Si yo tuviese un amigo ministro y, tras su nombramiento, me hubiese ofrecido la Secretaría de Estado de Transporte y Comunicaciones, le habría dicho que no. Mira, Fulano, te agradezco mucho y me halaga que hayas pensado en mí, pero no estoy en absoluto cualificado para ese puesto. Tras dos cervezas, una charla sobre la familia y su proyecto ministerial, nos hubiésemos despedido dejando nuestra amistad impoluta y celebrando el regate que le acabábamos de dar a una propuesta bienintencionada, pero a todas luces irresponsable.

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Si nos damos una vuelta por los ministerios y secretarías de estado actuales, vemos con desolación y en no pocos casos, cómo esta historieta que les cuento no tuvo siempre un desenlace como el que les describo. La ocupación de puestos de responsabilidad política por parte de los votados y sus amiguetes, en obsceno intercambio de favores unas veces, como precio a pagar en otras, ha dado a luz la mayor suma de incompetencia jamás vista en un gobierno de la nación. Y eso que algunos gabinetes del bobo de León (ya saben a quién me refiero) parecían imbatibles en lo que a estulticia se refiere.

La relevancia social de la física nuclear se extiende mucho más allá de la investigación básica. Sus métodos se han abierto camino desde hace mucho tiempo en la tecnología médica, la investigación de materiales, tecnologías de producción, energía y seguridad y muchas otras áreas científicas y económicas. Por ejemplo, los aceleradores se utilizan para producir radionucleidos hechos a medida para examinar prácticamente todos los órganos humanos

El gobierno tiene prisa por sacar adelante la Ley de Cambio Climático, una ley que -según palabras de su Pedridad- debía ser, necesitaba ser fruto del consenso y a la que, oh, ¡sorpresa! se han presentado más de 700 enmiendas. Hace unos días la Secretaria de Estado para la Agenda 2030, Doña Ione Belarra, nos comunicaba mediante un par de tuits (o trinos, o tweets, como gusten) las líneas maestras de la propuesta de mejora de dicha ley por parte de Unidas Podemos y el PSOE. Tras una primera declaración solemne:

“Vamos a ser más ambiciosos en la reducción de gases de efecto invernadero y prohibimos la minería de uranio, frenando un proyecto insensato en Salamanca.”

Desmenuzaba su propuesta en un segundo mensaje que me hizo levantar del sillón:

imagen tweet

Sí, han leído bien. Pretenden (o pretendían, ya les cuento) prohibir en España la investigación y el aprovechamiento de materiales radiactivos, como, por ejemplo, el uranio. Es más: pretenden archivar -dar carpetazo- a cualquier procedimiento relacionado con no sabemos bien qué instalaciones. Y se quedó satisfecha. El clamor en la red social del pajarito fue tal, imagino que también entre quienes asesoran a esta señora, que terminó borrando el tuit. No sabemos si únicamente lo borró de sus redes sociales o si también lo habrá hecho en el borrador de propuestas que lleva en la cartera en estos momentos. Espero que tras dos tardes de información sobre las implicaciones que esa prohibición tendría en, no sé, investigaciones encaminadas a mejorar los sistemas diagnósticos para detectar procesos tumorales (me refiero al cáncer, señora Belarra), la señora Secretaria de Estado (o quienquiera que le escribiese la cosa) haya retirado tal peregrina idea.

Ocurre que la relevancia social de la física nuclear se extiende mucho más allá de la investigación básica. Sus métodos se han abierto camino desde hace mucho tiempo en la tecnología médica, la investigación de materiales, tecnologías de producción, energía y seguridad y muchas otras áreas científicas y económicas. Por ejemplo, los aceleradores se utilizan para producir radionucleidos hechos a medida para examinar prácticamente todos los órganos humanos, una ayuda para el diagnóstico médico que difícilmente se puede subestimar.

Los radionucleidos se utilizan en la investigación biológica, por ejemplo, para hacer visibles los procesos y las estructuras de las células. Los nuevos métodos de obtención de imágenes se basan en la visualización directa de procesos físicos a nivel atómico, como la tomografía por emisión de positrones (PET) y la tomografía de resonancia magnética (MRT). Ambos procedimientos se han vuelto indispensables en el diagnóstico médico.

Pero no sólo en el diagnóstico: nuevas opciones en el espectro de la radioterapia es la irradiación de partículas con protones o con iones pesados. El principio: los protones, o los iones pesados ​​como los iones de carbono, se aceleran a velocidades extremadamente altas, a 300 Megaelectronvoltios, lo que corresponde a unos 200.000 kilómetros por hora. La ventaja de las partículas de alta energía sobre los fotones al uso es que alcanzan su dosis máxima al aumentar la profundidad de penetración. En el llamado pico de la curva de Bragg, administran su dosis máxima, después de lo cual hay una fuerte caída en la dosis. Gracias a la baja dispersión lateral de los iones pesados ​​y la definición precisa del rango, se puede determinar con precisión el punto o la región de máxima liberación de energía en función del tamaño del tumor. Los iones pesados ​​tienen otra ventaja: tienen una mayor eficacia de radiación biológica. Sí, radiación. Y para llegar a estos tratamientos se debe investigas, señora Secretaria de Estado, sobre materiales radiactivos y sus propiedades.

Pero hay más, señora Belarra. Fíjese en la arqueología. La datación por radiocarbono -con carbono-14- se ha utilizado de forma rutinaria durante mucho tiempo para determinar con precisión la edad de sustancias orgánicas durante un período de muchos miles de años. Especialmente el desarrollo de la espectroscopia de masas con acelerador hace posible hoy analizar las muestras más pequeñas y, por lo tanto, datar objetos arqueológicos, hallazgos relevantes como la momia de Ötzi, obras de arte u objetos de importancia cultural como el sudario de Turín sin necesidad de destruir las pruebas. Haces de protones e iones permiten obtener información sobre los materiales y su composición química sin extraer muestras. El análisis de haz de iones no invasivo permite, por ejemplo, conocer los pigmentos utilizados o hacer visibles estructuras ocultas en capas más profundas.

O mire la geología, o el medioambiente: la edad de las rocas, los sedimentos, los meteoritos y la tierra misma se puede determinar con precisión con la ayuda de nucleidos radiactivos de larga duración. Las tasas de erosión y los procesos en la atmósfera se pueden rastrear en un amplio rango de tiempo mediante el análisis de radionucleidos específicos como el berilio-10, el aluminio-26 y el manganeso-53. Con la ayuda de aceleradores, la espectrometría de masas se ha desarrollado aún más hasta convertirla en una tecnología altamente sensible que permite la detección de concentraciones minúsculas de oligoelementos o moléculas contaminantes en la tierra, el agua y la atmósfera hasta una concentración relativa de 10-15, que corresponde a un átomo o molécula por cada billón de otras partículas.

Incluso en el debate sobre el clima, el conocimiento adquirido con los métodos de física nuclear es muy importante. En los grandes núcleos de hielo del Ártico y la Antártida, la temperatura media anual se analiza con precisión a partir de la proporción de isótopos de oxígeno-16 y oxígeno-18 durante un rango de muchos miles de años. Los datos también permiten, entre otras cosas, determinar los cambios a largo plazo en la radiación solar y sus posibles efectos en el clima de la tierra en el pasado.

Como ve, señora Belarra, lo que usted dice que pretende prohibir privaría a la ciencia española de participar en proyectos tecnológicos punteros. Y sólo le he traído unos pocos.

Si cree que profundizar en el conocimiento de las consecuencias prácticas de la investigación sobre materiales radiactivos le puede ser de ayuda en su labor, sepa que quedo a su entera disposición para enviarle cuanta documentación pudiera necesitar.

Foto: Ryan Mcguire


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