“Contra todo pronóstico”, dice Pancho Varona, “Joaquín Sabina ha decidido no contar conmigo en su próxima gira”. El pronóstico se basaba en 40 años de trabajo en conjunto. Cuatro décadas de letra y música. Es una versión castiza, y del Atleti, de Elton John y Bernie Taupin. Juntos han compuesto más de 100 canciones y han sacado 15 álbumes.

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He de decir que su música no me interesa desde Princesa, que es de 1985, de modo que la ruptura no me afecta mucho. Me interesan las letras de Sabina, eso sí. Pero las pasa por la lija de su voz, cada año más áspera al oído.

La izquierda tiene, desde hace ya un tiempo, una difícil relación con la verdad. Nadie en la historia de la democracia había dejado tanto rastro audiovisual sobre el arte de afirmar algo y después hacer lo contrario

Y sin embargo… La Mandrágora es el disco de mi infancia. Mis amigos y yo lo escuchábamos una y otra vez. Me sé las letras de memoria, y en momentos distraídos me descubro cantando esta u otra canción del disco.

Varona ha reaccionado al despido mostrando una sorpresa que a él no le voy a conceder, y envolviendo la decepción en un discurso de agradecimiento como si estuviera recibiendo un Grammy en lugar de un portazo en los morros. Ahora lo ha sustituido por un artista que da Pereza.

No es la primera vez que Joaquín Sabina despide a alguien “contra todo pronóstico”. Y esto Varona lo sabe. Él recordará cómo despidió a quien había sido su manager desde los inicios. Y por quién.

Esta ruptura parece ser el último desaire de una saga estrictamente personal; un terreno vallado que no podemos traspasar, ni debemos. A mí siempre me afectan estas rupturas, pero sólo en los casos en que me interesan los artistas. ¿Qué habría sido de The Beatles si hubieran seguido componiendo en conjunto? ¿Y si Rick Davies y Roger Hodgson siguieran siendo los dos Supertramp?

Toda la prensa lo ha recogido, y ha tendido un puente entre esta traición de Sabina a su músico y la que ha perpetrado a la izquierda. El periódico de Nacho Escolar, eldiario.es, titula: “Sabina se desprende de Pancho Varona y de su pasado ‘tan de izquierdas’”. Y recoge, este periódico como muchos otros, las palabras que Sabina le ha dedicado a la izquierda:

“Me acordé de que de todas las revoluciones del siglo XX, todas fracasaron estrepitosamente. Y que las únicas que avanzan en el siglo XXI son el feminismo Y ‘elegetebi… nosequé’. Las únicas. Las otras… el fracaso del comunismo ha sido feroz. La deriva de la izquierda latinoamericana me rompe el corazón, justamente por haber sido tan de izquierdas. Ahora no lo soy tanto porque tengo ojos y oídos, y cabeza, para ver lo que está pasando; y es muy triste lo que está pasando”.

El resto de las declaraciones políticas del día, que era el de la presentación de un documental sobre él dirigido por Fernando León de Aranoa, son más de andar por casa. Bolsonaro malo, Zelensky bueno, y demás. Son como rezar el ángelus; es imposible olvidarse de esos rezos porque se practican a diario.

Su desafección con la izquierda no es nueva. En el año 2011 le dirigió estas palabras al Miami Herald sobre Cuba: “Yo amo mucho la isla y vivo todas las contradicciones que vive, que últimamente está siendo algo muy parecido a un tremendo fracaso histórico. Leo los periódicos, hablo con la gente y sé lo que está pasando y sé que el país está en bancarrota. Fui amigo de la revolución cubana y de Fidel Castro. Pero ya no lo soy, no puedo serlo. Ahora estoy del lado de los que se manifiestan y de los que se exilian de la isla. Los que hemos sido de izquierdas tenemos la responsabilidad de decir la verdad ante algunos desastres de la izquierda”.

Más recientemente, tan reciente como el 11 de este noviembre, decía en El Mundo: “Los que hemos sido de izquierdas tenemos la responsabilidad de decir la verdad ante algunos desastres de la izquierda”. Y “En cuanto a Nicaragua, no hay palabras para ese canalla de Daniel Ortega y su señora, Rosario Murillo. Me indigna la traición de Daniel Ortega a Nicaragua. Esto es algo de lo que no puedo hablar sin cagarme en la puta madre de los responsables de la infamia, de la traición”.

Todo ello por lo que se refiere a lo que podemos llamar izquierda latinoamericana, que él tanto ha defendido. Me contó un testigo cómo se rendía de admiración en presencia de Fidel Castro. Hoy parece que si se acuerda de aquéllos momentos no podrá evitar un sentimiento de vergüenza.

No es el único palo del lado siniestro de la política que ha tocado. Como está de promoción, va de un medio a otro con su habla esforzada. En El Hormiguero ha dicho esto: «A mí lo que no me gusta es la corrección política que hay ahora y esta especie de nuevo puritanismo, que esta vez es de izquierdas, pero es malo sea de quien sea». En realidad, que el nostálgico Joaquín Sabina defendiera el puritanismo es lo último que me quedaría por ver.

Al compositor y letrista le han puesto a parir. Daniel Guzmán, que de mayor quiere ser actor, dice: “Hablar hoy de Sabina sería hacer leña del árbol caído”. El árbol se ha caído para quien todavía no se ha caído el muro. Antón Losada, con un animus iocandi interruptus, dice: “Yo es que ya no puedo con tanto sujétame el cubata. En serio”. Y muy en serio lo dice. Max Pradera, de profesión nieto, le suelta al cantautor: “No queremos que ‘seas de izquierdas’, Joaquín. Queremos que nos pagues”. La referencia al pago se debe a la discrepancia que tiene con Hacienda por valor de 2,5 millones de euros. El asunto le importaba a Pradera nada, “como si te la pica un pollo”, pero después de la traición de Sabina se ha acordado del asunto.

Es verdad que Twitter no da para más, pero la izquierda patria tampoco. Benjamín Prado le ha dado la vuelta al asunto; pero no a las palabras de Sabina, sino a lo que todos entendemos que es la realidad. ¿Cuba? No es de izquierdas. ¿Nicaragua? No es de izquierdas. Al paso al que Sánchez está hundiendo al país, ni él será considerado de izquierdas.

Este asunto tiene dos aspectos importantes. Uno son los ojos, y los oídos y la cabeza de Sabina, y los de todos nosotros. Todos los tenemos. Y si elegimos mirar hacia otro lado, como hizo Sabina durante décadas, es nuestra responsabilidad. Y el segundo es cómo la izquierda ve al desafecto como a un traidor. Y ya sabemos qué se hace con los traidores.

A este respecto, Juan Luis Saldaña, en 20 minutos, ha dejado escrito: “Hay algunos elefantes en la habitación de la izquierda española y Sabina lo sabe. La izquierda tiene, desde hace ya un tiempo, una difícil relación con la verdad. Nadie en la historia de la democracia había dejado tanto rastro audiovisual sobre el arte de afirmar algo y después hacer lo contrario, y nadie había sido tan insolentemente inmune a la hemeroteca”. Saldaña parece saber de lo que escribe, cuando añade: “Hay un elefante en tu habitación cuando la famosa casta se protege con desvergüenza, cuando te das cuenta de que no ha cambiado nada, que la autocrítica se considera traición y el pensamiento independiente es sinónimo de peligro”. Y ahí estamos, en la zona de peligro.

Foto: Adán Martín Ascanio.


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