 puntos la publicación de trabajos en revistas científicas? Usted dirá. Yo lo que creo es que no es sorprendente que, en el barómetro del CIS de este mes pasado, el 76,2% de los encuestados describan de mala y muy mala la situación “política” de España. Es lo que entraña, entre otras cosas, la farsa de la “Kultura” y sus timos.
Fotografía de cabecera Quinten de Graaf
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