Los territorios de Istria, Fiume y Dalmacia, italianos por historia, cultura y población, fueron el escenario de uno de los crímenes más crueles perpetrados por el comunismo entre 1943 y 1945, conocido como la masacres de las foibe. Durante ese período, miles de italianos fueron asesinados, y los supervivientes del terror se vieron obligados a abandonar sus tierras, hogares y pertenencias frente el avance de los partisanos comunistas comandados por Josip Broz Tito, quien se convertiría en el dictador yugoslavo hasta su muerte en 1980.
El número de los afectados por la tragedia se estima en más de 300.000 exiliados forzados, y el de los exterminados no se conoce con exactitud, pero se calcula que superan los 15.000 muertos, repartidos en 500 fosas comunes en Eslovenia y decenas en Croacia. Para los comunistas, el crimen cometido por los condenados fue simplemente el de ser italiano.
A día de hoy sigue existiendo el negacionismo del genocidio e incluso se llegó a profanar la localización de las fosas y monumentos que recuerdan la tragedia. La crueldad, fruto del fanatismo ideológico no tiene fronteras
La masacre comenzó el 13 de septiembre de 1943, cuando los comunistas yugoslavos proclamaron en la ciudad de Pisino (Pazin), la anexión de Istria a Croacia. Los conocidos como Tribunales partisanos de los Comités Populares de Liberación sentenciaron condenas a muerte no sólo a algunos miembros del régimen fascista, sino también a opositores, miembros relevantes de la comunidad italiana y a posibles enemigos del Estado comunista de Yugoslavia que estaba en construcción.
La justicia popular partisana se aplicó de la forma más cruel e inhumana que pueda imaginarse. Las víctimas fueron llevadas hasta los profundos sumideros kársticos de origen natural conocidos como foiba -cuyo plural es foibe- , palabra proveniente del latín “fovea”, que significa fosa. Allí mismo, ante esos oscuros agujeros en la roca, tuvieron lugar las crueles ejecuciones en masa que no se realizaban usando armas de fuego. El terror sembrado por las milicias del Ejército Popular de Liberación de Yugoslavia entre la población italiana no tuvo límite. El procedimiento a seguir era matar a los primeros prisioneros posicionados al borde del abismo cayendo en él, y arrastrando tras de si, a los demás que estaban con vida atados por las manos con alambre. Esa fue la “justicia popular socialista” aplicada del naciente Estado Yugoslavo.
La tragedia continuó terminada la Segunda Guerra Mundial con hechos bochornosos como el conocido como “el tren de la vergüenza”. En 1947 los exiliados provenientes de la ciudad de Pola, compuesto por hombres, mujeres y niños, tras llegar al puerto de Ancona en suelo italiano, continuaban su viaje hasta La Spezia como destino final. Al llegar cerca de Bolonia fueron apedreados por trabajadores ferroviarios comunistas al grito de “muerte a los fascistas”. No solo fueron ignorados en su momento por compatriotas italianos sino también humillados. Aunque parezca increíble, a día de hoy sigue existiendo el negacionismo del genocidio e incluso se llegó a profanar la localización de las fosas y monumentos que recuerdan la tragedia. La crueldad, fruto del fanatismo ideológico no tiene fronteras.
La masacre comunista de Tito, fue ocultada con la complicidad del PCI, el Partido Comunista Italiano y el resto de fuerzas políticas -salvo el MSI, el Movimento Sociale Italiano- ya que, en medio de la Guerra Fría y del alejamiento de Tito de Stalin y la URSS, no era conveniente incomodar demasiado al tirano yugoslavo buscando justicia y reparación. La masacre de las foibe fue una autentica limpieza étnica, un plan de exterminio de la población italiana de esos territorios.
En el año 2004 el diputado Roberto Menia promovió la ley aprobada durante la presidencia de Silvio Berlusconi. que dio lugar a la conmemoración nacional del Día del Recuerdo (Il Giorno del Ricordo). Desde entonces, durante la mañana de todos los 10 de febrero, en el Senado de la República, se realiza la ceremonia oficial con la participación del Jefe del Estado, rememorando a las víctimas de uno de los crímenes más horrendos del comunismo que jamás debieron ser olvidadas.
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